Se llama Ernesto Federico Kohler, aunque muchos le dicen “el flaco Kholler”. Nació el 5 de mayo 1937, y hoy tiene 85 años. Él y su esposa son los únicos que comparten habitación en el Hogar de Ancianos de Santa Rosa.
En 1937 en Argentina nacen Violeta Rivas y Esther Rojo, actrices argentinas. En el mundo se funda la empresa alemana de fabricación de automóviles Volkswagen y nace el actor Morgan Freeman. También este año muere el pensador, político italiano y uno de los fundadores del Partido Comunista Italiano, Antonio Gramsci.
«El flaco» nació en Villa Alba, provincia de La Pampa. Una localidad cuyo nombre se cambió en 1944 y actualmente se llama General San Martín. Allí vivía con su familia, padres, 4 hermanos y una hermana menor en una chacra en donde cultivaban una gran variedad de frutas. Asistía a la escuela en Bernasconi, a 3 km que recorría a caballo. Recuerda que parte de la chacra quedó dividida del resto cuando hicieron la ruta 35 y perdieron unos metros de terreno.
“Mis padres hablaban entre ellos alemán, pero yo y mis hermanos contestábamos en castellano. Un hermano si aprendió el idioma con el tiempo, pero yo no. Incluso fui a una escuela alemana hasta que cerró porque decían que enseñaban ideas nazis, pero nada que ver. Éramos unos 20 alumnos y aprendíamos la religión de la iglesia evangélica alemana. Al Papa lo trataban de nazi, porque había alemanes y judíos en el pueblo. Pero el nada que ver, todo lo contrario”.
Ernesto
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Cuando terminó la primaria la familia se mudó al pueblo, y puso un almacén mientras seguían con la producción de frutas.
“A los 11 aprendí a manejar, molesté tanto que al final me enseñaron. No había carnet profesional , tenías carnet y podías manejar hasta un camión sin problema”
Ernesto
Recuerda que a los 13 años ya se consideraban personas grandes, y hacían todos los trabajos en el frutal. Cultivaban ciruelas, duraznos, peras, manzanas y uvas.
“Era mucho trabajo, y todo el tiempo, porque no hay momentos de descanso. Podábamos, cosechábamos a mano con escalera, preparábamos la fruta con papeles y cajones, y después había que repartirla. También había que fumigar algunas cosechas, y lo hacíamos con un caballo y un tanque”
Ernesto
“Lo más difícil que hice en mi vida era lechuzón, cargar bolsas de arpillera al hombro”
Ernesto
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Pero no todo era trabajo, también recuerda sus momentos de diversión y salidas de joven. Cuenta que los chicos iban solos al baile, con más amigos. En cambio las chicas no, iban con los papás, amigos de los papás o vecinos, pero siempre con algún mayor responsable de ellas.
“A los 14 empecé a ir a los bailes y a los carnavales. Decía que tenía 18, porque bailaba con chicas más grandes”
Ernesto
Los bailes empezaban a más tardar a las 23 con la orquesta en vivo y seguía hasta las 3 de la mañana. Tocaban pasodoble, foxtrot, vals y tango. Pero Ernesto recuerda que siempre se empezaba y terminaba con una pieza de paso doble.
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“En verano tomábamos cerveza o Bilz, una gaseosa que ya no existe. Las mujeres también la tomaban mucho. Y en invierno comprábamos una botella cubana sello verde y la tomábamos con soda. Era un licor más fuerte que el vino o la cerveza y era más barato porque la comprábamos entre varios amigos”
Ernesto
Aún recuerda con lujo de detalles el día que conoció a Beba.
“Yo tenía el auto prestado de mi papá que siempre me lo daba. El Club Atlético hacía un baile al aire libre. Apenas entré la vi sentada en una mesa, me pareció una muy linda chica, y por ahí en una pieza rompí valor y la saqué a bailar. La segunda vez que la ví fue en un «asalto». Un día viene un amigo mío, y me dice “che flaco, vamos a lo de Palmieri” que era un hombre vecino del barrio. Ponía música desde un tocadiscos en su casa y tenía una terraza. Ahí estaba Beba y esta vez sí que bailamos toda la noche. Le di cita para vernos en una esquina en la semana y ahí arrancó todo. Más tarde me enteré que estaba todo armado: a mi amigo le había avisado una amiga de Beba que iban a ir, para que me lleve y nos encontremos todos ahí ”
Ernesto

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A los dos meses se tuvo que ir al servicio militar, así que se intercambiaban cartas. Beba todavía se acuerda de memoria a donde mandaba las cartas: “Comando de agrupación motorizado Patagonia, Rivadavia 65º; Comodoro Rivadavia, provincia de Chubut”. Ernesto recuerda que todos los días había un viento terrible, con ráfagas de 200 km/h. Él fue chofer, y recuerda que los primeros meses estaba mal, extrañaba todo.
“El viento era tan grande que se daban vuelta colectivos militares, porque eran esos que tenían lona atrás”
Ernesto
En la actualidad están viviendo en el hogar, desde el mes de marzo de este año, hace 8 meses.
“Acá estoy muy bien, siento qué es mi lugar y aunque extraño la casa mía, estoy muy bien atendido. Puedo salir, me vienen a visitar y salimos a cenar con mis hijos que vienen a visitarnos”
Ernesto
*Por Melina Vivalda y Ana Lía Fite.
La historia de Ernesto es parte de #HistoriasDeAbuelos, una sección en La Pampa Noticias en la que contamos sobre vidas centenarias, o casi, de abuelos del Hogar de Ancianos de Santa Rosa. Nos proponemos valorar las historias de quienes lo habitan, rescatar sus experiencias, costumbres de otras épocas, descubrir sabiduría en cada una de sus palabras, y por qué no, alguna que otra receta para vivir más, y mejor. También buscamos sumar Socios al Hogar.
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El Hogar de Ancianos funciona desde el año 1911 en Santa Rosa. Hoy es la casa de 25 abuelas y abuelos que encuentran en él un lugar de cuidados, con quien compartir sus días, aprender cosas nuevas y sentirse como en casa. Es importante la ayuda de toda la comunidad que lo apoya con su cuota de socio, con donaciones y con proyectos solidarios. Si querés ser socio del hogar acercate a Don Bosco 13, o contactarse a través de Facebook e Instagram @Hogardeancianossantarosa
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