Acompañar a mamás, infancias y familias, en uno de los momento más importantes, es lo que eligió Glenda Tamame (41) para emprender en su vida. Hoy es profesora de yoga, especializada en embarazadas y niños, neuropsicoeducadora, y doula.
Un camino que la fue descubriendo a lo largo de los años, y hoy es su felicidad. «Ver una familia que tuvo un acompañamiento amoroso en el momento más importante, que se hayan sentido contenidos, tranquilos. Para mí eso es tocar el cielo con las manos” confiesa.
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¿Cómo llegaste hasta acá? “Estudiaba Licenciatura en Economía en Buenos Aires. Pero la vida me fue llevando por otros caminos” Trabajó en grandes empresas muchos años. Números, estadísticas, probabilidades, gestión. Pero algo no le cerraba.
El primer cambio fue mudarse de Buenos Aires a Córdoba, después de 12 años «buscaba otro estilo de vida.» Luego Santa Rosa, con un proyecto laboral, familiar. Así nació el espacio que creó con su mamá: Shambala. Un lugar de aromaterapia, yoga y terapias holísticas.
Todo fue evolucionando. Empezó a formarse en diversas disciplinas, terapias sonoras, y a acompañar desde el yoga a embarazadas y niños. “Hace 8 años arranqué a acompañar a una mamá gestante, y después a otra, y así…» recuerda.
En un momento se animó a soltar las clases para adultos, y a enfocarse en embarazadas y niños. “Acompañar la maternidad, el momento más bonito de la vida. ¡Sin romantizar! Todo tiene sus matices y su lado B.”
Con el tiempo fue descubriendo que cada parto es muy distinto. Y siempre es el primero. Cada bebé es diferente, las circunstancias, el proyecto, el sentido, lo genético. Más allá de que el cuerpo tenga memoria. ¿Su tarea? Acompañar desde lo emocional “entender lo que transita esa familia, sin juzgar.”
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Luego, acompañar a las infancias, a esos niños y niñas. “Tenemos un montón de recursos propios para utilizar” nos cuenta. Sólo hay que tener la información para poder hacerlo. Hoy también da clases de yoga en un jardín de infantes.

Ser doula
Para Glenda, acompañar gestaciones, empieza desde el yoga. Luego fue buscando, y se fue formando para tener más herramientas. Así llegó a investigar y estudiar en Buenos Aires, en un instituto que se llama Natal.
«El nacimiento es una fiesta: tiene que ser algo amoroso, empático, humano”.
“Entendí que yo me sentía doula antes de formarme, pero la formación me dio muchas más herramientas ¡claro!, y empecé a acompañar trabajos de parto en domicilios.”
Nacimientos respetados. Cuando los derechos y los deseos de la mamá y de ese niño que nace son respetados. “Se trata de darles información para que puedan elegir y contar con profesionales que acompañen esos deseos. El nacimiento es una fiesta: tiene que ser algo amoroso, empático, humano. Un momento que no se puede rebobinar. Tener información, es tener poder” describe.



¿Cómo es su trabajo? En la gestación “desde lo emocional, brindar información actualizada, desde lo corporal desde la respiración, la flexibilidad, el movimiento.”
En el nacimiento los protagonistas son las familias gestantes “mi rol es invisible, simplemente la idea es que sepan que la doula está. Si tengo la posibilidad de acompañarlos, trabajamos juntos la respiración ¡y lo ponemos todo!”.
En el posparto depende lo que se haya hablado con esa familia: “seguimos con encuentros virtuales, presenciales, también encuentros de mamás y bebés, depende cuáles sean las necesidades. Muchas veces hacemos catarsis sobre la maternidad ¡tan necesaria!”.
Su rol, es más antiguo de lo que parece. Es algo primitivo, y natural. Originalmente “las doulas” eran mujeres que habían sido madres muchas veces. Acompañaban a la partera, y hasta recibían a los bebés en el medio de la nada.
Vale aclarar que las doulas no realizan ningún tipo de intervención médica. “Hay información en el trabajo de parto que te dice cuándo debo salir, y dar lugar.”
Un nacimiento inesperado. “Me pasó con una mamá, segundo parto, contracciones irregulares. Raras. Pero yo veía su cara…Le preguntó -¿en dónde está ubicada la bebé?- Me señala… me decía que la bebé estaba ahí… llamé a la obstetra y le dije -me parece que tenemos que ir para allá- Llegamos justo. Cuando la vamos a incorporar para ir a la clínica, me dice la mamá “Tengo que pujar” Y nació.” El bebé nació en el consultorio.
La familia, sumergida en el momento que está viviendo “quizás llega un punto en el que “se les desconfigura todo” y entonces aparece la doula y pregunta, -¿querés comer algo?-, -¿querés darte una ducha?-, – tomá líquido-,- movete así-. Yo también me emociono cuando acompaño, porque no hay palabras para describir lo que uno siente, generar ese vínculo, esa confianza, es tan bonito. Sos parte de esa familia en el momento más importante de sus vidas”.
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¿Hasta dónde llega su intervención? Hasta donde la familia lo pida. Hay veces que es hasta la sala de parto -si la institución también lo autoriza-. Le tocó también acompañar a mamás que encararon su maternidad solas, separadas, o tal vez con acompañantes que eligen un rol más de “observador”.



¿Lo más insólito que te pasó?“¡De todo! Desde cosas que parecen asquerosas fisiológicamente, pero que son naturales, e indican que el bebé está descendiendo. Hasta los insultos, con amor, y confianza ¡claro! Es un vínculo que hace que en ese momento seas parte de esa familia, y que todo sea natural y sea parte del proceso.”
Su rol es “entrar” cuando los que acompañan “desconfiguran”, se bloquean. Siempre un trabajo en equipo.
Glenda nos recuerda un proverbio africano que le encanta, y que dice: “Para educar un niño hace falta una tribu”. Ella cree que para maternar hace falta una tribu: la que cada uno conforma con su familia, amigos, profesionales, y otras familias y mujeres que estén transitando lo mismo.
Ser doula es ser parte de esa tribu. Una red, un sostén de contención para vivir mejor ese gran momento.
Glenda Tamame clases de yoga para mamás presencial y virtual. También en Gestar y Nacer Espacio de encuentros para familias gestantes.
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