Mar y pinos. Médanos. Piedras. Huellas paleontológicas. Tranquilidad. Desconexión. Todo eso, y más, es la Villa Turística Pehuen Co. Un secreto muy bien guardado de la Costa Atlántica, en el sur de la provincia de Buenos Aires.
Pehuen: pino, Co: agua. Dos términos que provienen de la lengua mapuche. Lenguaje familiar para los pampeanos. Y un destino cercano. El balneario de Pehuen Co está a sólo 412,8 km desde la capital provincial, por la RN 35; a 83,5 km de Bahía Blanca. El punto más cercano hacia el mar.
Orígenes. La fundación oficial de la villa fue el día 16 de diciembre de 1948. Don Avelino González Martínez fue el pionero de Pehuen Co. “Venían en carreta a pescar en familia, y a vacacionar” narra a #LPN un guía local.
Un balneario en Francia, llamado Las Landas -de moda en los años 20`-, fue la inspiración de los fundadores para armar este lugar en donde la vegetación y la naturaleza son las protagonistas.

Cambió con el tiempo, sí. Pero siempre mantiene su esencia. Un código urbano de calles de arena -no hay asfalto-, tratamiento de aguas residuales, construcciones cuidadas -no están permitido los cercos en altura, sólo el cerco vivo- y la uniformidad en la vegetación, tarea encomendada al Vivero Municipal.
El médano vivo, es lo natural. Sin embargo, “acá está todo pensado”, nos aclaran. Para que no interfiera en el eje urbano se plantaron tamariscos y eucaliptos, que fijan los médanos y evitan que el aire del mar arruine las casas, la madera, y el viento pegue de lleno en el pueblo.
Un balneario diferente
La gran mayoría de los viajeros que lo visitan vuelven, una y otra vez. Sueñan con quedarse, con una casita pequeña enclavada en estas calles de arena. A otros, sin embargo, los puede aturdir tanta tranquilidad. Todo puede suceder.
Más allá de sus extensas playas, su gran atractivo es el entorno natural. Atardeceres y amaneceres que se observan por completo sobre el mar. Y una corriente de aguas cálidas que la diferencia de otras playas de la Costa Atlántica.
Las mareas suben y bajan abruptamente, y dejan al descubierto piedras y todo tipo de material marino por descubrir. “Te podés pasar horas y horas caminando, y encontrando caracoles, conchillas, piedras con formas raras, cangrejos, estrellas de mar, y todo lo que el agua salada deja a su paso” menciona un turista habitual.



La paleontología es un atractivo extra, muy particular para un destino marítimo. Aquí se pueden observar huellas de mega mamíferos, que vivieron aquí hace 12 mil años. En la plaza Carrasco, ubicada en el centro del pueblo, las réplicas a escala real dejan con la boca abierta a los más pequeños, y hasta algunos grandes.
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También hay pesca, claro. Desde la costa y embarcados se pueden encontrar corvinas, pescadilla y merluza.
En 2010 eran 681 habitantes la población permanente. Hoy son más, muchos de ellos gente que veraneó aquí toda la vida, y después de jubilados se vienen a instalar. En temporada, un fin de semana completo, puede llegar a las 30 mil personas.
Un Bosque Encantado que aloja al Vivero Municipal, y varios Campings para quienes eligen ese estilo de paseo son otras opciones. 104 hectáreas con bosque de pinos, para hacer caminatas, y sentarse a escuchar el viento.
Una Reserva Paleontológica única en el mundo
Fue nada menos que Charles Darwin el primero en descubrirlo cuando desembarcó aquí en 1932 sin grandes expectativas, y realizó estudios geológicos y paleontológicos. “Encontraron la fotografía ideal de cómo se desarrollaba el paleoambiente hace 20 mil años” nos recuerda nuestro guía local, Lucas.



La Reserva Natural Geológica, Paleontológica y Arqueológica Pehuen-Co – Monte Hermoso, es un área protegida costero marina formada por 3 sectores, a lo largo de la costa, que se pueden recorrer para descubrir esas huellas.
“Aquí se encontró todo junto, 24 especies diferentes en un mismo lugar”, se encontraron especies extintas de mamíferos gigantes -megaterios, mastodontes, gliptodontes- con especies que aún existen, como guanacos, ñandúes, pumas, zorros, flamencos y cisnes; además de huellas humanas de 7 mil años de antigüedad.
Vienen de todo el mundo para estudiarlo, registrarlo. Siempre con marea baja. Aquí se descubrió, por ejemplo, que el megaterio, caminaba en dos patas -y no en 4 como se creía-.
Una competencia de casa “raras”
La Casa Barco, la Casa Molino, dos casas gemelas, otra que simula un castillo. Caminar por sus calles es sorprenderse con construcciones muy particulares que se entremezclan con las dunas y la vegetación.



La Casa Molino se abrió al público por primera vez en enero de este año, y se puede recorrer -sólo por afuera- en una visita guiada. El sueño de dos escritores de Bahía Blanca, Rubén Benítez y Elva Encinas, que la donaron en vida al Rotary. Fanáticos de Don Quijote, reprodujeron un molino de viento, que alberga una casa circular, pequeña, con los colores típicos de La Mancha, y llena de objetos que fueron traídos de ese lugar de España.



“Si tu idea es bajar los decibeles, el entorno natural te lleva a eso. Sea en el bosque, en la playa, o en una casita. Las hojas, los pájaros, las condiciones naturales, la cantidad de árboles…”.
Uno de los pocos lugares en donde podés ver el sol sobre el mar, desde que sale hasta que se pone. “El atardecer sobre el mar desde un médano, es mi foto favorita” recomienda Lucas, fanático del lugar, quien veranea aquí “desde la panza”.
Gracias a Juan Cruz Cabrera y Lucas Pacheco, guías locales de la Oficina de Turismo Pehuen Co.
Más información: www.turismorosales.gob.ar
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