Como en toda comarca relativamente pequeña, por aquellos días comenzaron a hacerse muy visibles y queridos, aquellos personajes apreciados a los que la gente les asignó ese título.
Épocas en las que se conocían prácticamente todos los habitantes de la ciudad de Santa Rosa, y se saludaban y compartían la vida a diario.
¡Leña Savioli!
La pequeña y progresista capital pampeana «luchaba» por llegar a los 30.000 habitantes en las décadas del 50´ y 60´. Desde los tiempos de las famosas trilladoras que generaban energía, surgió la figura de un apreciado vecino: don Juan Savioli.
Era el que se encargaba de «alimentar» la Usina con leña y cuando aquellas máquinas mermaban su rendimiento, la gente le pedía a Don Juan: ¡Leña Savioli!. Así inmortalizó el dicho popular en la ciudad cuando se pide a alguien que actúe con energía para poner las cosas en orden.
¡Leña Savioli! Un dicho popular en Santa Rosa cuando se pide a alguien que actúe con energía para poner las cosas en orden.
Camarero
Otro personaje inmortal fue el humilde y acaudalado español Don Nazario Camarero. Dueño del Cine Marconi, explotó también la Sala del Teatro Español. Amasó una gran fortuna que no disfrutó. Vivió austeramente aunque tenía más propiedades que la planta de Aloe Vera. Su fiel servidor fue Tito Ninfus, personaje chaplinesco que además hacía explotar las bombas desde la Municipalidad en cada fecha patria.
Alecha, «Jefe de Trenes»
Otro humilde vecino que cruzaba la ciudad de punta a punta fue Héctor Alecha. Tenía un retraso cognitivo pero se las arreglaba para ser muy querido y atendido. En la Estación de Trenes le regalaron una gorra de Jefe y él, orgulloso, hasta le daba la partida a cada Tren a Buenos Aires.
Pototo
«Pototo» Massante no puede faltar en este recuerdo. De buena familia, Pototo era un hombre con mentalidad de niño. Incapaz de hacer daño a nadie. Fue un fabulador colosal. Le gustaban mucho los pajaritos y los vendía. Cuando se enteró que las cotorritas australianas eran más caras que las vulgares pampeanas, no tuvo mejor idea que pintar con vivos colores a los pobres seres autóctonos saliendo rápido para el centro a comercializarlas. No tuvo en cuenta que las cotorras iban a morir «duras» como piedras por la pintada.
Cholo Álvarez, el abanderado
Francisco «Cholo» Álvarez llevó la bandera de estos personajes pintorescos. Hombre trabajador de la Administración Pública y empresario de La Veloz, que se dedicaba a la limpieza.
Instruído, pícaro, fabulador como pocos, dejó inmensa cantidad de «frases célebres» cómo éstas: Cuando compraba una docena de huevos pedía al vendedor, «quiero una docena del producto de la pareja del cantor del amanecer» y dejaba con los ojos dando vueltas a su interlocutor. Un día le hicieron la boleta por una infracción a un vecino que dió su nombre y dirección. Cuando le llegó la multa Cholo fue a reclamar al Intendente diciéndole: «Fíjese la voracidad del implacable Fisco, que sin tener auto, moto, bicicleta ni mono, ni patín, ni triciclo, me hacen una boleta en ausencia».
Leé también: El Fortín Roca: una luz que no se apaga
Durante una gran fiesta en el Salón del Club All Boys dispusieron una larga cabecera de mesa en la que se encontraba el Dr. Ismael Amit, presidente de la entidad y Gobernador de La Pampa entre otras autoridades. Cholo logró «colarse» en una punta y cuando el resto de los comensales lo descubrió empezó a gritarle: «¡Eh…Loco, te colaste, raja’ de ahí!». Cholo pidió el micrófono y preguntó: «¿A cuál de nosotros se refieren?» arrancando una carcajada general.
Otro día le hicieron una pesada broma, acusándolo en chiste de alguna mala acción. Cholo se defendió ante la autoridad soltando otra frase suya: «A palabras infecciosas, oídos penicilínicos». Muy hincha de All Boys, sabía ir a la canchas de bombachas blancas y se metía al campo a abrazarse con los jugadores.
Tereté, el canillita
Mi amigo Adolfo «Tereté» Domínguez fue otro distinguido vecino que llegó un día desde las bardas oesteñas con su familia cuando les cortaron el agua y su progreso. Contaba que en los primeros días se metía debajo de su cama cuando sonaba la imponente sirena del Molino Werner llamando a trabajar o a descansar. Tereté fue el poeta de la ciudad pero en los primeros tiempos hizo de «hombre sándwich» promoviendo espectáculos caminando con un cartel adelante y otro atrás. También fue el primero que boceó las noticias del diario.
Fasulo, ayer y hoy
Y si hablamos de diarieros «Fasulo» Rodríguez fue un personaje muy querible y aún hoy lo es, en el invierno de su vida. Un día entró en la cantina del Jockey Club abarrotada de gente con una salida increíble e inapropiada: ¡Diario..Diario con la última noticia, 80.000 muertos en Lonquimay». Semejante barbaridad sin embargo fue recibida con una risa generalizada porque se trataba de Fasulo.
Leé también: Tesoros en la ciudad: la pileta del Club Estudiantes
Otro día le metió de «prepo» un billete de Lotería al vecino Armando Quiroga que se metió en el baño de un bar para esquivar al vendedor. Fasulo, insistidor, le tiró el billete por debajo de la puerta diciendo, después me lo pagás. Al día siguiente Quiroga acertó «la Grande» por lo que salió rápido para agradecer a Fasulo.
Ferreyra y Macedo, los boxeadores
Otro tipo de personajes de aquellas décadas lejanas fueron Federico Ferreyra y Gerofildo «Toscanito» Macedo, dos boxeadores muy queridos en el riñón del pueblo. Pelearon como 14 veces entre ellos, incluso estuvieron radicados en Río Negro dónde compartían vivienda. Eran tan haraganes que por las mañanas jugaban a las cartas y el que perdía lavaba los platos. Un día combatían en un pueblo distante 25 km de dónde vivían. Se dieron duro y parejo pero les fue muy mal porque el dinero no alcanzó para ellos. ¿Qué hicieron? Se volvieron caminando por las vías en una cerrada noche y sin ver casi nada, por sus ojos totalmente cerrados por los golpes.
Leé también: Quesos Santa Lucia. Un tambo, una familia, y la mejor materia prima
Macedo fue un hombre increíble. Cuentan los amigos que una vez compró una heladera al comenzar el verano y a fin de marzo se la retiraron por falta de pago. Cuando la llevaban al camión, Toscanito emulaba con nostalgia a Leonardo Fabio cantando: Fuiste mía un verano….. El mayor insulto para él era que lo llamaran Gerofildo. No le gustaba para nada su nombre.
Y hay mil personajes más que acompañaron el diario vivir de aquellos santarroseños que no sabían de televisión, autos caros, Internet ni grandes cosas de hoy. Pero vivían con tranquilidad una época tan distinta como recordada con nostalgia por aquella gente que luchó con alegría por una vida mejor, muchos de los cuales hoy la disfrutan.
Juan Carlos Carassay, locutor y periodista. Más de 50 años de pasión por la comunicación y el deporte. juancarloscarassay@gmail.com