En el año 1966 se fundó la primera escuela de danza clásica de La Pampa. De la mano de Noemí -Mimí- Chejolán y de su sobrina, Belén Echenique, surgieron grandes bailarinas, que hoy en día están haciendo carrera a nivel profesional. La vara de la danza quedó a un nivel muy alto en la provincia, y gracias a ellas muchas chicas pudieron cumplir sus sueños de pisar importantes escenarios.
María Belén Echenique (54) es quien está a cargo hoy de la escuela que su tía le delegó, y nos recibió para mostrarnos de qué se trata una clase de Ballet y para contarnos un poco acerca de la historia de esta legendaria academia.

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Muchas de las alumnas empiezan en la escuela a una muy temprana edad. A los tres años en algunos casos. Las chicas que deciden seguir yendo a las clases de Belén durante su infancia y adolescencia, la ven a ella como un referente, para con la danza y con la vida.
La exigencia del Ballet, ya de por sí, es muy alta, y Belén se encarga de mantenerla. La academia se convierte en una escuela paralela al colegio, un espacio de sociabilización, de expresión y sobre todo, de disciplina.
–¿Cómo hacer para mantener la vara tan alta a lo largo de tantos años?
-Mi idea es que la técnica clásica en La Pampa siga teniendo buen nivel.
Junto a su tía Mimí, han formado profesionales que están bailando en Teatros del índole del Colón. Manuela Echenique y Candela Echenique, sus hijas, forman parte del Ballet estable del Teatro Colón, Mercedes Calderón bailó en el Teatro Argentino de La Plata, en el Colón y ahora forma parte del ballet del Teatro del Sur de Bahía Blanca. Camila Muñoz también está en el staff del teatro de Bahía Blanca, Sofía Zimerman hace tres años fue seleccionada para entrar al Instituto del Teatro Colón, Sara Schulz está cursando el Taller del Teatro San Martín y Agustina Biscayart estuvo becada en el Colón y también formó parte del Taller del San Martín.

Noemí Chejolán. Estudió danza clásica en la escuela de Olga Kirova, y cuando volvió a su ciudad natal, Santa Rosa, retornó con un objetivo claro: gestar una escuela de danza clásica de alto nivel. «Al principio tenía poquitas alumnas, hasta que el salón se empezó a llenar. Hoy en día me cruzo algunas alumnas de Mimí por la calle que incluso han mandado a sus hijas a la academia para que tomen clases conmigo», dice Belén .
Los espectáculos de fin de año que trazaba Noemí eran precisamente -espectáculos-. Asistían las personas más importantes de la provincia, como intendentes y gobernadores, venían coreógrafos de Buenos Aires y hasta en una oportunidad Julio Boca se encontró marcando pasos y asesorando en una de las funciones de Mimí. «De hecho en una reinauguración del Teatro Español la eligieron a la tía para que haga un espectáculo», recuerda Belén. Y, entre lágrimas en los ojos dice que «lamenta que no haya ni siquiera un aula a su nombre en el Teatro, Mimí dedicó su vida entera a la danza y al teatro».
Lo peor. «Me da lástima la falta de reconocimiento, en el sentido que sé lo que ella trabajó por ese escenario y por la danza, y lo digo llorando porque la extraño cada día de mi vida. Fue terrible lo que le pasó. Se quedó paralítica, vos sabes lo que fue para ella que había vivido de sus piernas…». Una mujer que supo aprovechar del potencial de sus piernas y su cuerpo hasta que éste no le dio para más.
«De Mimí aprendí la pasión, la disciplina y el trabajo» menciona Belén. A los tres años pisó por primera vez un escenario y a los nueve años, la entrevistada se mudó de Riglos, en donde vivía con sus padres, a Santa Rosa para asistir a las clases de Ballet de su tía. «Ella como maestra era muy exigente, y a mí me exigía más a que a todas. Junto a Mimí hice el primer curso de verano que se dictó en el Colón, duraba un mes y era súper intensivo. Teníamos clases de técnica, de carácter, de folklore, de música, francés, de historia de la danza. Ella siempre me apoyó», recuerda.
Hasta sus últimos días, ya enferma de cáncer, Mimí pasaba las tardes sentada en un banquito del salón en el que Belén dictaba sus clases, corrigiendo, opinando y analizando a las alumnas. Fue ella quien dejó un legado de bailarinas excelentes en la familia. De alguna manera u otra les trazó el destino.
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Una dinastía de bailarinas. Tres generaciones dedicadas al Ballet. Noemí Chejolán, Belén Echenique y sus hijas, Candela y Manuela. «Nos contagió pasión y amor por esto» dice Belén. Hoy, «las chicas» son un enorme orgullo para su madre. Ambas forman parte del Ballet Estable del Teatro Colón, el teatro más prestigioso del país y uno de los que tienen mejor nivel de técnica clásica a nivel mundial. Más allá de bailar en este imponente escenario, interpretan personajes de obras destacadas y se codean con los mejores bailarines de Argentina, y del mundo.
¿Cómo lidiás con las exigencias que requiere esta disciplina? «Se tocan temas muy delicados en la danza clásica, pero si las chicas no tienen como objetivo final ser bailarinas profesionales o llegar al Colón, prefiero no meterme en temas delicados».
Evolución. «De mi trabajo lo que me gusta es el día a día y ver el progreso de las chicas. Hay chicas que empiezan de muy chiquitas y ver todo lo que crecieron y mejoraron es muy reconfortante, porque en gran parte es trabajo mío. Si yo no las hubiese preparado bien, no hubiesen progresado, la clave está en mis correcciones minuciosas y en los detalles finos», reflexiona Belén.
-¿Y el secreto para ese progreso?
-Disciplina, fuerza interior y perseverancia.
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Academia Noemí Chejolán: consultas al 02954-15-360274. Dirección: Emilio Mitre 65-Santa Rosa/ La Pampa.
