Millones de litros de tinta en todo el mundo; billones de palabras hermosas o acusadoras y otras tantas imágenes que iluminaron el mundo, han surgido para explicar el fenómeno que significó la vida de ese chico nacido en la pobreza de Villa Fiorito y catapultado al mundo como un suceso deportivo y social difícil de comprender.
Es que la leyenda y mito de «Pelusa» significan un suceso irrepetible por sus connotaciones extra futbolísticas que tanto ocuparon a gente común, neófita o filósofos que explicaron cómo pudieron este acontecimiento inédito, desde los famosos Cebollitas a su aparición en Argentinos Js. Un denominador común explica claramente su historia como la de tantos que caminaron un sendero común: la miseria, las privaciones, los sacrificios de una familia para salir adelante, unidos por el sentimiento peronista y rebeldía innata ante descriptas circunstancias.
«Que querés – nos dijo un día, para explicar sus errores- si a mí me pegaron una patada en el culo y desde Fiorito aparecí encandilado por las luces de Europa». Estas líneas sólo tienen la intención de recordar al futbolista fenomenal que yo ví y traté durante todo un mundial, diez días en Australia, algunos en La Pampa y tantos partidos relatados cuando Boca y la Selección lo tuvieron como estrella fulgurante.
En principio digo que bajo la misma persona no hubo un solo Maradona, sino varios. Cuando estaba bien les aseguro que era un tipo sensacional, dicharachero, alegre, solidario, siempre listo para ayudar, con trato igualitario para todos. Daba gusto estar con él pero al instante podía increpar por alguna circunstancia que creía injusta, a quien se le cruzara.
«El célebre escritor Eduardo Galeano lo describió como el Dios más cercano a los humanos»
Tenía un repertorio de palabras justas, risueñas al fin como:«se te escapó la tortuga»; «tenés menos calle que Venecia»; «cuando era chico, la única moneda que teníamos había que dársela al cura», «Macri es el Cartonero Baez» y tantísimas más que provocaron en su momento, el beneplácito o repudio de la gente.
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El célebre escritor Eduardo Galeano lo describió como el Dios más cercano a los humanos; Dios porque fue tratado como tal por muchos hasta formar la Iglesia Maradoniana y porque fuera del fútbol se mostró mujeriego, vago, mentiroso, soberbio, capaz de pasar cualquier límite (imperfecto al fin).
Diego no supo de barreras para humillar a presidentes de Estados, de FIFA, de AFA, de cuánto «bicho» que se cruzara, así sea el mismísimo Papa por las riquezas del Vaticano y luego aceptar ser recibido en audiencia.
Están muy frescos los recuerdos de aquellos días con idas y vueltas. Desde el lejano partido de principios de los 80´ un viernes por la noche lloviendo en la Bombonera ganándole a River con un golazo a Fillol, al último que jugó, pasaron muchas cosas.
Lo que sí puedo decir es que debe haber sido muy difícil para él soportar 60 años seguidos sintiendo el asedio de hinchas y «plomos» que lo molestaban sin querer. Subía a los aviones solo después de que todo el pasaje se ubicara, incluso sus compañeros. No podía comer con ellos en hoteles abiertos por la gente no lo dejaba pidiendo fotos y firmas como mínimo. No podía salir a la calle en definitiva y lo despertaban a cualquier hora al grito de «Maradó…Maradó…Maradó…».
Conocí a la mayoría de las máximas estrellas de la época empezando por Pelé pero ninguno de ellos debió soportar semejante idolatría, por eso comprendí el fenómeno Maradoniano. En lo extrictamente futbolístico tuvo una personalidad que no mostraron los más grandes…Se cargaba el equipo al hombro y sacando pecho enfrentaba y apilaba gente en cada partido.
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Seguro que entró definitivamente en el corazón de los argentinos por su actuación en los mundiales de México 86 e Italia 90, donde tuvo el mérito de «unir» a los argentinos en tiempos «revueltos», mezclando patriotismo con fútbol, sentimientos no necesarios.
Hoy debía celebrar su cumpleaños 61. El destino, la vida, la muerte quisieron que no los celebrara en esta vida y se fuera solo, ¿abandonado? enojado con el final que le tocaba. Justo él, que convocó multitudes, que hasta fue llamado Dios por algunos.
Lo cierto, e irremediable, es que hace un año exactamente moría el hombre, con virtudes y miserias, pero al instante nacía la leyenda. La leyenda de Diego Armando Maradona.
Juan Carlos Carassay, locutor y periodista. Más de 50 años de pasión por la comunicación y el deporte. juancarloscarassay@gmail.com
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