De acuerdo con esta época del año, las personas que hacen actividad física, están expuestas a sufrir distintas consecuencias climáticas. Pero, un estilo de vida saludable no se detiene y tampoco debe hacerlo la actividad física.
Durante el otoño y la primavera, el clima es ideal y ofrece temperaturas agradables para sostener la actividad física, pero eso no significa que desde diciembre hasta marzo haya que detenerse, solo se deben prevenir los riesgos asociados.
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Es importante conocer qué pasa cuando se deja de hacer ejercicio y gana el sedentarismo. Los primeros síntomas aparecen al cabo de ocho semanas y pueden ser:
- Pérdida de fuerza y masa muscular.
- Disminución de capacidad aeróbica.
- Aumento de la capacidad para almacenar grasa, sin distinción de edad o género.
- Aumento de riesgo de enfermedades cardiovasculares, patologías crónicas, trastornos metabólicos y cambios corporales.
- Reducción de glucógeno muscular (el combustible para el funcionamiento).
- Pérdida de flexibilidad, elasticidad, coordinación y la movilidad.
- Impacto psicológico. El ejercicio genera bienestar emocional, refuerza la autoestima y favorece una vida más plena.
Nunca debemos dejar de practicar ejercicio. El abanico de posibilidades para estar activos es amplio y no hay excusa para no moverse
En verano, específicamente, es clave mantener hábitos saludables y prevenir lesiones musculares debido a la exposición, el esfuerzo y el aumento de la temperatura corporal.
Es importante identificar los síntomas iniciales relacionados a un golpe de calor. Entre ellos: fatiga, confusión, dificultad para hablar, hipotensión, cefalea, mareos, piel caliente y seca, náuseas, vómitos, taquicardia, entre otras.
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Ante la presencia de estas señales, interrumpir la actividad de inmediato, evitar la exposición al sol e hidratarse. No llegar a situaciones límites que perjudiquen la salud. Se recomienda prevenir con hábitos simples y saludables:
- Evita realizar actividad física al aire libre durante las horas de mayor calor con exposición solar.
- Uso de protector solar de factor alto y resistente a la transpiración. Usar gorra para proteger la cabeza.
- Hidratación y dieta adecuada (frutas / verduras). Evitar exceso de consumo.
- Ropa clara y transpirable. Calzado adecuado
- Controlar el tiempo y la intensidad de la actividad.
- No descuidar el calentamiento previo y el retorno a reposo deportivo.
En cuanto a los grupos de riesgo, los más vulnerables a las distintas temperaturas son los niños menores de cinco años, los adultos mayores, las personas con obesidad o cardiopatías crónicas. Tener un cuidado especial, ya que su capacidad para controlar la temperatura es distinta.
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Es importante derribar el mito de que en épocas de calor la transpiración tiene relación con la pérdida de grasa. Es un error hacer deportes aeróbicos bajo el sol, muy abrigados o envueltos con nylon, celofanes o toallas. La transpiración no es la grasa que disminuye sino un mecanismo del cuerpo para mantener baja su temperatura.
Tampoco es un obstáculo el clima para hacer actividad física para las personas con diversidad funcional. Tanto el deporte adaptado, como la inclusión en equipos de personas con discapacidad o personas con capacidades diferentes, con las debidas recomendaciones, favorece la calidad de vida.
Lic. Gustavo Gheller Fisioterapeuta, Lic. en Kinesiología y Fisiatría, especialista en Kinefisiatría Crítica, diplomado en Kinesiología del Trabajo, Ocupacional y Laboral g.gheller@hotmail.com
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