El objetivo de este artículo es invitar a la reflexión sobre cómo acompañar desde la adultez una sana relación con la tecnología: desde el acceso al primer celular propio, con el mundo de posibilidades, responsabilidades y riesgos que esto implica, hasta los diferentes usos de las redes sociales y los sitios de apuestas online que tan en auge están en el mundo adolescente.
Todo esto en un contexto en el cual, como adultos, también somos aprendices, ya que durante nuestra infancia y adolescencia no existía esta “nueva realidad virtual” y no nacimos acompañados de un aparato que nos conecta en cuestión de segundos con cualquier parte del mundo.
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Conocer el impacto que tiene el uso de la tecnología a edades cada vez más tempranas y aprender herramientas que permitan enmarcarlo en un desarrollo saludable resulta fundamental en los tiempos que corren.
En un artículo de la Asociación Argentina de Pediatría, García S. y Dias de Carvalho T. plantean que existirían asociaciones entre el tiempo excesivo de exposición a las pantallas y retrasos en las habilidades cognitivas, lingüísticas y psicosociales, sumado a problemas de conducta, aumentos en el índice de masa corporal, alteraciones en el ciclo sueño-vigilia (debido a los efectos de la luz azul en la producción de la melatonina) y una merma en el rendimiento escolar, entre otras consecuencias.
Los riesgos son altos
Como es evidente, los riesgos son altos si pensamos en qué habilidades se están viendo afectadas por este mal uso. La dificultad para relacionarse mediante la palabra y el contacto directo con los demás, la imposibilidad de prestar atención durante períodos largos de tiempo, el incremento de la ansiedad y una ineficaz gestión emocional, el aumento del automatismo en el funcionamiento diario, el aburrimiento y la dependencia del móvil en entornos que antes resultaban en sí mismos atractivos (cumpleaños, actividades recreativas, deportivas, etc.).
Esta exposición sin límites a las pantallas desde edades tempranas va acompañada de la tendencia a “estar quietos y pasivos frente a las pantallas” con lo cual la casi nula presencia del movimiento y la actividad física lleva a un consecuente incremento del sedentarismo.
Planteada la situación, se pueden pensar diversas alternativas para llevar adelante de una manera más saludable la relación con la tecnología. En primer lugar, como adultos, detenernos a revisar el uso que hacemos de las pantallas, identificando no solo la cantidad de tiempo que les dedicamos sino también en qué contextos las utilizamos y qué funciones les atribuimos.
Por ejemplo, podemos reflexionar acerca de qué comunicamos a través de las redes, si usamos este medio virtual para expresar emociones e ideas, suprimiendo conversaciones reales y presenciales, en las cuales podríamos tener información de cómo nuestro interlocutor recepciona el mensaje.
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Mediante un mensaje de chat se pierde gran cantidad de información que es relevante y hasta puede llegar a invertir el sentido de un mensaje, pensemos, por ejemplo, cuántas veces interpretamos mal un mensaje de texto y esto nos lleva a malos entendidos que hubiéramos evitado si lo hubiéramos conversado cara a cara.
Entonces, es necesario tomar conciencia, detenernos y discriminar cuándo el uso de la tecnología simplifica y agiliza nuestra cotidianeidad y cuándo se convierte en un obstáculo que puede llegar a afectar nuestras relaciones y en definitiva, nuestra forma de ser en el mundo.
Respecto a la infancia y adolescencia, sabemos que son etapas constitutivas en el desarrollo de la personalidad y debemos ser responsables de la huella que dejamos, ya sea como padres, madres, educadores y/o tutores.
Es en este punto donde podemos crear y transmitir hábitos más saludables en relación a la tecnología. ¿De qué manera podemos lograrlo? En primer lugar brindando información acerca de los pros y contras, de los riesgos que implica un mal uso de la tecnología (ciberbullying, grooming, apuestas virtuales, huella digital, etc).
En segundo lugar, establecer límites definiendo momentos específicos del día para su utilización y proponiendo nuevas formas de utilizar el tiempo libre. Asimismo, promover que niños/as y adolescentes puedan desarrollar canales verbales de comunicación con los demás, ya sean pares o adultos referentes.
Es decir, abrir espacios y tiempos de diálogo, por ejemplo durante el almuerzo o la cena, al llegar de la escuela, durante una clase escolar, etc. Que existan momentos de conexión real (además de la hiperconexión virtual), donde pueda haber también un registro físico de esas experiencias, es decir, donde puedan estar juntos físicamente, mirarse a los ojos, abrazarse, moverse, etc.
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De esta manera estaremos promoviendo el desarrollo del lenguaje corporal además del verbal, tan escaso en los tiempos que corren. En tercer lugar, educar en la responsabilidad, fomentar la toma de conciencia y la asunción de las consecuencias de las acciones, basándose en el respeto a uno mismo y a los demás.
En definitiva, se trata de volver a las bases sociales de la condición humana, volver al encuentro directo (no mediado), espontáneo y genuino entre las personas. Se trata de poner a la tecnología en donde debe estar no en el medio nuestras relaciones, sino como un medio que acompaña y posibilita (siempre y cuando se la utilice en forma adecuada) relaciones positivas y saludables.
Lic. María de los Ángeles Corró Molas, Mg. En Psicología del Deporte. Por consultas para acompañamiento comunicarse por Instagram a @tutoríaspsidep o por teléfono 02954 221691
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