Hace frío. Es invierno en La Pampa y, desde una escalera muy larga, Sofía Martínez, baja con una campera gigante, esquiva el tranquito corto de Paloma, su perrita Yorkshire terrier. Saluda con ternura, es casi un abrazo. Hay mucha calidez en sus palabras, en su manera de expresarse, en su sonrisa.
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El pasillo es frío y oscuro, hasta que Sofi abre la puerta de su departamento: luminoso, calentito, hay una mezcla de fragancias florales en el aire, una mesa más grande que el departamento y en el centro, sobre una carpetita tejida a crochet, un canasto lleno de lanas, un frasco repleto de agujas de todos los tamaños y dos o tres proyectos de tejido empezados.
Sofi es de River, pero en la televisión hay un partido de fútbol cualquiera. Ofrece mate y sirve un pequeño plato con dos medialunas. Desde abajo, Paloma salta, pide, quiere que le preste atención hasta que llora y Sofi se ríe: “Ya empezó, ahí la tenés a Grecia Colmenares”.
“Perdí un bebé y tuve que estar en reposo durante mucho tiempo. Era un embarazo avanzado y había perdido mucha sangre. Elegí que fuera una eliminación natural y psicológicamente fue un golpe muy fuerte. Recién me había casado y perder el embarazo era algo que no me esperaba, pero sucedió. En ese momento empezaron los ataques de pánico. Entre los ataques de pánico, el reposo y la ansiedad dije, bueno, algo tengo que hacer con mi cabeza. Necesitaba sentirme útil”.
Sofía
Sofi no suelta el tejido ni siquiera entre mate y mate. “¿Viste qué ricas estas medialunas? Son integrales”. No se acuerda si empezó en 2012 o 2013, tenía algunas agujas e hilos porque en un momento acompañó a su mamá a un taller de tejido a dos agujas, pero eso no era para ella.
Cuando falleció su bisabuela le dejó algunas de sus pertenencias, entre ellas todo lo que necesitaba para arrancar con el crochet. Siente un gran atractivo por las lanas, las agujas y las texturas. “No es lo mismo tejer con una aguja de 4 de 4,5 o de 5 mm, para mí hay mucha diferencia”.
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“Siempre me gustó. Era una actividad manual que me gustaba mucho y estaba ahí, pendiente. Cada tanto empezaba con algo y lo dejaba y en ese momento, en el reposo, estaba en casa, sola, y empecé a tejer como algo más cotidiano”.
Sofía
Empezó, recuerda, haciendo carpetitas y artículos de decoración, agarraderas, atrapasueños, cosas chicas. Solo necesitaba un ovillo, una aguja y una idea para acomodarse en cualquier lado y empezar a crear.
“Lo único que me distraía un poco de lo que me estaba pasando era el tejer. Leía un montón, pero para conocer qué era la ansiedad, o sea, para conocer lo que me estaba pasando. Mirar la tele no me ayudaba para nada. No. Tejer era lo único que me hacía bien”.
Sofía
¿En qué consiste una crisis de ansiedad? La ansiedad es una reacción emocional ante la percepción de una amenaza o de un peligro y su finalidad es un mecanismo de defensa para la persona. No es lo mismo que alguien pueda sentirse ansioso, por ejemplo, a la hora de rendir un examen a tener una crisis de ansiedad, que es una situación que no desaparece y empeora con el tiempo. Aunque la ansiedad es un proceso mental, el cuerpo no está ajeno y los síntomas pueden ser dolores en el pecho, tener pesadillas, alteraciones en el sueño, cansancio, irritabilidad, sudoración, palpitaciones, taquicardia, problemas gastrointestinales, sequedad de boca, mareos, aumento del número de respiraciones por minuto, miedo de salir de la casa. Cuando este tipo de sensaciones se vuelve crónico, los síntomas descriptos suceden todo el tiempo y afectan la calidad de vida.
“Tener ansiedad no es ser nervioso, es no poder parar los pensamientos. Yo tenía tantos pensamientos a la vez que mi mente que nunca se aquietaba. Nunca. Según lo que me explicaron los médicos, los ataques de pánico por lo general se producen por un pico de estrés: primero llega el estrés, después viene la ansiedad y después el ataque de pánico como la ebullición de todo lo que venía juntando. Mis ataques de pánico eran vertiginosos: me quedaba sin aire, no podía respirar, me temblaban las manos, el cuerpo, la boca, se me ponían frías las manos y los pies y transpiraba toda. Cuando empecé a tener esos síntomas lo consulté con mis médicos y me dijeron que fue producto del estrés postraumático por la pérdida del embarazo y desencadenó en todo eso”.
Sofía
Con el tejido, la suavidad de la lana, la concentración para hacer bien cada punto, Sofi podía aquietar su mente y entrar en conexión con lo que estaba creando. “Se la pasa tan mal en lo que dura el ataque de pánico que parece una eternidad. Son sensaciones espantosas y solo pensas en que no querés que te vuelva a pasar. Es una rueda que no para”.
“No sé si el tejido me encontró a mí o yo encontré el tejido, pero fue algo que me sacó de todo eso. Lo empecé a hacer con más continuidad, me empecé a animar a más, a hacer prendas más grandes. De a poco iba avanzando a medida que avanzaba con mi tratamiento. Una vez que pasó toda esa tormenta, me separé, volví a estar sola, a tener mi casa, mi lugar y el tejido siempre estuvo”.
Sofía
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Mientras más avanzaba con el crochet, Sofi se animó a empezar a dar talleres, a vender algunos de sus trabajos en ferias y también le empezaron a llegar pedidos, pero se dio cuenta de que tenía que elegir un nombre para su emprendimiento, en seguida apareció el nombre: Santa Calma.
“Santa Calma es lo que me genera tejer, es una calma que no la logro con ninguna otra actividad. Ni siquiera con el deporte. El nombre apareció al toque, porque la idea es transmitir lo que me genera a mí. Además, el logo es un corazón porque mi mamá siempre me repite lo mismo: “Todo lo que vos hagas desde el corazón va a tener buenos resultados”. Nunca va a salir algo malo si sale realmente del corazón y para mí eso es tejer”.
Sofía
Paloma le salta entre las piernas y Sofi se ríe con los dientes sobre el labio. Habla sobre la adopción de perrita, dice que la maltrataban y que le tuvo que tener mucha paciencia para que se acostumbre a nuevos hábitos. Se acompañan, todo el tiempo están juntas, incluso en las fotos que Sofi sube a sus redes.
Al principio no se animaba a subir fotos de ella, le daba mucha vergüenza, pero sabía que para que Santa Calma llegara a muchas otras personas iba a tener que aparecer, mostrarse, que se vea quién está atrás de cada tejido, de cada prenda y que se vea que ella usa todo lo que teje.
“Una vez me pasó que fui a la óptica y me dicen “¿vos sos la chica de Santa Calma?”, me sentí Susana Giménez, me sentí re famosa, que alguien me reconozca o que me asocie con lo tejido para mí es un montón”.
Sofía
Sofi lleva años tejiendo y destejiendo mucho, dice que es la única manera que hay para aprender, como con los errores en la vida: “Cuando te das cuenta en dónde te equivocaste decís, bueno, a ver, no lo voy a volver a repetir, veo el error y lo corrijo. Tejer me da la oportunidad de volver a empezar, porque siempre puedo volver a empezar y hacerlo mejor”.
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Los productos de Santa Calma tienen sello propio, desde los colores y los tonos color tierra, hasta las combinaciones o la simpleza de las prendas. “Creo que la simpleza es lo más característico de Santa Calma”, dice Sofi.
Tejerle a alguien es un acto de amor y Sofi pone mucho de ella en cada prenda: busca el material, lo ovilla, entra en contacto con la materia prima, con el trabajo artesanal, con lo que va a hacer con sus manos, con su tiempo, con su energía. Sabe que cada prenda es imperfecta y eso las vuelve únicas. En sus tejidos siempre hay sueños y tramas, porque Santa Calma siempre le trae paz y siempre le trae cosas lindas.
Todos los productos pueden encontrarse en el Instagram de Santa Calma
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