A lo largo y ancho del mundo existen ideas, creencias o certezas acerca del manejo de la lactancia. Hay situaciones en donde estas verdades instaladas en las población hacen que el desarrollo natural de esta alimentación se vea truncada de forma temprana, no exista o se transite con miedos que afectan la salud del bebé, la mamá y la familia.
En la Semana Mundial de la Lactancia Materna, junto al asesoramiento de Marina Vizcaíno, nutricionista y puericultora, escogimos algunos mitos confrontados con la realidad.
Mito 1: Hoy que dar el pecho al bebé cada tres horas.
Un niño recién nacido, necesita ir al pecho de su mama entre 8 y 12 veces en 24 hs. De esta forma, la producción de leche será mayor, el niño aumentará mejor de peso y la madre amamantará durante un período de tiempo más largo. La producción de la leche ha demostrado estar relacionada con la frecuencia de las tomas. La cantidad de leche empieza a disminuir cuando las tomas son poco frecuentes o restringidas. No hay que olvidar que muchos bebés recién nacidos comen cada hora y media o cada dos horas, lo cual es normal.
Mito 2: Los niños obtienen toda la leche que necesitan en 5 o 10 minutos de cada pecho.
Los recién nacidos, que apenas están aprendiendo a mamar, no siempre son tan eficientes a la extracción de leche al pecho y a menudo requieren mucho más tiempo para comer. Es mejor permitir que el niño mame hasta que muestre señales de satisfacción, tales como soltarse él solo o tener los brazos y las manos relajados.
Mito 3: Las madres lactantes deben espaciar las tomas para que puedan llenársele los pechos.
La mama en una madre lactante siempre está produciendo leche. Sus senos funcionan en parte como «una fábrica a demanda». Cuanto más succión del bebé y más vacío esté el pecho, más rápido trabajará el cuerpo para producir más leche. Si una madre espera sistemáticamente a que se le «llenen» los pechos antes de amamantar, su cuerpo puede recibir el mensaje de que está produciendo demasiada leche y, por tanto, reducirá la producción.
Mito 4: Hay que dar una mamadera de noche para que esté mas llenito y duerma mejor.
Los niños amamantados vacían el estómago más rápidamente que los niños alimentados con biberón: aproximadamente en 1,5 horas en vez de hasta 4 horas. Esto se debe a que la leche materna se digiere con mayor rapidez. Aunque la cantidad de leche que se consume es uno de los factores que determinan la frecuencia de las tomas, el tipo de leche es de igual importancia. Los estudios antropológicos de las leches producidas por los diversos tipos de mamíferos confirman que los bebés humanos están diseñados para recibir alimento con frecuencia y que así lo han hecho a través de la historia.
Mito 5: El metabolismo del niño se encuentra desorganizado al nacer y requiere que se le imponga una rutina u horario para ayudar a resolver esta desorganización.
Los niños nacen programados para comer, dormir y tener períodos de vigilia. No es un comportamiento desorganizado, sino un reflejo de las necesidades únicas de cada recién nacido. Con el transcurso del tiempo los bebés se adaptan gradualmente al ritmo de vida de su nuevo ambiente sin precisar entrenamiento ni ayuda.
Mito 6: Las madres lactantes deben ofrecer a su bebé siempre ambos pechos en cada toma.
Es mucho más importante dejar que el niño termine de tomar del primer lado antes de ofrecer el segundo y quizás no quiera el segundo lado durante esa toma. La última leche (que contiene más calorías) se obtiene gradualmente conforme se va vaciando el pecho. Si se les cambia de lado de forma prematura, tomarán más leche primera, más baja en calorías, en vez de obtener el equilibrio natural entre la leche primera y segunda. Tendrá menos saciedad, perderá peso, y probablemente tendrá cólicos.
Mito 7: Si un niño no aumenta bien de peso, es porque la leche de su madre es de baja calidad.
Los estudios demuestran que aún las mujeres desnutridas son capaces de producir leche de suficiente calidad y cantidad para suplir las necesidades de crecimiento del niño. En la mayoría de los casos, el escaso peso se debe al consumo insuficiente de leche materna derivado de horarios estrictos, de una inadecuada succión o un problema orgánico del niño.
Mito 8: Cuando una mujer tiene escasez de leche, generalmente se debe al estrés, la fatiga o el bajo consumo alimenticio y de líquidos.
Las causas más comunes de leche escasa son: tomas poco frecuentes y/o problemas con el afianzamiento y postura del bebé al mamar. Ambos problemas se deben en general a información incorrecta que recibe la madre lactante. Los problemas de succión del niño también pueden afectar de forma negativa la cantidad de leche que produce la madre. El estrés, la fatiga o la mala nutrición rara vez son causas de baja producción de leche, ya que el cuerpo humano ha desarrollado mecanismos de supervivencia para proteger al lactante en tiempos de hambruna.
Mito 9: Una madre debe tomar leche para producir leche.
Una dieta saludable y balanceada que contenga verduras, frutas, cereales y proteínas es todo lo que una madre necesita para nutrirse adecuadamente y producir leche. El calcio se puede obtener de una gran variedad de fuentes no relacionadas con los lácteos, como algunas verduras verdes, semillas, frutos secos y pescados como la sardina y el salmón con espina. Ningún otro mamífero toma leche para producir leche.
Mito 10: Chupa pero no se alimenta (succión no nutritiva) no tiene objeto.
Las madres con experiencia en lactancia aprenden que los patrones de succión y las necesidades de cada niño varían. Aunque las necesidades de succión de algunos niños se satisfacen primordialmente cuando comen, otros niños requieren más succión al pecho, aun cuando hayan acabado de comer hace unos minutos. Muchos niños también maman cuando tienen miedo, cuando se sienten solos o cuando algo les duele.
Mito 11: Las madres no deben prestarse a ser el «chupete» de su hijo.
Consolar y suplir las necesidades de succión al pecho es el diseño de la naturaleza para madres e hijos. Los chupetes son un sustituto de la madre cuando ella no está. Otras razones de ofrecer el pecho para apaciguar al niño incluyen un mejor desarrollo oral y facial, la prolongación de la amenorrea, evitar la confusión de succión y estimular una producción adecuada de leche que asegure un índice más elevado de éxito de la lactancia. Y sobre todo, un niño tranquilo que encuentra consuelo en su madre, lo cual fortalece su desarrollo emocional.
Mito 12: Alimentar al niño a demanda no facilita el vínculo maternal.
Responder de forma sensible y rápida a las señales del niño une a la madre con su hijo de tal forma que se sincronizan, lo cual crea un vínculo mayor. Adicionalmente, un bebé que no llora porque es atendido con prontitud, no genera situaciones de estrés familiar debido a su llanto.
Mito 13: Las madres que miman a sus hijos demasiado y los llevan demasiado en brazos los malcrían.
Los niños a quienes se lleva en brazos a menudo lloran menos horas al día y muestran mayores rasgos de seguridad al crecer. Los bebés necesitan la seguridad de los brazos de su madre más de lo que imaginamos.
Mito 14: Es importante que los demás miembros de la familia alimenten al niño para que también ellos desarrollen un vínculo.
Alimentar al niño no es la única forma con la que los demás miembros de la familia pueden acercarse al niño. Cargar, acariciar, bañar y jugar con el bebé son muy importantes para su crecimiento y desarrollo, así como para su vínculo con los demás.
Mito 15: El hecho de que sea el niño quien dirija su alimentación (con la lactancia a demanda) tiene un efecto negativo sobre la relación de la pareja.
Mito 16: Algunos niños son alérgicos a la leche materna.
La leche materna es la sustancia más natural y fisiológica que el niño puede ingerir. Si el bebé muestra señas de sensibilidad relacionadas con la alimentación, en general se deben a alguna proteína ajena que ha logrado entrar a la leche materna, y no a la leche materna en sí. Esto se remedia fácilmente eliminando el alimento ofensivo de la dieta materna durante un tiempo.
Mito 17: La lactancia prolongada más allá de los 12 meses del niño carece de valor, ya que la calidad de la leche materna empieza a deteriorarse a partir de los seis meses de vida.
La composición de la leche materna cambia de acuerdo con las necesidades del niño conforme éste madura. Aun cuando el niño ya es capaz de recibir otro tipo de alimentos, la leche materna es su fuente primordial de nutrición durante los primeros 12 meses. Y sigue siendo una alimento importante al segundo año de vida. Además, el sistema inmunológico del niño tarda entre dos y seis años en madurar. La leche materna continúa complementando y ayudando al sistema inmune mientras el niño la siga tomando. Investigaciones nos muestran que la leche materna es más rica en grasa y energía después de un año de lactancia: contiene casi 12% más de calorías que la leche de una madre de un bebé recién nacido. Igual sucede con los factores protectores.