“Hablando se entiende la gente”, pero ¿de qué forma hablamos abogados, jueces u otros funcionarios judiciales? ¿Cómo comunicamos lo que queremos decir? ¿De qué manera decimos lo que queremos contar?
Este, entre otros, es un punto más que importante cuando de derechos se trata. Más aún, cuando un juez escribe sus sentencias, porque, como se suele decir: “los jueces hablan a través de sus sentencias”.
Es fundamental pensar en el destinatario, a quién va dirigido lo que se quiere comunicar, pensar en la persona sobre la que se toma esa decisión, así quien lee, por ejemplo una sentencia que define situaciones y circunstancias de su vida, pueda hacerlo con una simple y sencilla lectura y comprender sin necesidad de “traductores ni subtitulados”.
Las personas que integran el servicio de justicia, están (hace un tiempo) modificando la forma de comunicar, traspasando de lo rígido e inflexible, a lo simple y claro. Saber comunicar con un lenguaje fácil, no es tarea sencilla pero sí imprescindible, por dos razones: primero porque esa decisión que, habitualmente involucra cuestiones sobre relaciones de familia, patrimoniales o de libertad, afecta a quien lee la sentencia, el interesado, el protagonista, y quién más que éste debería poder comprender lo que de él se dice. Esto no significa que el tecnicismo jurídico se pierda y lo dejemos de lado, no, para nada, pero sí “hacerla fácil”.
La segunda de las razones es quitarle vallas al idioma, hace ni más ni menos que al acceso a la Justicia. Escribir con palabras difíciles y poco claras es, cuanto menos, violento para quien lo lee y no puede saber qué se está diciendo de él.
Hace unos días, en el marco de una sentencia de adopción, una jueza de la provincia de Río Negro, de la ciudad de General Roca del Juzgado de Familia N° 16, escribió en su sentencia unas palabras dirigida a la niña de 12 años sobre quien se definía su adopción, por lo que decidió redactar un fallo donde le habló directamente a la niña, diciéndole: “Quiero que sepas que quienes estuvimos acompañándote en todo este camino (las chicas del equipo técnico Mirta, Anahí y Patricia, a quienes vos conoces muy bien; las personas del CAINA, Liz que es la defensora de niños y niñas como vos, Diego que es tu abogado y yo) estamos muy felices de haberte conocido. Después de todo este tiempo que ha pasado desde que estuviste en el CAINA y luego empezamos este proceso de conocer para irte a vivir con ellos, llegó el momento de definir si querías que sean tu mamá y tu papá para siempre. Como me dijiste en la charla que tuvimos hace unos días, vos querés que ellos sean tus papás, aunque también querés seguir viendo a xxx (nombre del padre biológico) y por ahora querés seguir llevando su apellido. Por eso, con esta nota que se llama sentencia, vamos a hacer lo que me pediste”. Finalmente, la jueza cerró la sentencia diciéndole: “Si en algún momento querés cambiar el apellido y llevar el de tus papás, me avisás y lo podemos hacer. Estamos muy felices de haberte conocido y nos pone muy contentos que hayan formado esa hermosa familia, sabemos que te quieren muchísimo y vos a ellos y que te van a cuidar y amar siempre. Cualquier cosa que necesites podes pedir hablar conmigo, si tenés alguna duda o querés preguntarme algo. Te mando un beso enorme”.
Es la manera de acercar la justicia a las personas, más aún cuando se trata de niños o adolescentes, de humanizar las relaciones, y sobre las que el derecho tiene que decidir. Entendido el derecho como una práctica social el camino es, sin dudas, el lenguaje simple y llano.
Hablar claro, es nuestra responsabilidad como abogados o servidores de Justicia. De esta manera logramos que todas las personas tengan acceso a conocer por sus propios medios las decisiones que sobre ellas se toman, conocer sus derechos y así poder reclamarlos.
¡Hablemos fácil “che” que no es difícil!
María Eugenia Pagés. Abogada. MSL Estudio Jurídico.