Con la historia de Roberto inauguramos hoy #HistoriasDeAbuelos, una nueva sección en La Pampa Noticias en la que contamos historias de vida centenarias, o casi, de abuelos del Hogar de Ancianos de Santa Rosa.
Nos proponemos valorar las historias de quienes lo habitan, rescatar sus experiencias, costumbres de otras épocas, descubrir sabiduría en cada una de sus palabras, y por qué no, alguna que otra receta para vivir más, y mejor. También es una campaña para sumar Amigos y Socios al Hogar.
*****
Roberto Alfonso Velazque vive en el Hogar de Ancianos de Santa Rosa desde hace algunos meses. Entusiasmado, nos cuenta cómo fue su vida, y cómo el azar determinó su camino. Trabajador del ferrocarril, vendedor ambulante, comerciante, entre otras ocupaciones. Y los caballos, siempre los caballos. Una tragedia marcó su vida para siempre. La vida en 10 minutos.
En 1938 asumió como presidente Roberto Marcelino Ortiz en Argentina y se inauguraba el Estadio Monumental de River Plate. En el mundo se patentaba el bolígrafo, España atravesaba la Guerra Civil, y el nazismo estaba en plena expansión en Europa.
Roberto nació en 1938 en Viamonte, Córdoba, un pueblo pequeño de 3 mil habitantes. Cuenta que es una zona de buen campo en la pampa húmeda. Hizo allí la primaria y desde los 12 años trabajó de ayudante de sastre. ¿Trabajo infantil? Nadie se lo cuestionaba en esa época, había que ayudar en casa.
Eran 5 hermanos, hijos de una madre viuda. -Al recordar a su familia se le llenan los ojos de lágrimas, que se limpia con su pañuelo de tela-. De su pueblo, ese al que vuelve siempre que puede, cuenta que allí la verdadera diferencia la hicieron los que se fueron. No era una vida fácil.
A los 16 años se fue a Monte Comán, Mendoza, junto a una familia de su pueblo. El hombre era capataz de una cuadrilla en el ferrocarril, por lo que lo invitó a trabajar en los galpones arreglando vagones y locomotoras a vapor. Así lo hizo y pudo ayudar económicamente a su familia desde la distancia.
Leé también Los Feijoo, 70 años de soda en Santa Rosa. Una charla con Manolo
A los 18 años le tocó hacer el servicio militar, y tras volver a su trabajo lo trasladan a Buenos Aires. Allí desarrolla sus tareas en los ferrocarriles San Martín, Mitre y Sarmiento. Se encargaba de controlar el agua de los tanques: que no se rebasen, repartirla entre los abastecimientos y asegurarse de que no se le agote el suministro a ninguno.
Años después, el trabajo se le hacía muy monótono y pese a la estabilidad laboral, decidió renunciar. “Siempre callejié para hacer la plata. Mi drama es que no me gusta que me manden”, confiesa. En ese momento descubrió que lo que le hacía bien y le satisfacía era vender cosas en la calle.
Comenzó a comprar ropa en Buenos Aires y a revenderla puerta a puerta en su pueblo natal cordobés. Lo que le quedaba al volver lo comercializaba en Bahía Blanca. Mientras tanto seguía viviendo en Devoto, al lado del ferrocarril San Martín.
Luego se mudó a Bahía Blanca donde vivía su hermano. Comenzó a trabajar en un establecimiento de artículos del hogar. En ese momento se abrió un nuevo capítulo en su vida cuando comenzó a vender máquinas de tejer automáticas marca Knittax y máquinas de coser marca Necchi, dos innovaciones tecnológicas que fueron furor en su época por su novedad y practicidad. Ahí aprendió a coser y tejer. Cuenta que las utilizaba en plazas públicas para que la gente vea el funcionamiento y así lograba venderlas en tiempo récord. Llegó a comercializar 4 o 5 máquinas por día.
Leé también A sus 98, Teresita, difunde la vacunación desde La Pampa
Se casó a los 27 años -grande, dice él- con una mujer también cordobesa, Rosa María. Ella se dedicaba a la costura. En esa época también redescubrió su pasión por los caballos, ya que cuenta que desde chico estuvo en el ambiente y le interesó el hobby. A su mujer no le gustaba que vaya a las carreras, por lo que iba a escondidas. Con el tiempo se compró caballos y los hacía competir en diferentes lugares del país.
“Yo nací con los caballos. Es lo que me gusta a mi. Me han dado mucha satisfacción. Hasta me compré una casa…”
Leé también Un hogar en construcción para 100 abuelos pampeanos
Los caballos. Cuenta que a veces se gana o se pierde. Es todo cuestión de suerte… Remarca que hay que verlo para entenderlo.
Vivió 11 años en Duval, donde trabajó en una estación de servicio. “Dábamos servicios para el turista.” Recuerda que su trabajo era cocinar, pero hacía todo. Ganó una carrera, y con el dinero se compró una casa. Se mudaron a Santa Rosa. Abrió un mercado y carnicería en las calles Chile y Wilde, en el barrio Villa Santillán.
Recuerda entre risas que de ahí en adelante su señora no se perdió ninguna carrera y no se quejó más de su actividad. Reflexiona que “Me salió como yo lo pensaba, eso fue lo lindo”. Desde ese momento empezó a comprar caballos para correr en Buenos Aires, lugar donde correr es más difícil, “es como subir de categoría” reflexiona, porque es mucho más competitivo. Ya tenían un hijo, en Santa Rosa, nació la niña.
Pero Roberto también cuenta que así como hay buena suerte, hay mala suerte. Con mucho pesar cuenta que su mujer y su hija perdieron la vida en un siniestro vial. Y perdió todo.
“Perder todo lo que hiciste en la vida en 10 minutos…”
Cuando se le pregunta cómo está hoy en el hogar, contesta muy sonriente que “No soy rico pero estoy muy bien. Me siento muy acompañado”. Tiene muchos amigos que lo visitan seguido. Aún tiene caballos de carreras que cuida su hijo.
La Iglesia, otro capítulo Roberto es mormón. “Me convenció el libro de ellos. Yo iba a la Iglesia católica pero nadie me preguntó por qué iba, que me pasaba… Acá fue distinto, desde el primer momento. Un día fui a la Iglesia mormona y me hicieron cantar. Cante un tango y ahora me quieren hacer cantar todos los domingos”.
¿El momento más feliz de su vida? Cuando compré la casa y nos mudamos a Santa Rosa. Si, creo que fue ese.
El azar, siempre presente.
*Por Melina Vivalda y Ana Lía Fite.
El hogar de ancianos funciona desde el año 1911 en Santa Rosa. Hoy es la casa de 25 abuelas y abuelos que encuentran en él un lugar de cuidados, con quien compartir sus días, aprender cosas nuevas y sentirse como en casa. Es importante la ayuda de toda la comunidad que lo apoya con su cuota de socio, con donaciones y con proyectos solidarios. Si quiere ser socio del hogar acercate a Don Bosco 13, o contactarse a través de Facebook e Instagram @Hogardeancianossantarosa
*****
Este contenido es posible gracias al apoyo de nuestros lectores y auspiciantes. Compartí esta nota, opiná, y publicitá en nuestra web, para promover un periodismo distinto en la región: Contacto y Publicidad