Silvia Barrera (64) estuvo 10 días en Malvinas, embarcada en el rompehielos ARA Almirante Irízar. Permaneció dentro de la zona de conflicto desde 8 al 18 de junio de 1982. Instrumentadora quirúrgica de profesión, con sólo 23 años ayudó en el conflicto bélico que la marcaría como a todos los argentinos. Silvia cuenta su historia en #LPN.
En noviembre de 2022 cambiaron el nombre de la Escuela Primaria 265 de Toay por Silvia Barrera. Con respecto a la decisión, la excombatiente comentó que “una no toma conciencia en el momento. Hasta que no fui a Toay y conocí a los chicos que iban a decir yo voy a la escuela Silvia Barrera no me di cuenta de toda la importancia y todo lo que implicaba. Estuve dos días con ellos y fueron divinos, la directora también es una amorosa. Votaron entre varias opciones tanto los chicos, como los papás y los docentes, y eligieron mi nombre. Realmente me emocioné mucho”.
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La historia detrás de la mujer
“Yo trabajaba en el Hospital Militar central de Ramos Mejía en 1982. Desde el Ejército pidieron instrumentadoras quirúrgicas, que era la especialidad que necesitaban. En ese momento éramos unas 30, y junto a 5 compañeras nos ofrecimos como voluntarias el 7 de junio. Al día siguiente partimos a las islas. Sabíamos a donde íbamos, nos informaron que había bombardeos constantes. Yo vengo de una familia militar y en las carreras de sanidad uno sabe que el tiempo propio va a estar dedicado al otro, también sabíamos que estábamos en guerra ¿Cómo no ofrecerme como voluntaria? Tiene que ver con el patriotismo y las ganas de vivir una aventura que otras mujeres no iban a vivir”.
Silvia Barrera
En ese entonces el ejército argentino aún no le permitía hacer la carrera militar a las mujeres, por lo que no contaban con ropa ni calzado para ellas, todo les quedaba grande. Además la ropa de abrigo ya había sido enviada al sur así que les dieron solo prendas de verano.
“Primero fuimos a Río Gallegos. Nos sorprendió cuando bajamos del avión que no nos estaba esperando nadie, ni siquiera habían avisado que íbamos. De casualidad nos cruzamos un médico y fuimos al hospital militar. Al principio no nos creían que íbamos a Malvinas. Éramos las primeras mujeres que veían vestidas de verde y desde el ejército se resistía mucho la incorporación de la mujer. Lo nuestro sucedió porque había mucha carencia de asistentes quirúrgicos y necesitaban con urgencia personas de esa especialidad”.
Silvia Barrera
“Finalmente fuimos llevadas a Punta Quilla, en Santa Cruz, y allí abordamos el helicóptero que nos subió al buque ARA Almirante Irízar, el rompehielos donde viajamos hasta las islas. Tardamos bastante porque nos cruzamos buques de guerra y hospitales ingleses. También nos vino a controlar la cruz roja y la ONU para corroborar que realmente sea un buque hospital. En una de esas paradas incluso compartimos sangre y plasma con otra embarcación”.
Silvia Barrera
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“Nuestro destino era el Hospital Militar de Puerto Argentino pero con la mentalidad de 1982 cuando llegamos, el día 9 de junio, no quisieron darnos grado militar para desembarcar porque íbamos a quedar a la misma altura que los hombres, así que estuvimos todo el tiempo siempre a bordo”.
Silvia Barrera
¿Y debían operar soldados con el vaivén de las olas? Exactamente. Con una inclinación de 45° y constante movimiento tenían que realizar su trabajo.
“Los primeros días estuvimos mareadas, por la falta de costumbre. Ninguna había navegado nunca. Pero no había tiempo que perder: empezaron a llegar los heridos al instante y a los 30 minutos tuvimos nuestro primer bombardeo. Arribamos un día de los peores combates. Los helicópteros evacuaban el hospital de tierra firme y traían heridos, pero luego de unos días el clima no les permitía maniobrar así que los traían en embarcaciones. Y después no daba abasto el hospital y directamente venían hombres del campo de batalla a nuestro quirófano a ser operados. Eso fue lo peor, había que revisarlos y encontrar las heridas entre costras y suciedad sin anestesia”.
Silvia Barrera
El 14 junio se informó el cese del fuego. “Fue un shock. Pensamos que la guerra venía bien y que los argentinos estábamos manteniendo las posiciones peleando. En ese contexto nos enteramos que perdimos y había que evacuar. Tuvimos que hacerlo lo más rápido posible para que no queden los heridos como prisioneros de guerra de los ingleses”.
“La última noche antes del cese del fuego tuvimos un ataque y hubo un tiroteo entre los ingleses y nuestro buque. Teníamos miedo de que le peguen a los tubos de oxígeno que estaban en la cubierta, que estallen y rompan toda la embarcación. Tomamos conciencia real del peligro luego del hecho. En el momento no llegas a pensar. No hubo sanciones por atacar al buque hospital”.
Silvia Barrera
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De ahí volvieron a Comodoro Rivadavia, Chubut, y desembarcaron en el hospital a todos los heridos del buque. Permanecieron ahí un día y los iban a visitar. En el postoperatorio entablaron amistad con los soldados y estos les daban papelitos con números de teléfono de sus casas para pedir que le avisen a sus familiares donde estaban y de su estado de salud.
“Fue muy fuerte hablar con personas que no conocíamos y contarles que su hermano, pareja o familiar estaba herido y operado en ese hospital. Además los superiores nos controlaban que no hablemos con nadie, teníamos que buscar teléfonos públicos y cambiar nuestro dinero por fichas. Cuando se enteraron que no habíamos acatado la orden de no comunicarnos con nadie nos llevaron a un galpón de la fuerza aérea y pusieron a un piloto a vigilarnos. Sin comida, sin baño, sin nada”.
Silvia Barrera
Tras todo un día encerradas, finalmente las buscaron para volver. Volaron en avión junto a otros soldados para regresar a sus hogares.
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“Llegamos y nuestras familias nos estaban esperando. Fue un domingo y al día siguiente ya nos incorporamos a trabajar nuevamente. Nadie nos preguntó dónde habíamos estado. De todas formas tuvimos suerte de tener un trabajo al que volver, los soldados tenían que buscar uno y les costó mucho más porque eran muy jóvenes y para la mayoría era su primer empleo”.
Silvia Barrera
Cuando estuvieron de vuelta la indiferencia fue total. “Éramos la cara de la derrota”, recuerda Silvia. Pasaron entre diez y quince años hasta que pudieron procesar los hechos, hablar de la experiencia y que la sociedad reconozca a los combatientes. Hoy, Silvia sigue trabajando en el hospital militar central, ya no como instrumentadora si no en la parte de ceremonial.
“Vemos como un mandato contar nuestra historia, para que no se olvide y para que no se distorsione, sobre todo en nuestro caso que solamente hubo 16 mujeres veteranas de guerra: nosotras, otras seis radioperadores y comandantes de abordo, una enfermera y tres pertenecientes al cuerpo diplomático”.
Silvia Barrera
“Volvería a ir, uno en su conciencia se queda tranquilo sabiendo que hiciste algo en el momento más importante de su patria, de Argentina. Hay distintas formas de defender la patria, no solo con las armas de fuego”.
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