Gustavo Federico Schmidt nació el 11 diciembre de 1943, en Colonia Médano Blanco, una localidad ubicada a 30 km de Santa Rosa. Era puestero junto con toda su familia: cuidaba vacas, arreglaba alambrados y pozos de agua de los molinos, ordeñaba, e iba a la primaria que le quedaba a 12 km a caballo.
En 1943 en Argentina estalló la Revolución que estableció el gobierno militar de facto del general Pedro Pablo Ramírez. También nacieron Marta Minujín, artista plástica y Marilina Ross, actriz y cantante. En el mundo se desarrollaba la Segunda Guerra Mundial y se inauguraba en Estados Unidos el edificio de oficinas más grande del mundo hasta ese momento: el Pentágono.
Eran 7 hermanos, 4 hijos y 3 hijas. En marzo de 1972, a sus 28 años, se mudó toda la familia a Santa Rosa. Estuvo buscando trabajo sin suerte hasta que se topó con la posibilidad de entrar a la policía provincial.
“No sabía qué hacer, yo le tenía miedo a la policía. Cuando estaban en algún lugar con mi familia nos desviamos para no cruzarlos”
Leé también «Beba»: pasado y presente de una vida feliz
Finalmente se presentó por necesidad económica y no por vocación. Sin embargo lo aceptaron inmediatamente. Tuvo instrucción tres meses en la academia y comenzó a trabajar como policía en la ciudad durante 5 meses cuidando Radio Nacional, las instalaciones de Canal 3 y la planta transmisora de LU33, hasta que le informaron que lo asignaban a Algarrobo del Águila. Recuerda que pensó: “Algarrobo del Águila. ¿Dónde está eso? Voy a decir que no, que no voy a seguir trabajando más”. Gustavo explica que hasta ese momento nadie de la familia se había separado del núcleo familiar, vivían juntos desde siempre.

A pesar de que no quería mudarse, Gustavo necesitaba seguir trabajando por lo que aceptó ser trasladado. Allí inició su travesía, ya que luego de Algarrobo del Águila fue enviado a más pueblos pampeanos. El siguiente fue La Humada, aún más lejos, luego Santa Isabel, y más tarde Colonia Emilio Mitre. Cuenta que le costó separarse de su familia y que la extrañaba mucho. Recuerda que podía visitarla como máximo una semana al año cuando tenía vacaciones, ya que no tenía días libres por feriados, ni en Navidad, ni Año Nuevo.
Entró en la policía por necesidad pero con el tiempo aprendió a amar su trabajo y el día que tuvo que entregar el uniforme no pudo evitar llorar.
Finalmente tuvo un accidente laboral en el que se desgarró un riñón. Fue trasladado a Santa Rosa y no pudo trabajar por 6 meses. Una vez que tuvo el alta médica no podía hacer esfuerzos físicos, por lo que fue asignado a trabajar en la ciudad como ordenanza. Muy contento con el cambio, se encargó de la limpieza de establecimientos mientras se capacitaba para ser Cabo, un título superior dentro de la policía provincial.
Leé también Ganar y perder. La vida y el azar
Tras dos años de vivir en la ciudad, logró su diploma y fue ascendido y trasladado a Padre Buodo, donde estuvo otros dos años. Finalmente fue llamado para trabajar nuevamente en la capital dentro de la Legislatura, y pudo lograr su tan esperado objetivo de establecerse permanentemente junto a su familia. Tras trece años, se jubiló.
Gustavo recuerda entre risas que tuvo el apodo de “policía trucho”, ya que no daba la imagen de autoridad. Cuenta que a pesar de que entró en la policía por necesidad con el tiempo aprendió a amar su trabajo y el día que tuvo que entregar el uniforme no pudo evitar llorar. Agrega que si hubiera podido trabajar más tiempo lo hubiera hecho, pero eso no se permitía.
Luego pasó varios años ayudando a su hermano que tenía un taller de arreglo de heladeras. Gustavo explica que a pesar de haber tenido la oportunidad, nunca se casó. Atribuye esto a su timidez y a que no le gustaba bailar. Sí le gustaba hacer música, su pasatiempo favorito era tocar la verdulera y el acordeón a piano, qué aún conserva, “el que toca nunca baila” como dice el dicho.
También cuenta que estaba mal visto que un policía saliera a bares o frecuentara lugares de ocio.
Leé también Un viaje al pasado de Santa Rosa, pensando en el futuro. Por Juan Carlos Carassay
Hoy en día, y desde hace dos meses, está viviendo en el Hogar de Ancianos de Santa Rosa. Dice que tras tantos años de vivir solo convivir con muchas personas fue un cambio, pero que ya se está “aclimatando” porque se siente muy cuidado y acompañado.
La historia de Gustavo es parte de #HistoriasDeAbuelos, una sección en La Pampa Noticias en la que contamos historias de vida centenarias, o casi, de abuelos del Hogar de Ancianos de Santa Rosa. Nos proponemos valorar las historias de quienes lo habitan, rescatar sus experiencias, costumbres de otras épocas, descubrir sabiduría en cada una de sus palabras, y por qué no, alguna que otra receta para vivir más, y mejor. También buscamos sumar Socios al Hogar.
*Por Melina Vivalda y Ana Lía Fite.
El Hogar de Ancianos funciona desde el año 1911 en Santa Rosa. Hoy es la casa de 25 abuelas y abuelos que encuentran en él un lugar de cuidados, con quien compartir sus días, aprender cosas nuevas y sentirse como en casa. Es importante la ayuda de toda la comunidad que lo apoya con su cuota de socio, con donaciones y con proyectos solidarios. Si quiere ser socio del hogar acercate a Don Bosco 13, o contactarse a través de Facebooke Instagram @Hogardeancianossantarosa
*****
Este contenido es posible gracias al apoyo de nuestros lectores y auspiciantes. Compartí esta nota, opiná, y publicitá en nuestra web, para promover un periodismo distinto en la región: Contacto y Publicidad