Sus miedos, su familia, su competencia, su nivel de exigencia y su tenis, por supuesto. Esos son algunos de los ejes que traza ahora mismo el tenista pampeano Benjamín Ambrosio en su hoja de ruta. Son las once y media de la mañana de un sábado.
***
Cuando llegó a principios de marzo a La Pampa, pensó que solo venía por tres días y que después su vida seguiría como todos los días en una cancha de tenis. El 13 de ese mes cumplía 19 años y quiso festejarlo con sus afectos. Cuando estaba por irse, su papá le dio un consejo. “Esperá, no te vayas por esto del virus”. A los pocos días empezó la cuarentena y el escenario se modificó: de entrenar en Florida Tenis Club, en Buenos Aires; a estar encerrado en la casa familiar, en Santa Rosa.
“Allá vivo con varios chicos que jugamos al tenis, estamos cerca del club y es tipo una pensión”, dice en una charla íntima que tuvo por Zoom con La Pampa Noticias durante 45 minutos.
En enero tiene una de las oportunidades de su vida: la Universidad de Louisiana lo espera en Estados Unidos. “Estoy estudiando inglés porque tengo que rendir un examen en octubre que es para ver mi nivel de idioma. Empecé en esta cuarentena porque no sabía casi nada”, confiesa.
Con el mismo compromiso que encara al tenis, el mismo método tiene con el inglés. Por eso seis veces por semana una profesora lo espera para darle clases de manera virtual. “Con el entrenamiento tuve que parar un poco por el estudio. Ahora voy dos días con mi hermano al Centro Empleados de Comercio o a Estudiantes para mantenerme en ritmo. También voy al gimnasio La Caleta que me da una mano”.
***
Cuando empezó la cuarentena no supo hacia dónde dirigir su bronca. El 2020 había empezado de la mejor manera para él. Había ganado tres torneos en Buenos Aires y lo hizo venciendo a jugadores con ranking ATP.
«Yo compito hasta con mi sobrino a las cartas. Cuando estábamos en Fase 1, competía hasta con mi hermano en el ping pong. Soy muy inquieto, no sé si todos los deportistas serán así, pero necesito moverme»
“Saqué mi primer punto ATP y tenía como prioridad irme a Europa. Si bien mis viejos me podían bancar en Buenos Aires, no me podían bancar afuera, que es donde hay que competir. Con este punto ATP podía clasificar a los torneos y justo pasó todo esto de la pandemia. Estuve unas semanas un poco bajón acá en casa. Pero entendí rápido que todos estábamos en lo mismo”, dice con tono tranquilo. “En Buenos Aires entreno siete horas todos los días. Sé que me va a costar volver, pero todos los jugadores pasamos por lo mismo”, aclara.
—Los tenistas son animales competitivos, ¿cómo es tu caso?
—Yo compito hasta con mi sobrino a las cartas. Cuando estábamos en Fase 1, competía hasta con mi hermano en el ping pong. Soy muy inquieto, no sé si todos los deportistas serán así, pero necesito moverme. Acá fue muy duro el encierro porque no tengo mucho espacio.
«Yo solo me quería dedicar al tenis. Con estos buenos resultados de principio de año, salieron propuestas de universidades. Ahora me van a pagar todo. Indumentaria, comida, ropa, alojamiento…»
—¿Cómo trabajás la parte mental?
—Leo Olguín, que es el entrenador de Diego Schwartzman, me recomendó que empiece un psicólogo deportivo. Acá en Santa Rosa tenía una psicóloga que me sirvió para un montón de cosas mías personales, pero no del tenis. Y empecé con Ariel Borensztein, que es un psicólogo deportivo. Recuerdo que no tenía plata para pagarlo y él me hizo el favor y lo fuimos rebuscando. Este año empecé a full y la verdad que me sirvió de mucho.
—¿Cuáles fueron esas herramientas que decís que te dio?
—Recuerdo la primera sesión que fui y le dije que todo era muy duro, que mi viejo no me podía apoyar más. Me contestó que siempre dé lo mejor de mí sin meter excusas. Por ahí lo hacía sin darme cuenta. El psicólogo me hizo ver ese lado y empecé a trabajar de otra manera la parte mental. A veces me enojaba mucho, o me frustraba, ahora me lo tomo de otra manera.
—¿Qué imágenes se te cruzan en tu cabeza si pensamos en Estados Unidos?
—La idea mía siempre fue que no quería estudiar, pero no por vago. Yo solo me quería dedicar al tenis. Con estos buenos resultados de principio de año, salieron propuestas de universidades. Ahora me van a pagar todo. Indumentaria, comida, ropa, alojamiento… Te costean todo, es una locura. Porque yo juego bien, pero no soy un crack. Es loco, porque acá en Argentina está lejos de que pase eso.
—No sos crack decís, ¿pero qué es lo que tenés que marca una diferencia?
—Confío en mis herramientas. Siempre digo que soy luchador. Hay pibes que por ahí te tiran un partido, no les importa. Yo nunca hice eso. A mi me encanta ganar y hago todo por ganar. Y quiero ser profesional. Y yo no me imagino haciendo otra cosa que no sea eso. Voy a dejar todo. Sé que es muy difícil, pero trabajando duro voy a llegar a un cierto nivel. Después se verá a qué nivel llegaré. Tuve buenos resultados con pibes que jugaron por todo el mundo y yo no viajé nada. Y las experiencias esas me van a dar mucha tranquilidad al competir y más maduración. El camino de la universidad, por más que tenga que estudiar, me va a hacer madurar más. Ya hablar en otro idioma es un montón. Y el nivel de tenis es muy bueno. Hay chicos que están en el puesto 300 del mundo, juegan ATP y ahora son profesionales.
Con el tiempo acepté en reconocer que yo solo quiero jugar al tenis y para eso hay que hacer las cosas bien. Y para hacer las cosas bien no puedo hacer lo mismo que otros chicos de mi edad.
—¿Qué meta te proponés?
—Mi gran objetivo es estar dentro de los 100 y vivir del tenis. Pero a un corto o mediano plazo sería competir lo máximo posible para estar dentro de los 500. Sé que si compito mucho puedo estar ahí. Lo sé porque le he ganado a jugadores que están en esa posición y no son nada del otro mundo. Pero tengo que competir mucho. Compitiendo voy a llegar.
A los 14 años ya se puso en el horizonte vivir en Buenos Aires. A pesar de la distancia, siempre su papá, su mamá y sus hermanos lo ayudaron. Fueron su verdadera contención, esas redes que siempre estuvieron ahí para sostenerlo de alguna caída. ”En determinados momentos me ayudó Wilson pero la verdad el tenis es muy caro y solo me daban dos pares de zapatillas por año. Dos pares de zapatillas me duran tres meses.
—¿Sos consciente que por ahí no tenés una vida normal o que es poco habitual para un chico de tu edad? ¿Qué te dicen tus amigos cuando venís a Santa Rosa y qué te pasa a vos?
—Algunas veces me sentía como excluido. Es que hablaban de la play, y yo no soy de la play. Nunca entraba en la conversación. Tuve un tiempito medio difícil, pero después lo acepté. Yo hice otro camino y cuando hablaban de eso me cagaba de risa y trataba de hablar. Pero ese proceso de los 15 a los 16 fue duro. Mismo después que empezaban a salir a los boliches y a salir de joda. Algún día quizá salía, pero no me llamaba. Con el tiempo acepté en reconocer que yo solo quiero jugar al tenis y para eso hay que hacer las cosas bien. Y para hacer las cosas bien no puedo hacer lo mismo que los otros.
—¿Hoy tenés sentido de pertenencia con la ciudad?
—Me gusta venir porque están mis amigos y puedo entrenar acá, en los lugares que lo hacía de chico. Pero a veces es raro. Lo que yo quiero hacer está allá en Buenos Aires. Está mi casa, a cuatro cuadras tengo el club, es re cómodo y tengo todo. Los otros días tenía que comprarme zapatillas acá y encima que yo calzo mucho era imposible conseguir. Literal no había nada.
—¿Qué les dirías a aquellos que no creyeron en vos o en algún momento te miraron de reojo?
—Pasa mucho acá y la verdad no estoy enojado. Estoy un poco desilusionado. Acá nunca hubo una Federación de Tenis. Cuando tenía 11 años, mi hermano Federico, que es contador, y mi viejo, quisieron armar la Federación. La pusieron en marcha de nuevo y duró dos meses. Acá los profesores de los clubes nunca tiraron para un mismo lado. Siempre había un grupo que quería hacer torneos para adultos porque les rendía más que un torneo de menores. Y sigue pasando. Ahora mismo cuando voy, me pone mal. Me gusta que haya gente grande jugando, pero chicos que juegan al tenis hay muy pocos.
Éxito y fracaso: dos palabras que aparecen siempre en el mundo del deporte
—Y a esos chicos que sueñan con jugar al tenis acá en La Pampa y no saben dónde hacerlo. ¿Qué les dirías?
—Les diría que estén preparados para un montón de cosas. Que el tenis es muy duro y te quita muchas cosas, pero también te hace madurar a muy temprana edad. Porque la verdad que la situación del tenis, que encima es individual, te da muchas enseñanzas, no solo para el deporte sino para la vida. Y también aconsejaría que hay que irse lo más temprano posible de acá de Santa Rosa si uno tiene la oportunidad. No porque no haya buenos profesores, simplemente porque acá estamos muy lejos de las competencias. Les diría que si quieren crecer en el deporte tienen que irse a Buenos Aires. Cuando fui, fue un total cambio. De entrenar más horas y todos los días. A otro ritmo, con profesores que fueron profesionales, con un montón de recursos. La verdad que te cambia la cabeza también.
—-¿Cuál fue el profe que dejó una huella en vos acá en Santa Rosa?
—Yo empecé a entrenar al tenis con Caco Paloma a los cuatro años. Me acuerdo que él no me quería aceptar porque yo era muy chico y le terminé insistiendo. La verdad que ahí estuve como cinco años. También jugaba al básquet a la vez. El Club Estudiantes fue como mi casa porque estaba todo el día en tenis o en básquet. También Juan López, que era otro de los profes ahí en Estudiantes, fueron los que me dieron mis primeras herramientas para jugar. Pero creo que un pilar fundamental fue mi hermano Emanuel. Es que yo empecé a jugar por él, lo acompañaba a los torneos y lo veía a él competir y me gustaba. Solo quería imitarlo. A partir de los 10 años entrené con Emanuel. Íbamos solo, alquilábamos la cancha y nos poníamos a entrenar. Me sirvió un montón. Siempre me decía cosas que yo, por ahí por ser mi hermano, no las tomaba en serio y con el tiempo me di cuenta que tenía razón. Pero es difícil ser entrenado por alguien de tu familia. Por ahí entrenaste mal y esos problemas después los traíamos a la casa y seguíamos hablando.
—¿Todo el día pensás en tenis?
—Ahora que volvieron los torneos, todo el día miro tenis. Mi viejo viene y pone tenis. Solo mi mamá a veces dice pongamos otras cosas. Todo el día estoy pensando en tenis, miro videos, leo. Y mirá que a veces me cuesta leer, soy más de mirar. Pero de tenis me he leído varios libros y los leo como si nada. Soy fanático de Nadal y me leí toda su biografía. Me gusta leer historias de jugadores. Hace poco terminé el libro «Hambre de Lobo», que es la historia del tenista Gustavo Fernández. También hay uno que leí y me encantó que habla sobre las presiones. Es de dos psicólogos y es muy bueno porque cada vez que leía me identificaba. No podía parar de leer porque era todo cierto.
—Éxito y fracaso son dos palabras que aparecen siempre en el mundo del tenis…
—Eso lo estaba trabajando mucho con mi psicólogo. Es común tenerle miedo al fracaso. Es que no me imagino no viviendo del tenis. Ya desde los cuatro años me imaginé jugar profesional y tengo mucha ilusión en eso pero también acá está el mundo de la presión. Yo tengo que dejar todo para lograr el éxito, pero yo no puedo manejarlo. Hay cosas que se van a dar solas, yo tengo que hacer todo: entrenar, cuidarme, alimentar y hacer todo bien para que se dé lo máximo. Pero cada uno llegará al máximo nivel que pueda. Pero el fracaso es un factor del miedo a no lograr el éxito.
—Mencionaste la palabra miedo. ¿Se puede tener miedo a jugar?
—Muchas veces pensé que tenía como miedo a perder. Pero me di cuenta que también tengo miedo a ganar. Siempre antes de jugar te ponés presión. Si jugás con alguno que consideras que le tenés que ganar, te metés presión. Si jugás con alguno qué es mejor, también te ponés presión para decirme a mí y a los demás que soy bueno. Entonces el miedo siempre está presente. En un partido y en la vida. Yo ahora en octubre rindo un examen y tengo miedo porque si desapruebo, tengo que rendirlo de nuevo. La clave es tratar de manejar ese miedo y que no te perjudique. El miedo siempre va a estar. La clave es cómo manejarlo. Ahí está la diferencia mental. En el tenis nunca entrás a un partido sin tener miedo.