A todas nos pasó o le pasó a alguien que conocemos: o creemos que nos lo buscamos, o no nos habíamos dado cuenta de que eso también era abuso. Pero a todas, alguna vez, alguien nos tocó, nos violentó, nos maltrató y nosotras, petrificadas, lo silenciamos.
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Verónica Bianco empezó a armar la obra en diciembre de 2021 para el Día Internacional de la Mujer. Con tiempo y muchas ganas empezó con el gérmen de una idea. Esa idea inicial estaba compuesta por las piernas de un maniquí y una olla encima. Para Vero, eso representaba cómo desde el momento del nacimiento a las mujeres se las construye social y culturalmente.
Desde los medios de comunicación y la publicidad, desde cómo se ven las mujeres, desde el hecho de nacer y que se les pongan aros en las orejas, todo eso es una manera de construir el ideal de mujer. Y a las mujeres, ese ideal, quieran o no, las atraviesa, les afecta y las condiciona.
El sexo, dice Vero, determina cómo te va a ver la sociedad. Es por eso que a la obra le puso unas tiras y esas tiras representan los mandatos que vienen de afuera, la marca que la sociedad les produce a las mujeres. Tiras que vienen de afuera, cuelgan del techo y caen sobre la olla.
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Con Marcela Martín, la curadora del Centro Municipal de Cultura (CMC), iban tejiendo las tiras. Entre jornada y jornada charlaban. La obra, de a poco, se estaba transformando en otra cosa, algo que imponía otra presencia. Hasta que empezaron a hablar de casos de abuso que les habían pasado a ellas, a sus amigas, a mujeres que conocían.
La obra iba cambiando, ya no sólo hablaba de los condicionamientos externos y sociales, la obra empezaba a hablar de los silencios con los que viven las mujeres todos los días. Meter la panza o depilarse eran algunas de las cosas que se silenciaban y que en esas charlas con Marcela, le disparaban un montón de preguntas.
A medida que iba pasando el tiempo su cabeza se reformaba. La obra se reconvertía, tomaba más coraje, cada vez más fuerza. Ya había tomado la decisión de que la muestra incluyera olor a desodorante de hombre y que fuera de color rojo. Una instalación que de noche tiene todavía mucho más impacto.
“Un día veo lo de la violación en Palermo. Yo ya venía muy cargada con un montón de cosas y eso fue como la gota que rebalsó el vaso. Me dije: ya que tengo la posibilidad de tener semejante lugar hay que ponerle fuerza, hay que ponerle impronta, por algún lado, esto tiene que reventar”.
Vero Bianco
Entonces, se le ocurrió mandar un mensaje de WhatsApp en el que le pedía a sus amigas que le contaran situaciones de abuso que hubieran vivido. Sus amigas, se lo pasaron a otras amigas y esas amigas a otras. Pasaron unos días y le empezaron a llegar los mensajes de sus amigas y de muchas otras mujeres que no tenía ni idea de quiénes eran.
Eligió más de 20 relatos y se ocupó de que en la muestra aparecieran como anónimos porque la condición para que una mujer hable, para que se anime a contar, es el anonimato. Sobre todo para los casos de abuso. Porque la mayoría de las mujeres tienen miedo de que las juzguen, de que les digan “¿y vos cómo ibas vestida?” o “pero vos saliste esa noche con el flaco” o “¿para qué saliste a tomar algo con él? Vos le diste bola” o “¿vos qué hiciste?”, comentarios que las condicionan para no contar.
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El silencio está implícito. La mayoría de los casos que se relataron fueron de abusos en la vía pública, abusos en el trabajo por jefes y abusos por familiares. Vero se encontró con mujeres que por primera vez podían contar y podían poner en palabras lo que les había pasado.
Se encontró con adolescentes que le enumeraban hasta cinco situaciones de abuso y también se encontró con relatos de mujeres de 40 años que se dieron cuenta que por fin podían contar cosas que nunca habían podido hablar. Pero muchas otras también le decían “yo tengo relatos, pero no me animo a escribirlo o a contártelo”. Es muy difícil hablar. Es muy difícil poder sacarlo afuera.
Muy pocas mujeres pudieron hacer la denuncia, muy pocas lograron enfrentar a la persona que las había abusado o violentado aún dentro de sus círculos familiares. Esas son algunas de las características en común en todos los relatos: el anonimato, el silencio y el miedo.
“Cuesta un montón contarlo. Fue lo que me pasó a mí. Empecé a escuchar y a leer a las chicas y se me empiezan a venir imágenes de los abusos que yo tenía tapados. Me empecé a acordar de cosas que durante tanto tiempo había tenido calladas y escondidas en la memoria. Por eso la primera semana no dormí. Lloré toda la semana”.
Vero Bianco
Cuando Vero se acordó, se dio cuenta de que ella también se había quedado petrificada. No pudo decir nada. Entonces, ese condicionante, ese silencio, ese callar, fue para ella un detonante, su manera empezar a sanar y a evolucionar. Pero evolucionar con las marcas de esos abusos, porque las marcas quedan.
Vero se preguntaba: “¿cómo se puede ayudar?, ¿cómo se puede hacer para que no le pase a nadie más? O si pasa, ¿cómo se puede acompañar?”. Cree con fervor que es necesario que las mujeres sepan que a todas les pasó, que siempre se puede dar una mano y encontrar a alguien que diga “te re contra entiendo”. Para que muchas mujeres puedan sentirse menos solas.
“El te entiendo en estos casos es fundamental. Que te digan “yo tengo relatos pero no te los puedo contar porque todavía no me animo a escribirlos” y que alguien más pueda decir “te entiendo, porque a mí me pasó ¿cómo no te voy a entender?”.
Vero Bianco
Por eso Vero trabajó en esta obra, porque significa reaccionar, hacer algo a futuro, para generar espacios en los que las mujeres puedan expresarse, puedan encontrar ese “acá estoy” o ese “te entiendo”. Porque cree que es necesario sostener la continuidad del Instagram para que haya un lugar en el que la obra genere unión y sororidad.
“Me llevó muchos años salir de la caja, lograr hablar, empezar a ver cuáles son los derechos que tengo como mujer y como persona en el mundo real. Los derechos que puedo reclamar. Ese es el acompañamiento que veo en la obra. El de la unión, el contar para que las mujeres podamos ir evolucionando. Para liberarnos”.
Vero Bianco
¿Dónde se puede ver la obra? En la Sala Mareque del Centro Municipal de Cultura, Quintana 172, Santa Rosa, La Pampa. Se va a exponer hasta mediados de abril. Los jueves y los domingos de 19 a 21 la obra se va a poder ver con todos los sentidos. El 1 y el 8 de abril a la instalación van a asistir unas bailarinas que realizaran una performance acorde a la obra. Instagram: Hartas
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