Hoy se conmemora el centenario del nacimiento de René Favaloro y en su homenaje se celebra el Día de la Medicina Social.
Nació un 12 de julio de 1923, su nombre inspira a los profesionales de la salud y a la sociedad entera. Supo abrazar la ética del médico argentino.
Favaloro vivió en La Pampa 12 años de su vida. Llegó a la localidad de Jacinto Arauz a los 27 años. Estaba recién recibido, y se mudó a un caserío a 200 kilómetros de la ciudad de Santa Rosa.
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Durante su estadía en Arauz transformó al pueblo. Y el pueblo lo cambió. Fue allí en donde tomó conciencia del valor de la medicina social. Con los años fue dejando testimonio de vida en tres libros: «Recuerdos de un médico rural«, «De La Pampa a los Estados Unidos» y «Don Pedro y la educación«.
En el podio de los héroes, Favaloro conquistó un lugar con su nombre. Que hoy se lo recuerde y conmemore con tanto ahínco tiene que ver con la creación del bypass aortocoronario, su mirada social de lo médico, su compromiso público, sus valores de honestidad, su aspiración de la justicia social y su trágico final cuando decidió quitarse la vida durante la crisis del 2000.
Tal es así que para recordarlo se pintó un gran mural con su retrato sobre una de las paredes laterales de la Fundación Favaloro, en la intersección de las avenidas Belgrano y Entre Ríos, CABA, una obra del artista Maxi Bagnasco.
Asimismo, este año, hace tan solo unos meses, se inauguró el Hospital de complejidad creciente “René Favaloro” en Santa Rosa y en Jacinto Aráuz, como homenaje, también se pintó un gran mural.
Su paso por La Pampa
En la década del 50, René Gerónimo Favaloro, viaja a La Pampa para instalarse en el pueblo rural de Jacinto Aráuz. En principio, se instalaría por tres meses, pero los planes muchas veces van cambiando de las intenciones originales y eso que empezó como algo breve se extendió por doce años.
Favaloro vivió ahí hasta principios de 1962 y ejerció la profesión que lo apasionaba y que defendió a capa y espada: la Medicina. Una profesión que en ese pueblo castigado por el viento y la sequía, lo elevará a una suerte de líder comunitario.
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«Es el testigo y confesor de los hechos que suceden y se siente parte de ella, goza y sufre con los demás«.
René Favaloro
El paso de Favaloro por Aráuz
«Recuerdos de un médico rural«, recién reeditado por la editorial Sudamericana, es uno de los tres libros que legó en clave de autobiografía. Los otros dos son «De La Pampa a los Estados Unidos» y «Don Pedro y la educación«. En ese volumen que dedica a la estadía en La Pampa, el cirujano recurre a su experiencia en primera persona como médico de un pueblo rural para narrar algo más que su propio quehacer y comprender la relación entre las condiciones socioeconómicas, la salud y la vida.
«El 25 de mayo de 1950, por pura coincidencia nomás, partí en un tren del Ferrocarril General Roca. ¡Quién iba a decir que el destino transformaría tres meses en casi doce años de tanta trascendencia para el resto de mi vida!«.
René Favaloro
Favaloro se trasladó a Jacinto Aráuz, en mayo de 1950, un año después de recibirse de médico en la Universidad Nacional de La Plata. Un pueblo, situado a 200 kilómetros de la capital provincial y lo hizo porque su tío, que en ese entonces vivía ahí, le pidió que realizara una suplencia.
En ese momento, el pueblo ubicado a la vera de la Ruta Nacional 35 tenía solo diez manzanas desparramadas a lo largo de las vías del tren. Hoy tiene 2.500 habitantes y el principal motor de la economía local es el molino harinero y la industria láctea.
Como un cronista que llega por primera vez a una realidad tan diferente a la suya, Favaloro describe el paisaje pampeano. Ese relato pormenorizado del territorio tiene correlato en los valores y los lazos comunitarios y solidarios que encuentra entre las personas de aquel pueblo, pero también en las formas de producción, en la dinámica de los movimientos migratorios, en las oportunidades de quienes viven de lo que la tierra da y en la composición sociocultural.
Desde La Plata, Favaloro llegó a Aráuz para reemplazar al médico del pueblo. Sus labores abarcaban todas las áreas: Clínica General, Pediatría, pequeñas cirugías, Urgencias y Obstetricia, la especialidad que menos había practicado durante sus años de formación en el Policlínico Bancario y que al cuarto día de instalado en el pueblo de La Pampa se vio obligado a ejercer con bastante preocupación por su falta de práctica en atención de partos.
«En un pueblo tan chico, las pequeñas hazañas del médico recién llegado se comentaban por doquier y servían para balancear las derrotas que tanto preocupaban a mi tío. Con absoluta dedicación a mi tarea percibía que poco a poco iba entremezclándose con la población, la iba conociendo en profundidad a medida que me enteraba y participaba de sus problemas. […] Había dejado de ser un extraño. […] Lentamente fui elaborando la idea de afincarme«.
René Favaloro
Para Favaloro afincarse ahí fue elegir por una la apuesta colectiva a través de la medicina para «contribuir al desarrollo social educacional de ese territorio con el que me había ido entremezclando«. En Aráuz, Favaloro dio charlas a la comunidad para vincular salud con condiciones de higiene y creó una clínica, que dirigió junto a su hermano Juan José.
Aquello que Favaloro observa y registra en este texto no es indiferente a su profesión. La descripción del paisaje o las anécdotas cuando atiende a domicilio en parajes desolados operan como la plataforma de análisis que le permite tomar posicionamiento sobre lo que ve, y expone su mirada humanista sobre las condiciones de vida desfavorables del campo en relación a la ciudad.
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«La tarea diaria seguía desnudando las falencias sanitarias y la impotencia en la que se desarrollaba mi trabajo. Había que cambiarlo todo, pero si no quería fracasar debía con precisión y entender que debía hacerlo progresivamente, con paciencia«.
Las voces de Aráuz
Dora Calo, es una de las enfermeras de René Favaloro durante su estadía como médico rural, recordó que el cirujano conversaba en el quirófano y que ya tenía la idea de hacer el primer bypass de corazón y destacó que trataba a «todos por igual» en el pueblo que todavía hoy, a 100 años de su nacimiento, lo homenajea con el único museo en el país que lleva su nombre.
«Las exigencias del doctor eran que había que estar siempre dispuestos con los enfermos, ser solidarios con ellos y respetarlos«.
Dora Calo
Dora comenzó a trabajar como mucama, pero fue escalando y llegó a ser segunda ayudante de las operaciones. Empezó a trabajar a los 20 años con el médico cuando él todavía no tenía el prestigio que ganaría después. Hoy Dora tiene 89 años y en su casa en Jacinto Aráuz, todavía recuerda a Favaloro con un retrato en su comedor.
«La clínica fue una bisagra muy importante en el pueblo. Antes, los pacientes eran derivados a Bahía Blanca por el ferrocarril que pasaba una vez por día y tardaba unas 4 o 5 horas en llegar«, contó María Elena a la agencia Télam, que nació en la clínica fundada por los Favaloro y actual directora del Museo Histórico del Médico Rural Dr. René G. Favaloro
Los Favaloro frenaron la epidemia de diarrea infantil que afectaba al pueblo, dieron charlas para enseñar a prevenir enfermedades, se vincularon con maestros rurales para la divulgación sanitaria y hasta llegaron a armar un banco de sangre. René fue el socio fundador de la cooperativa de servicios y obras públicas que hizo el tendido de la energía eléctrica del pueblo y llevó agua potable a todas las viviendas.
«El doctor René enseñaba a las comadronas la higiene. Acá, antes, los médicos no atendían a las parturientas, pero un día un parto se complicó en una quinta lejos del pueblo y la comadrona vino a buscarlo. Él agarró su maletín, se subió al sulky y fue a atender«.
Dora Calo
Todo lo que aprendió Dora de Medicina fue de la mano de Favaloro, a quien describió como un hombre «muy recto que inspiraba respeto«, pero que «trataba a todos por igual […] Nunca jamás nos levantó la voz a las enfermeras ni nos dijo malas palabras. Después, cuando trabajé con otros médicos nos decían cualquier cosa«. «Favaloro era docente, le gustaba mucho enseñar y que quien estaba al lado de él aprenda«, dice Dora y recalca que él quería ser recordado más como un docente que como cirujano.
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«La atención médica era primero la charla con el paciente para conocer su modo de vida. Después preguntaba sobre la consulta en sí, pero muchas veces eran enfermedades psicosomáticas, y a eso es lo que se apunta hoy otra vez, a que no sea tan mecanizada la atención, sino más humana«.
María Elena, directora del Museo Histórico del Médico Rural Dr. René G. Favaloro
A principios de 1962 Favaloro se fue de Jacinto Aráuz para especializarse en Estados Unidos con «mucho dolor, pero lleno de esperanzas«, según contó. Si bien el médico recibió múltiples invitaciones para volver de visita, solo aceptó regresar para el centenario de Jacinto Arauz, en 1989. «Ese día había cola para verlo. Lo pude saludar, pero nada más porque era una romería de gente«, recuerda Dora.
De médico rural a su gran hallazgo
Favaloro es reconocido internacional y nacionalmente por el bypass, pero esa técnica solo representa la cima. Después de su estancia en La Pampa retornó a tierras platenses para doctorarse. En la segunda página de su tesis, guardó unas líneas para alguien que siempre recordaba: “A mi abuela Cesárea, que me enseñó a ver la belleza hasta en una pobre rama seca”.
Volvió pero sentía que necesitaba seguir formándose, entrenarse al calor de la última evidencia científica, saber en tiempo real. Se marchó a la Cleveland Clinic, un centro médico y académico de excelencia en Ohio, Estado Unidos, especializado en cirugías.
Con inglés básico, pero con las ganas intactas, durante una década adquirió conocimientos en el campo de las intervenciones cardiovasculares. Así fue que en 1967 consiguió, con éxito, combinar sus dos facetas principales: todo lo que sabía de Medicina y las ganas de que su saber contribuyera a mejorar la vida de las personas.
Desarrolló lo que hoy se conoce como bypass aortocoronario, procedimiento que consiste en utilizar la vena safena en las cirugías de corazón. Es decir, saltear la parte obstruida de las arterias a través de un puente. Un trabajo que funcionó como punto de inflexión y lo convirtió en leyenda.
Desde ahí, realizó más de 13 mil bypass e inauguró un nuevo paradigma vinculado a las afecciones coronarias. En el presente, el mundo realiza millones de operaciones siguiendo los pasos indicados por el médico platense. Como la deuda era con su gente, en 1971 emprendió el retorno y fundó el centro que lleva su nombre.
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Formó a miles de residentes y escribió decenas de artículos para divulgar los detalles de sus trabajos. En 1980 creó el Laboratorio de Investigación Básica y en 1998 la Universidad Favaloro. Su logro más importante fue otro: no existió un solo hospital en el que Favaloro pudiera caminar tranquilo. En todos los casos, los pacientes lo interrumpían para darle las gracias y eventualmente abrazarlo. Le decían el “doctor milagro”, pero más bien era el doctor ciencia o el doctor humano.
Favaloro se suicidó con un disparo al corazón un 29 de julio del año 2000, a sus 77 años, cuando la Fundación que llevaba su nombre atravesaba una compleja crisis financiera, tras el recorte fiscal a la entidad y la deuda de la obra social PAMI.
Con información de la Agencia Télam
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