Año 1962. Santa Rosa tiene calles de tierra y la ciudad se extiende desde la Plaza San Martín hacia la Laguna Don Tomás. Del otro lado sólo hay médanos, y valientes.
Un joven arquitecto llegó hace poco a la ciudad. Regresó de Córdoba. Todavía le falta camino para poder construir su casa y todas las que en el futuro construirá en la ciudad.
Está durmiendo en casa de sus padres -Av. Roca al 234-, y suena el timbre. Atiende su mamá, María Teresa: “Señora, lo buscamos a su hijo, la pileta pierde”.
Un momento trágico. Más aún si la pileta en cuestión es una apuesta tan innovadora: nada menos que un millón de litros de agua. Una segunda laguna para Santa Rosa.
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– ¡Que levante la mano el profesional de la construcción que alguna vez no quedó duro de amargura al escuchar: “Arquitecta/o el techo se llueve/ la pared se rajó / la pileta pierde”! –
El arquitecto se alista y sale raudo hacia la obra. Es joven, entusiasta, sabe lo que quiere. Tiene 30 años, se llama Luis R. Tierno.
Año 1991. Tengo 10 años. Es mediodía. Ojos achinados por el cloro y por el sol. Estoy apoyada en la estructura metálica del trampolín de la pileta del Club Estudiantes.
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Al mediodía hay “pileta libre” entonces puedo elegir entre todos los escenarios acuáticos que tengo a disposición para jugar: correr y tirarme por los puentes, subir a la plataforma del trampolín, esconderme en las cuevas de agua que se arman por debajo de todo eso, o estirarme y descansar en “las islas”. Me encantan las islas porque tienen una superficie colorada y calentita por arriba, y una suerte de amplio borde en todo el perímetro que uso como asiento en el agua para mirar las nubes y los amigos.
Soy chica y pienso que todas las piletas de todos los clubes de todas las colonias de verano son así de fabulosas. Después, con el tiempo, me voy a dar cuenta que no. Que esta pileta que tanto disfruté, que tiene la potencia de volver a mí mientras escribo esto, es única y fabulosa de verdad.
Año 1964. El diario La Arena, en una doble página del sábado 25 de enero titula: “El Natatorio del Club Estudiantes, una Obra Magnífica que Enorgullece a La Pampa. Concebida y ejecutada por profesionales pampeanos, con empleo preferentemente de materiales locales, se yergue como muestra audaz y feliz de capacidad realizadora.”
Hablemos de audacia y de capacidad realizadora en arquitectura, tomando como ejemplo la pileta del Club Estudiantes.
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En la época en que fue proyectada, las pocas piletas existentes en la provincia, se construían elevadas del nivel del piso, como si fuesen tanques de agua. Tierno la proyecta empapado del imaginario moderno de “planta libre”, por lo que la pileta del C.E. está a nivel del suelo natural.
Una decisión que hoy nos parece “obvia”. No lo era en absoluto en la Santa Rosa de 1962.
La creatividad no sólo estuvo en la idea de la pileta como un gran lago, sino también en la ejecución y en la acertada propuesta constructiva.
Construcción eficiente, con materiales locales. Con lo que está disponible alrededor. “Arquitectura Sustentable”, lo llamaríamos hoy. Prefiero que lo pensemos como un buen ejercicio profesional.
Luis Tierno tenía un primo que se dedicaba a realizar pavimento en la provincia. Y había visto unas imágenes de Estados Unidos donde unos productores rurales de zonas áridas, que aprovechando los bajos en sus terrenos, los sellaban con una capa de asfalto para conservar agua para sus animales.
La inspiración llega por múltiples lugares
Es así como desarrolla la idea constructiva para este espejo de agua, de 700m2, ¡setecientos! sin mayores costos, prescindiendo de paredes laterales de hormigón armado. La pileta se resuelve con sólo una viga perimetral de dicho material, siendo el resto una amplia base de tosca regional compactada sobre la que aplica una capa bituminosa, asfáltica, de 3cm de espesor, que luego revestirá con mosaico veneciano color celeste.
Por debajo de la base, un elaborado sistema de drenajes. Por encima, columnas que elevan pasarelas de losas cerámicas, una plataforma que incluía cinco trampolines, y mis dos adoradas islas coloradas, construidas en mampostería común.
Por esto, la funesta mañana de la pérdida, en que reclaman la presencia del arquitecto en obra, Tierno la resuelve con presteza.
Habían ido a instalar las escaleras metálicas –por las que subí tantas veces para tirarme en modo bombita desde los puentes-. En lugar de simplemente apoyarlas sobre las venecitas, las habían agujereado, perforando la capa asfáltica. Perforaciones selladas, y zambullidas habilitadas.
¡La próxima nos dedicamos al Gimnasio!
Agradezco profundamente la generosidad, y la amabilidad, del Arq. Tierno y de su esposa Alicia Farías, en abrir las puertas de su archivo personal, de sus anécdotas, y de su mirada de la arquitectura y de esta ciudad que amamos y compartimos. También a las autoridades actuales del Club Estudiantes, a la Comisión de Restauración Histórica del Club, presidida en su momento por el Ing. Carlos Mayer, y a mi padre.
Arq. Ana Pessio. Arquitecta UBA. Paisajista. holaabracasa@gmail.com