El sol del 22 de abril viene alumbrando un nuevo aniversario de mi linda Santa Rosa. 132 años pasaron de aquella historia fundacional.
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La pequeña aldea fundada por el particular Don Tomás aquella lejana mañana del 22 de abril de 1.892, hoy lucha como pujante y moderna ciudad por seguir afianzando su progreso, aunque en tiempos difíciles para su gente común.
Es cierto que sus pioneros, entre criollos, autóctonos y nobles extranjeros que vinieron a dejar alma, vida y corazón para verla crecer, cimentaron su futuro y hoy verían con sumo agrado la moderna ciudad que se está gestando aunque con problemas de infraestructura que debemos corregir.
La historia oficial y la otra
El Territorio de La Pampa Central fue creado en 1.884 con la designación del primer gobernador, el Gral. Juan Ayala quién lo administró hasta 1.890 año en que fue designado otro Gral. llamado Eduardo Pico.
Por esos tiempos, un hombre de la Capital Federal, de 50 años, Tomás Masson, casado con Rosa Fouston y allegado al poder, puso en marcha un proyecto de cesión de tierras frente a la tranquera de la Estancia La Malvina de su yerno, 5 años menor que él, casado con su hija, un coronel tucumano llamado Remigio Gil, dueño de todas las tierras, “premiado” con inmensa cantidad de hectáreas por su participación, a órdenes del Gral. Victorica, en lo que denominaron La Conquista del Desierto, que exterminó casi a los pueblos originarios.
Toay y General Acha pugnaban por ser designadas capital del Territorio pero la mayor influencia de Masson sobre el Gobernador Pico hizo que el 22 de abril de 1.892 surgiera a la faz de la tierra una nueva Aldea que llevaría el nombre de Santa Rosa de Toay, en honor a su esposa.
Una versión dice que más de 100 personas asistieron aquel día fundacional, las que fueron convidadas con asado, galleta y vino para celebrar el acontecimiento. Sin embargo una corriente de opinión sostiene que el primer interés del fundador fue vender la mayor cantidad de terrenos a pobladores, desde el primer considerado vecino, el solitario francés León Safontás que acertó a pasar frente a la tranquera de Masson en busca de su destino americano, hasta el último participante del festín inaugural. Aquellos pioneros europeos llegaron a esta Pampa Bravía con enormes deseos de progreso y dejaron el alma trabajando por su destino.
Como el coronel tucumano vivía en Buenos Aires y poco le interesaría poblar esta zona, puso a su suegro a administrar sus tierras.
Ese mismo día comenzaron los trabajos en el edificio municipal frente a lo que sería la Plaza y recién comenzó a funcionar el 16 de setiembre de 1.894.
Finalmente la Plaza principal fue inaugurada en 1.900 con el nombre de Gral.Pico en presencia del mismísimo presidente Julio Argentino Roca que llegó en tren desde Buenos Aires. Faltaba mucho para que el Monumento al General San Martín apuntando a Los Andes en la Plaza, se erigiera como ícono ciudadano.
El Coronel Gil y su suegro también donaron el terreno para la primera Capilla, ubicada donde hoy se levanta nuestra moderna Iglesia Catedral.
Y así comenzó la vida de esta bendita Capital, que si bien le falta mucho para ser modelo, sostenemos el sueño de todos, para que un día lo pueda ser.
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Santa Rosa de Toay, el principio
Tomás Masson ostentaba por aquellos tiempos fundacionales la suma del poder político. De entrada nomás se hizo nombrar presidente del Concejo Municipal, fue Juez de Paz y comisario, hasta la llegada del Comisario Valerga considerado primer Jefe de Policía, quién vino a ocupar la casa asignada en principio a la primera maestra del poblado Enriqueta Schmit.
La pequeña Santa Rosa de Toay, ya consolidada como capital del Territorio fue creciendo en medio de tiempos de bonanza o grandes sequías que muchas veces agobiaron a su gente.
El primer censo poblacional se hizo en 1.914 dando 5.487 habitantes. En 1.960 ya éramos 25.273.
Varias familias pioneras dejaron la vida con distintos emprendimientos como la familia del español Guillermo Etcheberry, un hombre de acción y emprendedor que rápidamente se incorporó al poblado fundando la primera Posada de Etcheberry y Gamboa luego derivada en el Hotel Apolo y finalmente el famoso Hotel Pampa hasta su demolición, para que se levantara uno de los primeros gigantes de hierro y cemento en la icónica esquina de Cnel. Gil y Avda. San Martín.
El primer censo poblacional de la nueva capital recién se hizo en 1.914 dando 5.487 habitantes y en 1.960 ya éramos 25.273 las almas vivientes.
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El tiempo fue pasando, los vientos soplaban fuerte en la inmensidad de La Pampa y la pequeña Aldea fue creciendo con la llegada del Ferro Carril Oeste desde Buenos Aires. Las viejas máquinas carboneras le cambiaron el paisaje a aquellas tierras agrestes que con el tiempo fueron “domando” sus esforzados pobladores.
El viejo Don Tomás fue perdiendo fuerza y prestigio entre sus vecinos por sus propias acciones hasta que en 1.917 perdió las elecciones municipales a manos de los socialistas y se retiró del territorio radicándose en Mar del Plata en 1.918 y luego volvió a Buenos Aires hasta su muerte. Sus restos y los de su esposa fueron trasladados en 1.975 a la Iglesia Catedral donde hoy descansan. Su yerno, el “dueño de todo”, tuvo menos suerte porque falleció en 1.912, sin poder disfrutar a pleno su inmensa fortuna que le “obsequiaron” por sus servicios.
La sucesión que llevó su apellido se encargó de hacer plata con la inmensa cantidad de terrenos vendidos. Al coronel le quedó el consuelo de que una emblemática calle de la ciudad lleve su nombre.
Las buenas y las malas
A partir de allí el pequeño poblado tomó su rumbo soportando buenas y malas, como la sequía de los 30 que perjudicó a muchos y le cambió su marcha.
Tiempos de absolutas restricciones donde hasta el fútbol, que había comenzado oficialmente en 1.929 con la fundación de la Liga Cultural y su primer Torneo que ganó All Boys, debió interrumpir su actividad porque ni para la pelota tenían. Es así que entre Estudiantes, Santa Rosa y Belgrano junto a All Boys fundan el Base Club que funcionó en el edificio de dos plantas en calle Yrigoyen frente a la Plaza. Allí los vecinos unieron esfuerzos organizando reuniones sociales bailables, culturales, deportivas donde hubo funciones de cine y hasta algún festival del guante.
Y hasta tuvieron tiempo para situaciones insólitas como aquella vez que un intendente socialista, Víctor Lordi, anunció la bandera de remate a los vecinos deudores entre ellos a la mismísima Iglesia Católica. Ni que decir del revuelo que se armó entre los fieles que a duras penas juntaron el dinero como para que se llevaran la bandera roja.
A partir de los 40 las actividades comenzaron a normalizarse hasta que en los primeros años de los 50 con la llegada del justicialismo al poder, el Territorio de La Pampa Central pasó a ser provincia con el nombre de Eva Perón. El primer gobernador constitucional resultó ser el piquense Dr. Salvador Ananía que ejerció su mandato en el hermoso edificio de Pellegrini y Quintana.
La pequeña ciudad siguió su destino con el asfaltado de calles y la construcción de un inmenso edifico en las afueras por entonces, que dio lugar a la Escuela Hogar a donde comenzaron a llegar chicos desde los más recónditos lugares de la provincia en busca de cultura y educación.
Y así comenzó otro tiempo al ritmo del país, el que andaba a pie o a caballo se compró una bicicleta, aparecieron las Motos Puma y para trabajar la industria nacional pergeñó las recordadas Justicialistas, que eran pequeñas camionetas accesibles a los trabajadores.
Así y todo Santa Rosa no pasaba –como dijimos- en los finales de los 50 los 26.000 habitantes. Todos nos conocíamos, nos saludábamos y la “Vuelta al perro” en la Plaza San Martín era paseo obligado de la juventud girando las chicas en sentido contrario al de los muchachos, de donde surgieron tantas historias de amor, como en los bailables de los clubes para todos los gustos. Los que bailaban en All Boys debían ir de riguroso saco y corbata y si cuadraba perfumados; los que concurrían a Penales, San Martín, Sarmiento o Argentino por ejemplo eran “pueblo” e iban como podían.
El fútbol era la gran atracción del domingo en el Viejo Centenario y allí los de mi generación vimos a Huracán, Ferro y Boca Junios en el 59, que fue un verdadero suceso, a los pibes nos parecían super hombres aquellos famosos que solo conocíamos por figuritas y eran nuestros ídolos. En el 60 vino River para jugar un sábado de julio en la vieja cancha de Estudiantes, que supimos ver con alambre tejido en sus arcos en lugar de redes. Un día el inolvidable Negro Gallego pinchó la pelota clavándola en el mencionado elemento que hacía de red.
Nostalgias de otros tiempos
Pucha que linda fue aquella vida, tranquila como agua de tanque, sin violencia, sin llaves en las puertas del frente, la gente dormía por las noches con las ventanas abiertas a la calle para ganarle al calor de los veranos de más de 40 grados. Los chicos como blancas palomitas cruzaban las calles alegres y libres de temores para ir a sus escuelas, en principio de Niñas frente a la Plaza San Martín y la de Varones en el viejo y querido edificio de calle Lisandro de la Torre, además de los Colegios de Hermanas, el María Auxiliadora, y el Don Bosco, en donde había pupilos de toda La Pampa.
Por eso, los “viejos” vecinos que vivieron aquellos tiempos de carencias pero con altos valores morales y bastante ingenio para alegrar sus días, este 22 de abril será de recuerdos gratos y añoranzas. Y volverán aquellos queridos, personajes de la historia centenaria que hoy son estrellas en el cielo para alegrarnos por un momento el corazón. Ya no está el legendario Tito Ninfus para despertarnos bien temprano a la mañana con sus bombas para anunciarnos un nuevo aniversario, ni el Cholo Alvarez con su decir florido para alegrarnos el día, ni el querido Pototo vendiendo cotorritas, ni el Negro Castillo peleando con el Oso del Circo. Hoy son otros los que se “roban” la atención por estos tiempos.
Por eso, a la juventud que significa la esperanza y a todos los vecinos que día a día forjan su destino ¡Salud! en este día y ¡Feliz 132 Aniversario a mi querida Santa Rosa!.
Juan Carlos Carassay, locutor y periodista. Más de 50 años de pasión por la comunicación y el deporte juancarloscarassay@gmail.com
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