Un 2 de enero del año 1995, a sus 19 años, Julio César Zorzi abrió las puertas del Kiosko Líder en Santa Rosa. En el garage de su madre. Rodeado de amigos y familia. Enfrente, la farmacia del hermano.
“27 de mis 46, el 60% de mi vida, adentro del kiosco. Con historias y películas de varios colores y géneros.” Casi todo sucedió “en estas baldosas” relata Julio. Hasta a su mujer la vio por primera vez acá.
El logo del local parece el de un superhéroe de otro planeta. Y hay mucho de eso por aquí. Un club de revistas, una obra solidaria, grandes promociones, y un pequeño lugar en donde podés encontrar -casi- todo. Y varias excentricidades más para un negocio de su tipo, que lo hacen muy especial.
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Coaching, un manejo casi empresarial, ideas novedosas constantemente. Julio no se aburre jamás. Tampoco los clientes. Se los llama por su nombre, y se los recibe con alegría con saludos por micrófono. Algunos sólo pasan a tocar un cuadro gigante de Jesús para pedir alguna intención -muchos dicen que trae suerte-.
Un negocio con espíritu, y de barrio, en pleno centro.

Los amigos, la familia
Todo aquí desafía lo tradicional, y lo mejora. Eso llama la atención. Desde este año Julio sólo abre el local hasta las 14 horas.
“Cambié un paradigma comercial por capital vivencial” nos explica, “ayer a la tarde estuve tres horas con mi familia en un parque tomando aire” Antes llegaba a las 10.30 de la noche y no sacaba ni la basura. “El año pasado me pasaron varias cosas, estuve en casa 10 días seguidos y ví todo lo que hacía mi mujer…y cambié los horarios para estar más presente”.
Todos son parte. Un amigo que vive en Italia diseñó los muebles, Guillermo GianForte, cada vez que anda por acá lo visita y se ponen al día. Un vecino que casi llega a los 90 años recorre los negocios del barrio para comparar precios e ir avisándole si “están bien los números”.
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El hermano Héctor “que cada vez que venía de Buenos Aires lo molestaba para cambiar cosas de lugar.” El papá «Don Héctor, repartiendo revistas en bicicleta por toda la ciudad, y miles de veces yendo a llevar la quiniela.” La mamá, Margarita, “cubriendo las siestas durante años y salvándote de verdad de la quiebra inminente”. Ana, su hermana “contagiando alegría en las mañanas acompañándote en varias estaciones.”
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Hasta que un día… “Apareció Pame, la clienta que perdiste, para que Julito ganara a su Mujer, quien contenía dos pequeños milagros llamados Alma y Santino: nuestros hijos.” La vio por primera vez por las cámaras del local, cuando él era gerente. Y no se separan.



Escucha
El paso de gente es incesante. La oferta de productos -y promociones- también. De repente, por los parlantes, se escucha como Julio va saludando, y avisando a los que esperan afuera que pasen. Al que ya conoce, lo presenta al resto: “Buenos días, él es Raúl. Buena gente, vecino del barrio. Denle la bienvenida” así presenta al cliente que llega.
Julio pregunta, ofrece, vende, está, pone la oreja. Atiende de a dos o tres personas en simultáneo. Y para todos tiene un momento y unas palabras. Un kiosco es también un lugar de escucha. Hace poco se había suicidado el hijo de la amiga de una clienta “cada cual tiene que cargar su cruz” le dijo, y ella se fue con una reflexión en su corazón.



Sentido
Tres etapas en casi tres décadas: “estuve frente al mostrador muchos años, luego administrando como gerente –llegó a tener 5 empleados– y –crisis económica de por medio– en el 2020 volví detrás del mostrador”.
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Le costó mucho. “Me sacaba. Me ponía nervioso. Pero encontré un socio: la solidaridad. Un camino cónico. Cada vez que lo vas transitando se va abriendo” describe, y se le llenan los ojos de lágrimas. Su hija, Alma, estuvo ahí al lado esos primeros días para acompañarlo.
Nos cuenta que lo inspira la vida de Enrique Shaw “un empresario argentino que hablaba mucho con sus empleados, conocía cada historia y siempre tenía un tiempo para cada uno y les metía ´una fichita cristiana´” nos cuenta. La Iglesia inició su proceso de canonización en el año 2021.
Alguien le dijo a Julio una vez: “para ser Santo tenés que ser el mejor en lo que estás haciendo. Ése es el camino.” Y con ese empujón volvió solo, al frente del kiosco, con todo.
Reconocer, su obra solidaria
Empezó con anotaciones en un cuadernito. Nombres de clientes dispuestos a donar dinero para combustible. Con un grupo de amigos viajaban al oeste pampeano, al paraje Chos Malal, a llevar donaciones.
El cuaderno sigue hasta hoy sumando objetivos, nombres, y donaciones.
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Ahora están juntando ladrillos para construir un SUM para el Barrio Santa María de La Pampa con Ex Alumnos Don Bosco, y sumando gente que sepa diferentes oficios y profesiones para enseñar.
Durante la pandemia su kiosco fue noticia. Armó un “changuito solidario” y lo puso en la vereda. La gente podía dejar cosas, y a las vez llevarse lo que necesitara. Con total libertad. Todavía hoy, detrás del kiosco, hay pilas de ropa y donaciones que siguen llegando y se reparten en colaboración con su amigo Mauricio Dadán.
Reconocer, es el nombre que le puso a su trabajo solidario. Es un palíndromo: se lee igual por donde se lo mire, hacia atrás y hacia adelante. “Se trata de ver todo lo que uno tiene en la vida y agradecer” explica Julio, emocionado, orgulloso, y agradecido, como cada día de su vida.
Kiosco Líder Av. España y Mármol, Santa Rosa, La Pampa. WhatsApp +54 2954 643847
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