En este año de Juegos Olímpicos y Paralímpicos, cuánto todo el mundo habla de estos mega acontecimientos , es bueno recordar que La Pampa tuvo su atleta. Nuestra bendita provincia tuvo un representante muy digno en estas justas del deporte, que aún hoy ostenta el récord de participaciones por la Argentina, tanto que intervino en 6 Juegos durante 32 años.
Honorio Romero. Deportista, historiador, Profesor de Educación Física y Maestro Normal, medallista Paralímpico Mundial y Panamericano.
Hijo de una apreciada familia de inmigrantes españoles compuesta por varios hijos, nació en Santa Rosa el 29 de mayo de 1925. Atleta por excelencia, al igual que su hermano Luis, representó un orgullo pampeano durante mucho tiempo.
Cuando tenía 22 años marcó récord provincial en lanzamiento de bala y pasaron 13 años hasta que un atleta de Trenque Lauquen batiera su marca. Recordaba Honorio que cuando tenía 10 años ya sentía la pasión deportiva y tenía presente esa fecha porque un día de 1935 mientras jugaba al básquet, se enteró de la muerte en accidente aéreo de un tal Carlos Gardel. El accidente cambió su vida.
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En el comienzo del caluroso verano del 49´, el joven funcionario municipal de 24 años, sufrió un quiebre fundamental que comenzó con una tragedia y terminó con una vida cargada de triunfos, reconocimientos y halagos bien ganados, significando un canto a la esperanza y un ejemplo que se instaló para siempre en el corazón de quienes fuimos testigos de sus bondades.
El accidente. Su auto había volcado regresando de Toay y como resultado, sus piernas, esas que lo habían sostenido tanto como destacado atleta, ya no volverían a caminar. Aunque habrá pasado momentos muy amargos, Honorio, siempre mostró un carácter especial, muy alegre, como su hermano Luis, lo que significó, por lo visto, un bien de familia.
Hizo un culto a la amistad desde siempre. En público, a toda hora, mostró un espíritu jovial. Aunque fuera con un mínimo presente o una tarjeta informando de sus triunfos por el mundo, nunca se olvidó de quienes como yo, nos sentíamos orgullosamente sus amigos.
Una campaña brillante. Su actuación mundial fue impresionante, casi inigualable, desde una silla de ruedas. Hizo 35 viajes internacionales, conoció 48 países. Participó y ganó en 8 Campeonatos Panamericanos, compitió en Campeonatos Mundiales representando dignamente a nuestro país donde fue reconocido como Maestro del Deporte por sus logros.
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Su historia en los Juegos Paralímpicos
Honorio Romero participó con Argentina de la Primera Edición de los Juegos, celebrada en Roma y de la que participaron 400 atletas. Aquella vez, Angelo Giusseppe Roncalli, consagrado como Obispo de la Ciudad Eterna y Papa de la feligresía Católica, le entregó una impresionante Medalla de Oro con una larga cinta roja que tuve en mis manos.
Su segunda participación fue en 1964 en Tokio, en dónde Argentina fue 8va. entre 20 países, obteniendo con 26 deportistas (21 hombres y 5 mujeres) 37 preseas. Los varones lograron 19 medallas y las damas 18 con 4 Oros.
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Honorio Romero conquistó en la tierra de Hirohito, las medallas de Plata en Single y en Doble de Tenis de Mesa, uno de sus fuertes. Fue la mejor actuación de la historia para Argentina con 6 de Oro, 15 de Plata y 16 de Bronce. En final individual perdió con el inglés P. Lyall en gran partido.
Pasaban los años y ese atleta de las pampas argentinas seguía compitiendo. Llegaron los Juegos de Toronto (Canadá) en 1976 y Honorio brilló en todo su esplendor ganando la Medalla Dorada en Jabalina de Precisión.
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Cómo señalabamos antes, fue el atleta argentino que tiene el récord de 6 participaciones en 32 años de competencia, lo que significa en sí un orgullo para todos los pampeanos. Finalmente y cuando contaba con 71 años de edad, compitió en el Campeonato Mundial de Tenis de Mesa en la fría tierra de Noruega donde consiguió un honrroso 15* lugar entre 203 competidores.
«Sin miedo a perder ni temor a ganar» solía decir, y agregaba: «Siempre tener presente que la esperanza jamás abandona a quién busca».
Honorio Romero, el ciudadano
Siempre preocupado por la «cosa pública», el Profesor, vivió preparando alumnos pero tuvo tiempo para fundar o participar de entidades de bien público, entre tantas la Asociación Santarroseña de Tenis de Mesa y el Grupo Vocacional Yapay.
Dirigió equipos deportivos incluyendo el Básquet en el Club Atlético Santa Rosa. Hasta que un día, su capacidad conductiva hizo que el Gobierno Provincial lo reconociera con el cargo de Director de Deportes.
Mi hermano Luis. Honorio tuvo dos hermanos mayores: Luis y Lázaro pero con el primero compartió siempre el deporte. Un extraordinario atleta en su tiempo, Luis Romero. En la década del 40´uno de los principales diarios de Buenos Aires lo sacó en portada consagrándose Sub Campeón Sudamericano. Practicó varias disciplinas. Atento, inteligente, buen amigo. Lo acompañé hasta sus últimos momentos y cada palabra suya significaba una enseñanza de vida.
Honroso el escritor y maestro eterno. Su inclaudicable espíritu hizo que un día, siempre acompañado por su fiel y amada esposa Mary, -a quién piropeó en un vuelo y luego no se separaron jamás-, viajara a las irredentas Islas argentinas ,antes de la guerra y luego publicara por los 80, el libro Historia y vida de nuestras Malvinas.
Su legado. Recordar por estos tiempos a Honorio Romero significa reivindicar el esfuerzo humano y sus ansias de superación. Cuando la vida te dé un zarpazo feroz que te aniquile, será necesario retemplar fuerzas, creer en ellas y andar por la vida de frente, como repetía seguido: «Sin miedo a perder ni temor a ganar» y agregaba: «Siempre tener presente que la esperanza jamás abandona a quién busca».
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Murió un triste 25 de marzo de 2001, a los 75 años, y me quedé con la paz de haberlo acompañado hasta el final. Su paso por este mundo fue un ejemplo permanente, un canto a la esperanza, de quién tuvo una vida digna, de luz interior y paz en el corazón que le permitió partir en libertad y sin rencores.
Mano a mano, junto a su lecho de enfermo, y cuando Honorio y nosotros sabíamos que el fin de la carrera estaba ahí para él, me dijo sin dolor y sin rencores aunque con una mueca de nostalgia y entrega a Dios: «No se por qué, con tantos adelantos, los médicos no han podido quitar todavía el dolor a los enfermos». Yo intuí en aquel momento duro, que Honorio también sentía ese flagelo que le mordía cuerpo y alma, pero su grandeza de espíritu no le permitía aflojar y por eso, como decía siempre, no tuvo miedo a perder ni hasta su propia vida. Un ejemplo enorme que me acompañará mientras viva.
Juan Carlos Carassay, locutor y periodista. Más de 50 años de pasión por la comunicación y el deporte. juancarloscarassay@gmail.com
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