Cecilia Oses (39) y Ana Inchaurraga (44) son socias y amigas. Cecilia es técnica ceramista y Ana profesora de arte visuales. Cecilia conoció la cerámica en el 2005 y tomó clases con Ana. Ana es un poco más seria y Cecilia es todo un personaje. Se complementan y entienden a la perfección.
Por eso, más allá del paso de los años y casi de manera impulsiva, decidieron juntarse y fundaron El Contenedor de Arte. Tal como lo indica el nombre, no solo es un espacio de arte en el que brindan talleres de cerámica y del uso de torno, sino que generan encuentro, comunidad, un lugar en el que las personas se sientan libres y a gusto para expresarse y crear.
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“Emprender con El Contenedor de Arte es un gran desafío, pero de los lindos. Hoy en día se vive para trabajar y nosotras no queremos resignar calidad de vida teniendo más cantidad de cursos de los que podemos manejar. Nos dimos cuenta que gente de nuestra edad trabajaba demasiado y el estrés los llevaba a enfermarse y no queríamos que nos pase lo mismo. Incluso tenemos gente que quiere empezar y no consigue cupo, aunque nosotras vamos llamándolos cuando se desocupan”.
Ana Inchaurraga
Los cupos para los talleres casi siempre están repletos y eso habla muy bien de las profesoras como así también de la accesibilidad de los precios. Ellas prefieren mantener valores accesibles y que la gente vaya, desconecte, disfrute.
El Contenedor de arte es un gran salón repleto de mesas, sillas, frascos con pinceles, cepillos de dientes, tarjetas de crédito y moldes. Las piezas de los alumnos se apilan en estantes y quedan a la espera de ser terminados.
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Ellas recorren las mesas, preguntan si alguien necesita algo y acompañan. No esperan que nadie haga cosas a la perfección, sino que puedan desarrollarse dentro de su individualidad. Todo lo que puedan reciclar Ana y Cecilia lo aprovechan en su taller. Es, sin lugar a dudas, todo un trabajo a pulmón.
“Comenzamos en 2021, estábamos en un momento de reinventarnos. Justo Ceci pone un aviso en su WhatsApp que buscaba un nuevo espacio. Ella ya tenía un taller en su casa, pero con menor infraestructura y necesitaba algo más grande. Yo venía de trabajar en lo público y necesitaba un cambio personal y de vida: ese mensaje llegó en el momento justo. Empezamos a intercambiar ideas y ese mismo día buscamos un local. En un principio nos planteamos si trabajar juntas era buena idea porque se dice que no hay que ser socio de los amigos, pero nos pareció que éramos un equipo para todo y eso somos hasta hoy en día«.
Ana Inchaurraga
“Somos un complemento entre nosotras, cada una tiene formaciones distintas y nos complementamos para dar las clases. De alguna manera, somos producto de la pandemia, nos dio una mirada más enriquecedora y de conocimiento de lo que queríamos para nosotras mismas”.
Cecilia Oses
Desmantelaron el taller de Cecilia, juntaron todas las mesas y sillas que tenían en sus casas, y cada una con su horno, empezaron con El Contenedor de Arte en la calle Formosa. Ahí estuvieron casi tres años, hasta que hace un mes se mudaron a un nuevo lugar ubicado en 25 de mayo 76. Es un lugar más amplio en el que pueden recibir a 17 personas a la vez.
El cambio fue una especie de desgracia con suerte: subió el alquiler y el primer lugar que vieron para cambiarlo fue el elegido. Es un hermoso espacio de concepto abierto, donde se ven sillas de todas formas en armonía, con mesas para varias personas. Todos los participantes pueden estar comunicados en ese lugar luminoso y amable que invita a experimentar el arte.
“Uno da y recibe todo el tiempo. Este es un espacio para socializar o para ser introspectivo, lo que se prefiera. Muchos vienen con nosotras para derribar un montón de estructuras como por ejemplo el concepto de que “uno del arte no puede vivir”, pero no es así».
Ana Inchaurraga
“Nos encanta dar talleres, pero a veces no nos deja tiempo libre y una siempre tiene la hormiguita de querer hacer productos propios con estilo personal y dejando libre la parte más artística”.
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Cecilia Oses
La técnica que usamos en la cerámica de baja temperatura, también llamada loza. Los hornos que llegan a 1230 grados, pero ellas cocinamos las piezas a 1050. Es la forma más tradicional de hacer cerámica.
En los talleres participan adultos y adolescentes de todas las edades, muchos con trabajos exigentes, maestras, personal de salud o personas con trastornos de ansiedad. El espacio terminó funcionando en parte como arte-terapia. Dan clases todos los días excepto los domingos. Hay horarios a la mañana, a la siesta, a la tarde y a la noche dependiendo el día de la semana.
Trabajar la cerámica tiene una serie de pasos que hay que seguir. Mientras se trabaja el material se puede mantener húmedo todo el tiempo que se desee para luego hornearse, esmaltarse y volver a hornearse y conseguir tener la pieza finalizada. Requiere de constancia y paciencia, si se saltean o apuras las etapas puede rajarse o salir mal.
“En este momento está muy en auge la cerámica y nos parece excelente que se la revalorice. Es un material muy genuino, que viene de la tierra y nos lleva a reencontrarnos con nuestros orígenes. Los pueblos originarios utilizaban la cerámica para hacer sus utensilios y gran parte de la historia y prehistoria se conoce a través de que técnicas y materiales que utilizaban las personas para trabajar la cerámica”.
Ana Inchaurraga
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El arte siempre es contenedor, implica introspección, buscar adentro de uno mismo, pero siempre con el acompañamiento de alguien más. El arte es un sostén colectivo. Ana y Cecilia lo tienen muy en claro, saben que todos esperan el día de taller, porque ese día es de felicidad, muchos llevan cosas ricas y comparten una gran jornada de cerámica.
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