Agustina Tejada García (20) es fotógrafa, vive en Santa Rosa, La Pampa y está pidiendo a sus seguidores que la ayuden con «cafecitos» para poder comprarse una cámara -se le rompió la suya- y poder retomar su trabajo.
Pero ¿de qué se trata ese cafecito? La tecnología avanza, y las posibilidades también. Existe una tendencia denominada «Passion economy», impulsada por las plataformas digitales y la infinidad de alternativas para ganar dinero que estas brindan.
Ahora los creadores-productores-artistas (de lo que sea) pueden convertir sus pasatiempos en sus medios de vida de un moda más accesible, monetizando las creaciones en un negocio de manera independiente gracias a su nicho de fanáticos (verdaderos fanáticos) que les dan montos de dinero por contenido de calidad.

Kevin Kelly, el editor de la revista WIRED, en el año 2008, predijo esta modalidad publicada en su artículo 1000 True Fans. «No necesitas millones de dólares o millones de clientes, millones de clientes o millones de fans. Para ganarse la vida como artesano, fotógrafo, músico, diseñador, autor, animador, creador de aplicaciones, emprendedor o inventor, solo necesita miles de verdaderos fanáticos».
Ya no sólo los influencers, youtubers y figuras con millones de seguidores tienen la chance de potenciar y sostener comunidades lucrativas, sino que gracias a estas plataformas digitales, gente común y corriente puede llegar a vivir de lo que ama (siempre y cuando el contenido sea de calidad).
Los aportes del público pueden monetizar desde newsletters, podcasts, blogs, cursos y hasta medios y revistas digitales, siempre que estos se nutran de pocos pero muy fieles seguidores.
Ejemplos en Argentina sobran. El Gato y la Caja es una revista científica independiente monetizada a través de la plataforma digital Abre Cultura, la cual le permite crecer de manera independiente y a través de distintos soportes de expresión (podcasts, libros y notas). Otros medios digitales que crecieron gracias a este formato, son Cenital, LatFem, RedAcción, y escritores y periodistas independientes como Axel Marazzi con «Observando», Valentín Muro con «Cómo Funcionan las Cosas», entre otros, son casos en los que se evidencia que la calidad de contenido vale la pena pagar.
Un «cafecito» como medida de agradecimiento para apoyar el arte
La plataforma argentina digital Cafecito.app, creada por Damián Catanzaro, es una plataforma de crowdfunding que busca unir a creadores de contenido, ONGs o proyectos con gente que quiera aportar montos de dinero bajo a lo que hacen a través de Mercado Pago . Entre los usuarios que más «cafecitos» tienen están los streamers, iniciativas solidarias, bloggeros, escritores, twitteros y artistas.



Una fotógrafa pampeana se sumó a esta tendencia
En Santa Rosa, La Pampa, Agustina, está pidiendo que la ayuden con «cafecitos» para poder retomar con su trabajo. Ella es fotógrafa y hace unos días su cámara dejó de funcionar. «La tristeza de no saber cuándo voy a volver a tener una cámara en mis manos. Es mi medio de expresión. Es mi trabajo», publicó en su cuenta de Instagram.
«La fotografía nació hace 9 años, es un medio de expresión y alivio mental. Todo lo hago con y desde el amor. Mi cámara decidió no funcionar, era usada, pero era lo que había. Un millón de gracias» figura en la descripción de su perfil de la app.
Desde LPN queremos ayudar a Agustina y difundir su pedido. Pero antes hablamos con ella y nos contó todo lo que significa una cámara de fotos para ella.
La fotografía significa muchas cosas para mí. Amor, pasión, soledad, reencuentro, autoconocimiento, compañerismo, lucha, militancia y trabajo. No recuerdo el momento exacto en el cual empecé pero sí fue hace muchísimos años, en mi infancia. Tengo nublosas memorias de sacarle el celular a mi papá y la cámara digital de mi mamá. Hasta que tuve mi primer celular de esos que se levantaban la tapita y tenían cámara. Así fueron pasando los años, nunca me paré a pensar que hacía. Hasta que tuve, hace 4 años, el Samsung J7 con el cual estoy escribiendo esto. Y ahí empecé a descargarme editores, crear álbumes y escuchar «que lindo lo que captás» «sos muy detallista» «ya tenemos fotógrafa en la familia» «estudiaste?» «Querés ser fotógrafa?» … todo con mucha sorpresa lo escuchaba. Pensaba ¿qué estoy haciendo? ¿acaso puedo ser fotógrafa?
Es mi manera de captar lo que ven mis ojos y lo que siente mi corazón. Es una de mis mayores fuentes de expresión. Capto lo que siento. Y siento lo que capto.
Este año me animé a comenzar un proyecto autogestivo «amar sin espacio ni tiempo» sobre diversidad corporal, las historias que atraviesan y sus luchas. Digo que me animé porque ahí ya me fallaba la cámara, en plena sesión ocurrieron percances que temía. Pero no quería dejar de visibilizar algo que llevo muy profundo en mí, la lucha por la igualdad en todos los aspectos. Sea con lo que sea, necesitaba fotografiar, comenzar e intentar.
Por eso, perder mi fuente de trabajo y expresión fue un golpe fuerte, entre frustración, angustia y bronca. Sumándole el hecho de que esa cámara compacta llegó a mis manos hace dos años, pero ya tenía más de 10 en uso. Era una cámara al fin que costó mucho conseguirla, y eso era lo especial. Y fue gracias a mi papá y a mi mamá que confiaron en mí, más que yo misma, en que tenía buen ojo. No tenían ni tenemos el dinero como para comprar ni antes ni ahora una cámara nueva. Y sin embargo, apenas supieron lo que sucedió fueron los primeros en calmarme, apoyarme, y llenarme de comentarios lindos y motivadores.
Confieso que vi derrumbarse mi proyecto. Pensé lo peor, de hecho. Porque estaba llena de angustia. Y claro, una vez que me tranquilicé y dejé de llorar, entendí que nada termina y todo puede comenzar de nuevo. Tengo muy presente las palabras de Lohana Berkins «el motor del cambio es el amor». Claro que lo es, el amor me llevó a donde estoy ahora. Contándole a la comunidad (de fotógrafxs y no fotográfxs) que se creó en mi cuenta de fotografía lo que me había pasado con la cámara y lo angustiada que estaba. Muchos son los mensajes que recibí, tanto mensajes de apoyo, de empatía por situaciones similares, de consejos, y lo que más me sorprendió es haber recibido tanto aliento para que no abandone la fotografía ni mis proyectos. Me llegaron mensajes especialmente por eso, diciéndome cosas increíbles sobre mis fotos y mi manera de ver la vida.
Ahí todo dio un giro, me cayó la ficha de lo poco que yo misma valoraba mi propio trabajo. Siempre me consideré menos, tanto por la cámara que tenía como por los fotógrafos profesionales que rondan instagram.
Entendí que tal vez no era injusto que se me haya roto la cámara en pleno auge del proyecto. Comprendí, que tal vez, la ruptura llegó en un momento justo para replantearme qué pensaba sobre lo que hago y qué camino quiero seguir.
De la angustia y la bronca pasé a la tranquilidad de que nuevas oportunidades y mejores cosas están por llegar.
Varias de las personas que me escribieron me recomendaron abrirme un «Cafecito». Es una aplicación para recibir donaciones y/o aportes monetarios. Con dudas, hice una encuesta en mi perfil de instagram para saber si realmente valoran lo que hago como para ayudarme a tener una cámara, y nuevamente me llevé una sorpresa. Muchas personas votaron que sí. Así que me lancé y lo abrí. https://cafecito.app/agustinatgph
Me han aportado varias personas, y sean pocas o no, es un motivo más para tener fe en lo que hago. Y estoy muy pero muy agradecida de cada persona que compartió mis historias, a las que aportaron, a las que me escribieron, a cada una de ellas deseo y brindo por que se les devuelva el doble.