En el centro de la Ciudad de Santa Rosa, a la sombra de un mural en tonos verdes, azules y violáceos con mujeres pintadas semidesnudas tomadas de la mano, reciben a las profesoras y alumnas de Valkyria, una academia de pole dance dirigido por Eliana Rivero (38), y sus socias, Renata Cassais (26) y Ayelén Battaglia (28). «Un lugar feliz», el lema de cabecera.
El pole dance es un tipo de baile que suele estar plagado de prejuicios gracias a una mala publicidad. Este tipo de danza va más allá de lo erótico, sensual y típicamente conocido como «el baile del caño». Las ramas de la disciplina son varias: pole dance deportivo, coreográfico, exotic, fitness, entre otros. «El pole dance son muchas cosas. Es un entrenamiento completo para el cuerpo, trabaja de manera integral todos los músculos, es acrobático y además también está la parte coreográfica que eso hace que tu cerebro conecte y trabaje» explica Eliana, pionera fundadora de Valkyrira, en una entrevista con #LPN.
Ellas. Eliana Rivero, «nacida y criada» en Córdoba, estuvo siempre vinculada con la danza, practicó desde gimnasia rítmica y de alta competición hasta danza clásica y contemporáneo. Sin embargo, cuando en el 2009 descubrió el Pole Dance, sintió que ese era su lugar, «probé una clase, me fascinó y nunca pude dejar» dice la cordobesa mientras recuerda que cuando llegó a Santa Rosa se vio obligada a instalar un caño en su departamento ya que en la capital pampeana no existía ninguna academia de pole dance. «Mis amigas cuando venían a mi departamento me pedían que les enseñe ahí mismo en el departamento, y como no tenía trabajo de mi profesión y tampoco conseguía algo, me animé y decidí poner una escuela ¿Por qué no probar? se preguntó en aquel entonces. Desde ahí Valkyria no paró de crecer.
Profesoras, que, previamente fueron alumnas de Eli, pasaron a ser también sus socias. Es el caso de Reni y de Ayelén. Renata Cassais cuenta que practicó danzas urbanas y ballet en su adolescencia e infancia de manera intermitente. «Una vez me enteré que había una escuela de pole dance en Santa Rosa y no dudé en empezar, probé con Eli y me encantó, ahora enseño mi propio estilo» recuerda. Ayelén Battaglia es de Capital Federal hace tres años se mudó a La Pampa y es contadora. Dejó su profesión para dedicarse de lleno a lo que la hace sentir plena. Empezó a bailar pole dance deportivo en el 2014 y cuando llegó a Santa Rosa tuvo su primer contacto con la rama del pole más artístico y coreográfico. Ahora da clases en Valkyria y dice que es su «cable a tierra».
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Origen. El inicio del estudio de se remonta al año 2014, en un garage con poquitos caños, el primero en Santa Rosa. Eli cuenta que tenía 10 alumnas por mes. Hoy en día llega a tener 60 chicas que asisten a las clases mensualmente para empoderarse, animarse, aceptarse y desafiarse a ellas mismas. Ese paulatino crecimiento de Valkyria se puede asociar con un cambio de mentalidad y gracias a un feminismo cada vez más firme y presente. Los prejuicios estaban y se vieron a través de los números. «Costó un montón que la gente venga y se anime a probar. Recién hace dos años que hubo como un boom. El año previo a la pandemia habremos tenido alrededor de 60 alumnas, se nota un cambio de mentalidad y de prejuicios y gracias a esto se generó una comunidad copada y leal a la disciplina» menciona la bailarina.
El garage después de dos años pasó a ser un lugar acotado a comparación de la creciente demanda de chicas que querían sumergirse en el mundo del pole dance. Las tres socias, Eli, Renata y Ayelén, se «tiraron a la pileta» y alquilaron un local más grande y cómodo que el anterior. Las redes sociales, la difusión de videos, la sororidad y empoderamiento de las mujeres hicieron que Valkyria «estallara», coinciden las profesoras. Sin embargo, a raíz del confinamiento estricto ocasionado por la pandemia, tuvieron que cerrar el local. Y todo lo planeado se vio en stand by por un tiempo, hasta que el proyecto de mudarse a un estudio con tres salas y más amplio todavía, retrocedió.
Actualmente Valkyria se encuentra en la calle 9 de Julio en lo que parece haber sido una casona antigua de Santa Rosa, con techos altos y azulejos en el piso. Un estilo vintage, real.
¿Hay un impacto en el autoestima? «¡Claro que sí!» responden las bailarinas y Eliana agrega que «el problema de nosotros es la vergüenza que nos genera el otro hacia nosotros mismos, entonces cuando vos mismo te aceptás, ya no te importa mucho la mirada del otro. Esta disciplina te empodera desde el cuerpo, la actitud y la posibilidad de hacer y desafiarse».
«Las chicas cuando empiezan aprenden a adaptarse a la visión del cuerpo, a aceptarse y a conformarse con ellas mismas. Acá a nadie le importa si sos muy flaquita o si tenés rollitos o celulitis. Primero empiezan usando ropa que les tapa más la piel como una remera larga o calzas largas, pero como en el pole se necesita piel, se van sacando de a poco la ropa hasta usar un short corto y gracias a eso se van sintiendo cada vez mas cómodas con su cuerpo y las ves que cada vez se aceptan más» reflexiona Ayelén.
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Una disciplina integral. Por como cuentan lo que significa para las profesoras el pole dance, pareciera ser una terapia holística. Mente, cuerpo y alma. Todo conectado en una misma disciplina. Desde gozar la libertad de ser ellas mismas, la sensualidad, el deporte, sentirse bien de alma, ya que el espacio que se genera es de encuentros, risas y amistades, sin competitividad de por medio, hasta lo mental y coreográfico que genera un proceso cognitivo y de superación propia constante. «Es conectar con tu cuerpo, con todas sus partes», dicen.
Romper con el tabú. Ayelén explica que conseguir un local en el medio del centro de la ciudad y hacer un mural como el que está en la entrada fue una decisión pensada, el objetivo fue que se muestre el pole dance, para que se haga ver y para que se rompa el tabú y añade que «es un proceso de la mujer también que está rompiendo con el tabú del baile como algo sexual. Los más importante acá es sentirse cómodas».
Placer y goce, como trabajo. Las tres bailarinas coinciden en que el pole dance les dio la posibilidad de ser auténticamente ellas.
Renata al disfrute en su trabajo lo encuentra justamente en «encontrarse con ella misma y a su personalidad» mientras dicta clases. «Cuando doy clases siento que soy ralamente yo en todos mis aspectos, disfruto mucho con mis alumnas. Es un trabajo pero a la vez no, es una terapia tanto para mí como para las alumnas, disfruto de mi misma, me encuentro».
Aye dice que acompañar los procesos de sus alumnas es lo que más le gusta. «El pole fue un proceso desde encontrarme conmigo misma, con mi cuerpo, con el no compararse con el otro, y lo que más disfruto es ver ese proceso en las alumnas. Para mí que una alumna se anime a quererse más y que dejen de mirar al costado mirando a ver si el otro las está mirando o no, dejar de compararse con el otro, ver ese proceso de aceptación de las alumnas consigo mismas es increíble, porque también se genera confianza para afuera. Las alumnas buscan ese espacio de contención para sentirse plenas».
Eliana hace hincapié en la genuinidad consigo misma que le brindó este espacio. «Yo acá me siento libre, libre en todos sentido, de tener un mal día, de poder fluir, de que está todo bien, mis alumnas me acompañan en todo. Acá podes ser lo que vos quieras ser. Nadie te juzga y nadie te va a mirar de costado. Es entender que es un espacio de libertad en donde se puede ser. Si yo puedo ser te voy a demostrar a os que también podes ser. Es lindo también sentirse orgulloso por el progreso de una alumna o compañera».
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¿Qué significa el pole dance en sus vidas?
Eliana resalta que para ella significó un «redescubrir» de la danza, significó volver a hacer cosas que «amaba», como el crear y el poder confiar en su capacidad como bailarina. «Toda esa confianza se traslada a todo aspecto de mi vida», dice. «Me formé en un ambiente muy competitivo y llegar a esto y sentir el placer que te da hacerlo es increíble».
Para Renata esta disciplina fue un «quiebre» en su vida. Logró creerse capaz, suficiente y la reconectó con una faceta creativa que la sentía «apagada». «Todo lo que soy hoy, me lo dio el pole, me empoderó, porque siempre tuve problemas con mi cuerpo. Me di cuenta que el cuerpo no es el que te limita sino que es tu mente».
Romper con estructuras familiares y propias, que la llevaron por un camino de autoaceptación es lo que significa el pole dance para Ayelén Battaglia. «Es un cable a tierra que te mantiene y te permite ser mucho más autentica. Uno tiene que sentirlo y pasarlo por el cuerpo, sin guiarse por la mirada ajena, si lo atravesas con el cuerpo se transmite para afuera».
¿Por qué Un lugar feliz? «Las alumnas sienten que están en una cápsula del tiempo, la energía cambia y si tenés un mal día, se olvidan. Las chicas se hacen amigas, comparten, se ríen entre ellas y con las profes también. Es un lugar feliz» concluyen las tres bailarinas.
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