Por estos días de intensas temperaturas, La Pampa ha vuelto a ser noticia y las quejas se reparten entre el Covid y el calor con un clamor popular para que aflojen.
En estos momentos es cuando uno, que ha vivido muchos años, pone en dudas si como dicen los dictados del corazón de una persona soñadora: Todo tiempo pasado fue mejor. Cualquiera que una sola vez se interesó por las temperaturas «Pamperas», habrá sabido que nuestro clima, como en todo el planeta, cambió considerablemente.
Antes nadie se asombraba antes porque el termómetro picaba a los 42, 43, 44 y alguna vez 45 grados de un calor seco que parecía desparramar lenguas de fuego a su alrededor y lo peor de todo, era que el progreso estaba practicando para intentar mejorar la vida de la gente.
Sólo las Iguanas, lagartijas y los servidores públicos solían desplazarse en horas de la siesta por obligación. Viejos ventiladores de pie que parecían aviones aterrizando por el ruido que hacían, echando un aire más caliente que sopa recién servida, más trapos mojados en la cabeza para enfriar los «sesos», eran únicos paliativos conocidos.
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Todos, pero absolutamente todos buscaban tirar sus colchones en el patio por las noches. «Manguerearse» por las siestas era otro de los placeres ciudadanos en verano y los fuentones venían muy bien para tantos pies ardidos por el fuego, al caminar sobre aquellas calles de Lucifer.
El cuarto de barra de hielo que compramos en la Usina y que te despachaban por una ventanita en Primero de Mayo casi Raúl B. Díaz, era un bálsamo en domingos y fiestas de guardar, que los pibes buscábamos en bolsas de arpillera. El resto de los días el pozo o el aljibe nos salvaba bajando botellas con una piola atada al cuello para conservarlas fresquitas.
Por supuesto, heladeras sólo había en casas «pudientes» y los contadísimos lugares como bares y hoteles. Hoy cualquier «muñeco» tiene una pelopincho o alguna piletita dónde refrescarse además de las instituciones públicas accesibles para todo bolsillo. Antes, sólo algún tanque de campo y agua sucia podía socorrer a los asoleados.
Las fotos de dos esquinas históricas en pleno verano muestran clarito lo que era aquello. La emblemática esquina del Pampa Hotel, dónde enfrente funcionaba una Farmacia hasta que en el 42 hicieron el ACA y el Banco Hipotecario, es muda y nostalgiosa testigo de aquellos tiempos de la «Aldea».
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La otra foto es idéntico testimonio de aquellas tardes con la Estación de Servicio de Falappa y Alonso en la esquina de 9 de Julio y Pellegrini, dónde detrás del palo se levanta el Hotel Comercio y del otro lado la Galver. Y al medio la célebre garita «casi prendiendose fuego» por el Sol, tanto que ni el Policía se bancó ese día el calor… largó el pito y como ven, busca sombra en algún lado y mascullando bronca tal vez vaya diciendo: que se arreglen como puedan….
Imágenes del «pueblo grande» que recuerdan muy bien los que han vivido algo de aquello y que mostramos hoy, con la ilusión de que los que no estuvieron, puedan tener una idea de aquella cosa.
Por eso, no te quejes ni te engañes pibe de hoy. Calores eran los de antes y la vida continuaba…
Juan Carlos Carassay, locutor y periodista. Más de 50 años de pasión por la comunicación y el deporte. juancarloscarassay@gmail.com
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