La fibromialgia produce síntomas poco objetivos y difíciles de percibir abiertamente, es por ese motivo que recibió el apodo: síndrome de la invalidez invisible. En 1992 fue considerada como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y a la fecha todavía genera alta controversia en el ámbito médico.
El 12 de mayo se conmemora el día de esta enfermedad, su origen se desconoce y no tiene un tratamiento específico, pero en el último tiempo tiene mejores herramientas para su comprensión.
La presentación clínica es heterogénea y variable. Es un síndrome de etiología diversa y tiene diferentes síntomas. Se podría decir que “existen tantas fibromialgias como pacientes”. Es una condición crónica, causa agotamiento profundo, dolor, trastornos del sueño, rigidez y alteraciones anímicas.
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Su nombre deriva de “fibro” o tejidos fibrosos (tendones y ligamentos), “mios” o músculos y “algia” o dolor. Tiene un 80% de prevalencia en mujeres adultas, aunque también puede afectar a niños y a hombres. Se relaciona con el estrés laboral y la vida doméstica.
El dolor o ardor es generalizado. Muchas veces, se describe como un dolor de pies a cabeza. La severidad de la condición varía de día en día, es fluctuante y puede ser más severo en aquellas partes del cuerpo que se usan más como por ejemplo: cuello, hombros, pies.
En algunas personas, el dolor puede ser lo suficientemente intenso para interferir en la vida diaria, mientras que, en otras, solo ocasiona un malestar leve. También, el agotamiento producido por la fibromialgia varía de persona a persona: puede manifestarse como un ligero cansancio o como agotamiento.
El enfoque terapéutico se diversifica debido a la presentación heterogénea del síndrome, por lo tanto, este enfoque debe ser individualizado y multifocal.
Asimismo, es prioritario interpretar el factor psicológico debido a que es, en gran medida, el origen de la enfermedad. Por lo tanto, se requiere priorizar el abordaje psicosomático, de lo contrario el tratamiento general no va a garantizar un resultado satisfactorio.
Incluye terapia del dolor, abordaje de la astenia, alteraciones del sueño, enfoque cognitivo conductual y tratamiento de la rigidez. Son importantes las sugerencias que sugieren un cambio en el estilo de vida.
En todos los casos, se recomienda la combinación de un abordaje farmacológico con estrategias no farmacológicas, entre las que se destacan, por su valor promisorio, el ejercicio, la terapia cognitivo conductual y la educación.
Las opciones no farmacológicas se fundamentan en la tendencia al sedentarismo originada por el dolor y la astenia. El ejercicio aeróbico se relaciona con cambios significativos en la función física y el bienestar general.
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En el cumplimiento de los planes de ejercicio, pueden existir dificultades generadas por la escasa confianza en la capacidad personal y la discapacidad funcional que genera el síndrome.
En cuanto a los tratamientos conductuales, podrían representar acciones complementarias de utilidad y sobre todo la educación como herramienta terapéutica.
Los objetivos del plan educativo deben incluir: rastrear el trastorno psicosocial, brindar información específica, integrar la familia e instar al paciente a asumir su autocuidado. Es fundamental enseñar al paciente a convivir con su propio caso y manejarlo de una manera correcta.
Es importante que la familia participe en el tratamiento del paciente, entienda la patología y ayude a liberar al paciente de la carga familiar como por ejemplo en las tareas domésticas.
Lic. Gustavo Gheller es Fisioterapeuta, Lic. en Kinesiología y Fisiatría, especialista en Kinefisiatría Crítica, diplomado en Kinesiología del Trabajo, Ocupacional y Laboral g.gheller@hotmail.com
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