“Yo ya sabía que iba a tener secuelas”, dice Paola. Su hijo Inaki Catalano (25) sufre de parálisis cerebral y epilepsia refractaria. Su mamá, Paola Ruggero (52), dedicó años de trabajo y, porqué no también, de lucha para mejorar la salud y la calidad de vida de su hijo. Finalmente lo logró a través del uso de cannabis medicinal, con la marihuana como materia prima.
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La historia empieza con Paola embarazada, con complicaciones en el parto y en una cesárea de urgencia. Pero las complicaciones no terminaron ahí, Iñaki nació muerto. El médico a cargo conocía a la familia de Paola y no se rindió, intentó e intentó hasta conseguir un milagro y después de 45 minutos lo logró e Iñaki revivió.
“Cuando me desperté me informaron que mi bebé estaba vivo y que había sido trasladado porque necesitaba un respirador. Estuvo 17 días internado, pero sus secuelas neurológicas permanecieron. Tuve suerte de que la hemorragia fue externa y no interna, si no él hubiera corrido la misma suerte y yo tampoco”.
Paola Ruggero
Paola recuerda que las cosas se fueron dando y que era imposible frenarse para pensar. Estaba como arriba de una vuelta al mundo, avanzando sin saber a dónde iba a llegar.
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“Iñaki vino a enseñarnos muchas cosas, que todo pasó así por algo y que era así como debía suceder. Me cambió la mente al 100% y me abrió las puertas para encontrarme, valorizarme y mostrarme mi propia capacidad de ser curiosa”.
Paola Ruggero

En el transcurso de su infancia, Inaki aprendió a hablar con dificultad y a gatear con las rodillas. Pero cuando se desarrolló hormonalmente en la pubertad su epilepsia empeoró drásticamente. Llegó a tener 80 o 90 crisis por día. La única solución que les brindaban los médicos era aumentar las dosis, cada vez más y más remedios.
“Un potus tenía más vida. Era un estrés total, la familia era un caos. Estábamos pendientes todo el tiempo de que en una crisis se nos vaya de un paro cardiorrespiratorio. Yo tenía una formación muy sistematizada y seguía al pie de la letra todo lo que me indicaban las eminencias médicas. A los 8 meses lo llevé al Garrahan, donde conocí a los seres más desagradables de mi vida y tenían bata blanca. Soberbia, maltrato, destratos. Yo les decía en qué momentos tenía crisis y me trataban de ridícula. Como madre yo veía a mi hijo, estaba con él las 24 horas y de forma instintiva entendía cómo y cuando le sucedían las cosas”.
Paola Ruggero
Sin embargo, en la desesperación de los peores momentos llegó un rayo de esperanza a la familia Ruggero-Catalano. Paola lo recuerda como si fuere ayer: «Hace 10 años se acerca Camila, mi hija mayor, y me cuenta que en Estados Unidos había una chica que tomaba aceite de marihuana para una enfermedad similar a la de Iñaki. En esa época yo no era muy amiga de internet, pero como pude empecé a buscar e investigar ese caso y otros parecidos. Busqué información sobre la planta. Así di con Marcelo Morante, un médico de La Plata que hablaba de tomar cannabis para el dolor. Yo no entendía nada pero sentía que tenía que ir por ahí. Estaba viendo que mi hijo así, como estaba, se estaba muriendo. Por eso estaba abierta a lo que sea”.
Su hijo también la hizo comprender que las plantas no son drogas. El cannabis se asocia a la delincuencia, a la dependencia, con una estigmatización nefasta. No siempre fue así. La ley anti-drogas fue una campaña mundial de Harry Anslinger cuando Richard Nixon estaba como mandatario de EE.UU., en los años 70. “Para mi la planta fue un puente para reconectarme con mi hijo” resume Paola.
“En un momento me pregunté a mi misma ¿todo esto es como me dijeron? Ahí empecé a dudar de todo. La planta está prohibida porque cura. No te hacen dependiente, como el azúcar o las pantallas. Y curar sin dar rédito económico al sistema farmacéutico no es negocio para nadie. Hoy en día vivimos desconectados de la naturaleza, de los alimentos reales, de los vínculos, de las emociones y todo se medicaliza. Nos hacen dependientes a todo tipo de pastillas. Y eso también es un negocio”.
Paola Ruggero
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“Criarlo a Iñaki fue sufrir todo al máximo. Todo el dolor, toda la escasez, la soledad al máximo. Antes de él tuve a Camila, mi otra hija, y a Tomás, el más chiquito de los tres. Y fue criarlos a todos con las dificultades de tener un hijo diferente. Discapacitado. Siempre me apoyé en Rodrigo, el padre. Pero Iñaki tiene parálisis cerebral, microcefalia y epilepsia refractaria. Según los médicos él no iba a vivir mucho tiempo y su cabeza no iba a crecer. Sin embargo nunca dejó de hacerlo, solo que se dio de forma más lenta”.
Paola Ruggero



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“Yo no conocía mucho la planta, mi marido Rodrigo vivió en Buenos Aires y allá se veía más y por eso al principio a él no le gustaba la situación. Me decía: ¿Cómo le vamos a dar marihuana, una droga ilegal, a nuestro hijo? En esa época, y ahora a veces también, se equiparaba a la heroína, a las pastillas sintéticas y a cualquier otra droga ilegal como si todo fuera lo mismo”.
Paola Ruggero
Por suerte internet vino a romper mucho con el dogmatismo. Cada uno puede buscar información y ver por sí mismo cosas distintas a las que dicen los libros de texto tradicionales y ese fue el camino que emprendió Paola para buscar respuestas alternativas a los problemas médicos de su hijo.
“Después de decidirnos, nos contactamos con una radióloga que tenía una hija en la misma situación. Ella nos facilitó aceite de cannabis que Rodrigo fue a buscar a Buenos Aires. En ese momento Iñaki tenía 18 años. Cuando nos decidimos a usarlo, el primer cambio que noté fue su mirada: fue una mirada de conexión”.
Paola Ruggero



“Después de un tiempo les informamos a los médicos y al centro al que asistíamos que estábamos usando marihuana. Ellos notaban que Iñaki estaba cada vez mejor, que tenía menos crisis de epilepsia y que las fue bajando y bajando desde el pico de 90 por día. En la actualidad sufre dos o tres, pero más leves y ya no suceden tanto mientras duerme. Mejoró su calidad de vida, su nivel de conexión, de vínculos con su entorno, con la movilidad física, pudo comenzar a ir de cuerpo por sí mismo, expresarse verbalmente otra vez, tragar y un montón de pequeñas cosas que desde su adolescencia dábamos por perdidas”.
Paola Ruggero
La familia tuvo la suerte también de encontrar un médico en La Plata que los ayudó a saber como continuar con la medicación: había que bajar dosis e interrumpir tratamientos por las mejoras que tenía Iñaki. Tomaba cantidades industriales de pastillas y litros de jarabe. Pasó de necesitar de 20 a 6 pastillas por día. “Todavía no hemos podido dejar todas”, aclara la madre.
Con el tiempo se dieron cuenta de que era necesario cultivar la planta para tener disponibilidad de medicación. También iniciaron contacto con especialistas del tema para conocer y transmitir la información adquirida a nivel social. Paola recuerda pensar “yo no me puedo quedar con esto, lo tengo que contar” y eso le dio el empujón para hacer todo lo que hizo.
“Me empecé a conectar con otras madres y nunca más paré. Fue una lucha: hubo que abrir causas, pedir amparos, hacer notas, jornadas, ir a la cámara de diputados, poner la cara y el cuerpo, tanto los nuestros como el de Iñaki, porque lo mostramos por todos lados. También llegó el momento de aprender cuándo parar, es muy desgastante la lucha y a veces no da resultado. Además mientras tanto hay que criar a los hijos y todo a pulmón”.
Paola Ruggero



En el camino también contaron con mucha ayuda que agradecen infinitamente. Por parte de la Universidad Nacional de La Pampa, de algunos políticos que se solidarizaron con la causa, de medios de comunicación y médicos que genuinamente se interesaron en la parte humana y en mejorar el bienestar de Iñaki.
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“Ser madre me dio credibilidad. Mostrar a Iñaki y admitir que lo “drogaba” como todos pensaban hacía que pueda pasar de ser mal vista a explicar que hay usos medicinales del cannabis que nada tienen que ver con lo recreativo y que da resultados que no se logran de ninguna otra manera”.
Paola Ruggero
Para cerrar, entre lágrimas dice: “Nunca voy a dejar de agradecerle a la planta y a Iñaki, porque me cambiaron la vida. Todo lo que no había encontrado antes lo encontré con ellos. Todos los días cuando me levanto doy las gracias”.
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