“Respirá, no dejes de respirar”, dice Gustavo y me hace las señas de inspirar y de exhalar. Las repite. Me habla de la importancia de mantener la respiración abajo del agua, dice que no es fácil, pero que en un momento se vuelve automático. Además, me dice que también tengo que estar muy atenta a las señas que me vaya haciendo.
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Gustavo Suárez es un reconocido fotógrafo pampeano y lleva adelante Aquapampa, “la mejor escuela de buceo de La Pampa”, dice entre risas porque es la única escuela en el provincia. Arrancó con la iniciativa hace 12 o 13 años y hoy tiene alumnos en Santa Rosa, en General Pico y es el buzo encargado de llevar adelante la Cava subacuática del Río Colorado.
A Gustavo le apasiona la fotografía y siempre miró muchas películas y documentales vinculados a la naturaleza, a los mares y a los océanos. Después de atravesar cuestiones familiares muy duras en las que tuvo que salir adelante con sus dos hijos muy chicos y con terapia, encontró en el buceo y en las profundidades una especie de refugio.
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En ese momento, Gustavo trabajaba como corresponsal del Diario La Nación y viajaba mucho. En uno de esos viajes a Puerto Madryn, no lo dudó: hizo su bautismo de buceo en el mar. Al poco tiempo descubrió que el buceo y enseñar a bucear eran su terapia y hoy es otra de sus pasiones.
“Siempre fui aventurero, de querer hacer cosas nuevas, distintas y emocionantes. Antes hacía mucha montaña hasta que en un momento el buceo llegó a mí o yo llegué al buceo, no sé, lo que sí sé es que llegó casi sin querer. Yo iba a Puerto Madryn a trabajar como fotógrafo y veía que se buceaba. Me decía que algún día lo iba a hacer. Hasta que un día hice un bautismo en el mar. Ahí me encantó. Después viaje afuera y pude hacer un par de bautismos más, con muchas más vida, más visibilidad, agua más calentita, más lindo todavía. Así que eso me terminó por decidir. Volví y de a poco arranqué”.
Gustavo Suárez
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Gustavo me invita a la pileta de Médanos Verdes donde voy a hacer mi bautismo de buceo. Parece que así se le dice a las primeras veces que se hace buceo ya sea en pileta, en el mar o dónde sea. Lo único que tuve que llevar fue mi traje de baño y una toalla, el resto de los elementos me los iba a dar Gustavo.
En la pileta es más tranquilo, no hay fauna, la profundidad es baja y da la sensación de que es más relajado. Cuando llego a la pileta, Gustavo me espera con su remera de Batman. Parece que en La Pampa, Gustavo es una leyenda, una especie de superhéroe del buceo.
“Cuando arranqué en La Pampa no había nadie que enseñara. Hice todos los cursos, todo lo que había que hacer, pero para eso tenía que viajar casi siempre. Era viajar, instalarme unos días y arrancar con un curso. Primero fue el nivel inicial de buceo y después quería un poquito más. Entonces otro curso y así. Pero en un momento o se terminaba ahí y seguí por mi cuenta o me volcaba a la parte profesional del buceo. Medio por inercia y aún sin intenciones de trabajar en esto, pero por la curiosidad y viendo que acá podía haber gente con ganas de hacer esto, hice el curso de instructor y empecé a armar todo esto que todavía estoy armando aunque ya llevo como 12 años o más”.
Gustavo Suárez
Gustavo me pide que me pare frente a él y me muestra todos los elementos que me va a poner para bucear. Me cuenta que el tanque está lleno de aire, me muestra las antiparras, la tráquea por la que voy a respirar y me pide que respire. Respiro. Todavía sin las antiparras es raro respirar por la boca. Me dice que en el agua ya uno no piensa en tener que respirar, pero que respire y que no deje de respirar.
Le pone shampoo a las antiparras para que no se empañen abajo del agua. Me explica todos los ejercicios que voy a hacer, me muestra las señas con las que nos vamos a comunicar y que si no hago lo que él dice le tengo que comprar un fernet. Se ríe. Parece que es uno de esos chistes clásicos que le hace a todos sus alumnos.
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Como estamos en un lugar en el que el buceo y las actividades acuáticas no son muy comunes, aún después de esos más de 12 años de la creación de la escuela de buceo en La Pampa, todavía hay mucha gente que no sabe de su existencia y de que puede hacer el curso de buceo acá sin tener que estar muchos días afuera, como tuvo que hacer Gustavo en su momento.
“Es un poco un trabajo, pero también es una terapia. Una forma de respirar. Más allá de que respiramos abajo del agua, es como un respiro en mi vida que me hace muy bien. También me permitió conocer un montón de gente y viajar. Siempre me gustó mucho viajar y esto me lo permitió aún más”.
Guastavo Suárez
Me meto en la pileta climatizada. Gustavo me pone el chaleco, unas plomadas, el tanque de aire, las aletas o patas de rana y de a poco me vuelve a explicar todos los ejercicios. Me meto abajo del agua y respiro. Es raro respirar así, pero es cierto que la calma ahí abajo es muy distinta que en la superficie.
No puedo imaginar cómo es nadar entre pececitos, mantas rayas, tiburones o ballenas. Pero sí puedo entender esa calma de la que habla Gustavo, porque el tiempo y las distancias abajo del agua se viven de una manera muy distinta. Es más, no sé cuánto tiempo estuve en la pileta. Yo solo me desplazaba con un suave movimiento de las piernas.
Gustavo prepara a sus alumnos con varias clases. El curso se arranca en Santa Rosa o en General Pico, en pileta. Ahí se dicta una parte de teoría y cuando se cumple con las dos instancias se hacen unos buceos en aguas abiertas. “Los lugares a los que vamos son Puerto Madryn, Puerto Pirámides y Bariloche. Sino vamos a un lugar de Brasil que también tiene características especiales es un lugar muy amigable e ideal para terminar el curso”.
Una vez terminado el curso, Gustavo propone anualmente otros destinos. Hay lugares más tranquilos y hay otros lugares con algunas características de oleaje o mucha corriente que requieren tener un poco más de experiencia para poder manejarse más tranquilo y disfrutar más.
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“Conocer gente también es muy importante. Los buceos duran 40 minutos, viajemos donde viajemos. Podés hacer más de un buceo, pero hay un montón de tiempo más allá del buceo. Entonces, no es solo la actividad específica en el agua, sino también la gente que se vuelca a hacer esto, es gente con las mismas ganas. Generalmente se forman grupos muy lindos y el buceo los acerca y genera nuevas amistades. Eso también me gusta y me hace muy bien”.
Gustavo Suárez
Nado de punta a punta de la pileta sin esfuerzo. Gustavo nada conmigo y con señas me pregunta si estoy bien. En ese contexto siempre se está bien. De nuevo, no puedo ni imaginar lo que son esas primeras sensaciones de estar en un mundo nuevo, que debe ser lo que se siente cuando uno bucea en el océano.
“Bucear es meterte en un mundo totalmente nuevo. Por más que estés a dos, cinco, diez metros de tu hábitat natural, esas sensaciones son importantes y movilizadoras porque estás como si fuera en otro planeta. El océano es inmenso, los mares y océanos ocupan más del 70% de la superficie terrestre. Hay más agua que tierra. Todo eso es en gran parte inexplorado. Si te gusta la actividad todo te sorprende. Bucear con un pececito, con lobos marinos, bucear con una ballena de 15 o 20 metros, con un tiburón o con mantas gigantes. Todo eso lo hice y todo es emocionante”.
Gustavo Suárez
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Para bucear lo único que se necesita es tener ganas y un buen estado de salud. No hace falta ser un atleta o tener un súper estado físico. Además, está abierto a casi todas las edades. El curso se puede hacer a partir de los 10 años. Y para arriba no hay límite. “Tengo gente que ha buceado conmigo de 70 años y andan perfecto. Es una actividad muy relajada y tranquila”.
Además de la respiración y de las señas, está el silencio. El silencio solo se interrumpe con las burbujas de mi respiración. Ese silencio es cautivante. La clase se termina. Ahora se siente raro volver a la superficie, a los ruidos de la calle, a las voces, al tiempo. Vuelvo a respirar por la nariz y salgo de la pileta completamente relajada, con ganas de más, con ganas de una nueva aventura.
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