—Vení, pasá, es chiquito, pero me encanta. Te estaba esperando, ¿tomás mate? Lo armo de nuevo porque este ya está re lavado. El baño está por allá. Querés compartir sino te traigo otro. Vos sentate acá, ¿estás cómoda? Cualquier cosa me decís. ¿Y tus manos? Veo que no le das mucha importancia. Con mi hermana tengo el mismo problema. Mi hermana es secretaria, trabaja en una oficina y no puede andar con las manos así, sobre todo teniendo una hermana manicura.
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En Cbella Caro Caquineau (39) te recibe siempre con una sonrisa, con los ojos rosas y los labios pintados, de punta en blanco, con el mate listo y la oreja preparada para escuchar lo que sus clientas tienen para contarle. Ella en su local es feliz.
—Mi mamá era muy así, como yo, con las uñas largas, largas, pintadas de rojo. Soy muy hincha con la estética porque creo que al verme bien todos van a pensar que estoy bien, aunque no la esté pasando bien. Tuve una vida muy trágica. Desde que nací me parece. Mi mamá falleció cuando yo tenía 14, mi hermano tenía 12 y mi hermana 8. Quedamos con mi papá, mi papá viajaba y nos cuidaban mis abuelas.
Caro ceba los mates. Está orgullosa de ese espacio que tanto le costó conseguir. Las paredes blancas y los estantes, los marcos de los cuadros y diplomas, los sillones, los almohadones, las cortinas y la mesa todo de color rosa. “Magenta”, corrige Caro. “No sé si se nota, pero es mi color favorito”, sonríe. Caro cuenta su verdad sin vacilaciones y la vida que lleva es de su propia creación.
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—Soy de Pehuajó, me casé y tuve a mi primer hijo a los 21 años. Era joven, pero mi marido era el hombre de mi vida. Nos vinimos a vivir acá, porque acá ya se habían venido mis hermanos. Al año, cuando tenía 22, quedé viuda. Quedé sola, con el bebé y sin trabajo. Era todo muy difícil. Sobreviví gracias a mi hermana, a mi papá y a mi tía, los tres pilares más importantes, que estuvieron ahí. Estuve un tiempo sola hasta que conocí al papá de Lucas, mi segundo hijo, estuvimos un tiempo juntos, después me separé, así que otra vez a remarla. Cuando estaba embarazada de Lucas falleció mi papá. Ahí tuve que aprender a remarla sin él. Era como decir ya está, basta, no sé hasta cuánto más querés que aguante porque ya no daba más.
Caro trabajaba medio día en un comercio y a la tarde estudiaba para convertirse en manicura. Siempre le gustó todo lo relacionado con el maquillaje y el cuidado de las manos. Hasta que un día supo que tenía que tomar coraje y con ese espíritu indomable tan característico de ella renunció.
Después de pasar algunos días con muchas dudas e incertidumbres, su hermano le mandó de regalo su primer kit: una cabina con un par de esmaltes de regalo. Ese mismo día, su pareja sacó un crédito y le regaló 20 mil pesos. Todo el mismo día. Caro lloraba, eran muchas emociones y oportunidades juntas. Ese mismo día se compró todo lo que necesitaba para empezar y así fue como arrancó a hacer domicilios. Siente la suavidad de sus manos y reflexiona sobre la fuerza que poseen.
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—Yo me enamoro y sueño, soy muy Susanita, pero todo lo que quería ser no era para mí. Me puse a hacer las uñas y se convirtió en mi vida. Hoy estoy en otra postura: tener mi local, mi lugar, el trabajo de mis sueños. De a poquito lo vengo logrando. Además, amo lo que hago, paso casi 12 horas por día acá y me encanta estar acá. Me encanta tener mi lugar, acomodarlo, perfumarlo, ponerle mis cosas, darle mi esencia, que todo sea muy Caro. Tengo ganas de ser feliz, de estar con mis hijos, con mis amigas, de disfrutar de mi trabajo, de estar con una clienta y charlar, porque acá vienen a sentirse bien.
Empezó en un local con otras dos personas. Al principio era solo un rinconcito. Con el tiempo, sus compañeras de local eligieron dedicarse a otras cosas y ella se quedó sola. Pero no fue un impedimento para seguir adelante, con la frente en alto y la sonrisa de siempre.
—Poner el local en el centro fue lo mejor que me pasó. Me hice un montón de clientas, clientas que hoy ya son mis amigas, amo a mis clientas. Aparte de que acá yo hago las manos, pero también charlamos y salen un montón de sentimientos a relucirse, ellas me cuentan sus historias, yo les cuento la mía, hay complicidad, nos volvemos psicólogas. Es un momento de descarga, de relajarse y disfrutar. De mi parte, hacer que se sientan cómodas con todo. Creo que todo lo que das te vuelve. Trato de ser lo mejor que puedo como persona, porque creo que todo eso me va a volver.
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A veces le llevan los diseños, otras van y se entregan a la creatividad de Caro, pero ella siempre pregunta. Quiere que todas se vayan contentas, que le digan “me encanta cómo me quedaron”. Prefiere tomarse su tiempo, darle el espacio a cada una para que puedan decidir y que se vayan felices. Porque de Cbella una siempre se tiene que ir feliz.
Abre a las 9 de la mañana y, en teoría, se queda hasta las 18, pero nunca se queda hasta las 18, siempre se queda un rato más. Caro hace esmaltados semipermanentes, uñas esculpidas, capping gel, soft gel y belleza de pies. Juega todos los días a ser una artista y una psicóloga.
Tiene un corazón fuerte y generoso. Emana una energía que la distingue. De Cbella una siempre sale más linda, porque para Caro que todas se sientan lindas es casi un imperativo. Esa es su manera de andar por la vida, con una sonrisa, como una muñeca brava, con su espíritu de guerrera, Caro, siempre bella.
Para contactarse con Caro, pueden hacerlo a través del Facebook, por Instagram. O pueden acercarse al local: Joaquín V. González 77, casi Sarmiento. Vía Whatsapp: 02954 33-2085 o por mail: caquineaucarolina@gmail.com
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