Escribir sobre maltrato infantil no es fácil. Y no es fácil –entre otras cosas- porque el concepto evoca una de las peores escenas que ofrece el campo jurídico en su extensión y sobre la que los profesionales que trabajamos en ese ámbito, debemos implicarnos con la mayor de las responsabilidades.
Escribir sobre maltrato infantil después de Lucio resulta prácticamente una obligación moral. Se lo debemos a él, que tuvo que pasar –desprotegido por el Estado– por una sucesión de aberraciones infernales hasta alcanzar la paz. Escribir sobre maltrato infantil y colaborar en la difusión de la temática se torna entonces un deber.
Podríamos así preguntarnos, qué ha cambiado después de la sanción de la ley 27.709 conocida como Ley Lucio y que conduce a quienes trabajan en las distintas áreas del Estado a transitar una capacitación de carácter obligatoria a los fines de visibilizar el maltrato infantil y desnaturalizar prácticas violentas contra los niños y niñas.
El 25 se conmemoró el Día Internacional de Lucha contra el Maltrato infantil, una fecha instituida por UNICEF para crear conciencia en la sociedad sobre la necesidad de erradicar todo tipo de violencia contra las infancias y adolescencias.
La respuesta parece obvia. Las distintas instituciones, públicas y privadas –escuelas, hospitales, y la institución judicial misma- se encuentran hoy más atentas a los signos de alarma que puedan aparecer en la población más vulnerable.
No obstante, si lleváramos la pregunta aún más lejos: ¿qué ha cambiado para nosotros, en nuestra vida cotidiana luego de Lucio? Sin lugar a dudas, la sociedad ha avanzado en la de-construcción de uno de las creencias más popularmente extendidas sobre la que se funda la civilización: la idea de que no hay nada mejor para un niño o niña que vivir con su madre.
Estas creencias han llevado la cosa tan lejos que instituciones de control social albergan en su interior –y como muestra de orgullo- cárceles en las que las madres pueden vivir –presas- con sus hijos. Vale decir, la creencia de que nada puede ser mejor para un niño que vivir con su madre, ha conducido a la sociedad a sostener la barbarie de un penal en el que hay niños y niñas privadas de su libertad –sólo porque se cree que el mejor lugar para ellos es al lado de su madre.
Si algo hemos aprendido después de Lucio, es que una genitora no necesariamente es madre y que un niño, no necesariamente se desarrolle en estado de bienestar psicofísico al lado de aquélla.
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Ahora bien, cuestionar estas creencias fundantes del psiquismo y de la sociedad misma, es responsabilidad de cada uno; luego, el Estado también tendrá que hacer su trabajo a fin de de-construir instituciones y prácticas siniestras donde los más pequeños crecen al abrigo de una madre que los priva de jugar y desarrollarse en libertad.
Un niño o niña no puede dormir en la calle, crecer en la calle, vivir en una cárcel, desarrollarse privado de la libertad.
El maltrato infantil tiene como expresión más cabal la violencia física y psicológica sobre la que la ferocidad del caso Lucio nos esclareció a todos de forma brutal. Sin embargo, hay prácticas cotidianas en las que la situación de desamparo en la que quedan algunos niños y niñas que viven con sus madres –en las más dramáticas condiciones de existencia material y subjetiva- no han sido aún visibilizadas como tales. Frente a ello es nuestra obligación desnaturalizarlas. Un niño o niña no puede dormir en la calle, crecer en la calle, vivir en una cárcel, desarrollarse privado de la libertad.
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Los niños y niñas tienen derecho a un nombre, a una alimentación, a una vivienda, a ir a la escuela, a crecer y desarrollarse libremente. Si esos derechos pueden cumplirse junto a su madre, enhorabuena, si no, todos tendremos que entender de una vez que no necesariamente, estar con quien lo ha traído al mundo, resulte lo mejor para sí. Convalidar desde el Estado escenas de privación de derechos, también es maltratar.
Verónica Llull Casado es Dra. en Psicología, especialista en Psicología Forense. Docente e investigadora universitaria.
Para atención, asesoramiento y contención para niños podés llamar a la Línea 102. Un servicio gratuito y confidencial, de atención especializada sobre los derechos de niñas, niños y adolescentes.
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