La actividad física y el deporte son actividades saludables, con componente recreativo, educativo y de socialización. Su acceso es un derecho para las personas y esto también incluye a las personas con discapacidad.
No obstante, los obstáculos sociales, los institucionales y los prejuicios dejan trunca está posibilidad. Es muy bajo el porcentaje de personas con discapacidad que pueden acceder a este derecho o lo hacen aquellos deportistas destacados en una actividad.
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El deportista con discapacidad de alto rendimiento es homenajeado y se utiliza su imagen como ejemplo de superación. Pero llega tarde el reconocimiento. Se suele visualizar el resultado, pero no se contempla el camino para llegar. Y la realidad de los atletas de alto rendimiento no es la misma que la del resto de la población deportiva. En su mayoría, no logran mejor performance por falta de medios y apoyo.

El deporte amateur inclusivo es de limitado acceso, al igual que el acceso a la iniciación de prácticas deportivas o físicas, en un medio adaptado e inclusivo. Las instituciones deportivas, no tienen programa de deporte adaptado o la oferta es limitada, con falta de infraestructura y de horarios adecuados. También es limitada la participación en actividades sociales, políticas e institucionales.
Por otro lado, existe una marcada contradicción, cuando se afirma que la socialización de la persona con discapacidad debe pasar de un modelo médico a un modelo social.
Para acceder a determinados beneficios se solicitan certificados a los que se accede con historia clínica, emitidas por profesionales de la salud y se somete a criterios de autorización, basado en el modelo médico. El resultado es un trámite burocrático que expulsa, limita, expone a la persona que tiene real necesidad.
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Los beneficios de las actividades con medios físicos, animales o dispositivos, son numerosos, pero enmarcar las misma dentro de la seguridad social, es un error de criterio. Genera desigualdad, discriminación y escalada en conflictos, con final en recursos de amparo, que lejos están de aportar soluciones.
El modelo médico genera una posición paternalista, asistencialista y limita la autonomía de la persona. La persona con discapacidad debe tener accesos a la práctica deportiva, recreativa o competitiva y se debe desestimar la idea que cumplen un rol rehabilitador o terapéutico.
Puede ser una actividad con simples motivaciones sociales, formativas, vocacionales o recreativas. Es necesario generar políticas de deporte social, comunitario, con inclusión de las personas con discapacidad y mecanismos de financiación autónoma, diferente, separada de la cobertura de obras sociales y del modelo médico rehabilitador.
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La conquista de derechos para las personas con discapacidad es objeto de discriminaciones y desigualdades, pero también numerosas personas, con alteraciones de sus capacidades o capacidades funcionales diferentes.
Faltan políticas de salud física saludable y modelos de financiación específicos, no dependiente de la seguridad social o del gasto de bolsillo que incluyan a la población que lo necesita.
El cambio de paradigma en cuanto a la mirada de la discapacidad requiere de estrategias y proyectos localizados para la promoción de la salud. Optimizando los recursos y desarrollando el máximo potencial, la actividad física, puede ser un vector de aplicación.
Lic. Gustavo Gheller Fisioterapeuta, Lic. en Kinesiología y Fisiatría, especialista en Kinefisiatría Crítica, diplomado en Kinesiología del Trabajo, Ocupacional y Laboral g.gheller@hotmail.com
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