A ocho años del primer #NiUnaMenos y a seis años del primer paro internacional de mujeres en 2017, ayer se conmemoró un nuevo #8M. Apenas recordé que la fecha se acercaba pedí cubrirla para #LPN. Me emocionaba pensar que podía contar como se vive una marcha feminista a la que iba a asistir de todas formas, aunque esta vez sería como periodista.
Según el Observatorio de Femicidios de la Defensoría del Pueblo de la Nación (OFDPN) hubo 242 femicidios en 2022 y según la Asociación Civil la Casa del Encuentro, espacio encargado de abordar las problemáticas de género, en enero y febrero de 2023, hubo 56 femicidios y trans feminicidios, una muerte cada 28 horas.
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La convocatoria para la concentración era en la plaza San Martín a las 18 horas. Y la marcha, propiamente dicha, tenía como circuito recorrer la Avenida San Martín hasta el Centro Cívico de ida y la vuelta iba a iniciar a las 20 hs.
Horas antes del evento llovía, y me preocupó que la cobertura del acontecimiento fuera con paraguas y camperas impermeables. No iba a disuadir a las mujeres de asistir, pero sabía que eso iba a dificultar los shows y que podría arruinar muchos maquillajes y afiches.
¡Una lástima!, pensé. Porque los carteles reflejan las preocupaciones y conflictos internos de las personas que asisten. Además, son curiosos y entretenidos al mismo tiempo que reflejan la esencia del movimiento feminista.
Por suerte, a la hora de la siesta paró de llover, justo para poder relajarme y esperar el evento con toda la alegría y el entusiasmo de cada año, tratando de ignorar que la humedad avasallante y temperatura alta iban a mantenerse durante toda la jornada.
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A pesar de haber estado en muchas marchas antes, apenas llegué a la plaza central de la ciudad me sorprendió una vez más ver a tantas mujeres reunidas por una causa en común: mujeres y más mujeres juntas para mejorar la vida de su género. Había niñas, adolescentes, adultas, ancianas, con todo tipo de cuerpos, de profesiones, de ropa. Con vidas muy distintas. Y acá estábamos todas juntas, pidiendo por lo mismo.
Llevaban carteles escritos a mano, banderas, pancartas, el cuerpo rayado de frases feministas, glitter, maquillaje, bombos, pañuelos. Muchos pañuelos. Verdes, por el aborto legal, naranjas, por la separación de la iglesia con el Estado, violetas, por la no violencia hacia las mujeres, algunos atados en la cabeza, otros en el cuello, en las muñecas, en las mochilas.
Entre las convocadas estaba Sonia Sánchez, activista feminista y referente nacional en la lucha contra la postitución. La autora del libro “Ninguna mujer nace para puta” había dado una conferencia horas atrás en la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) sobre su vida como sobreviviente de trata de personas con fines de explotación sexual.
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En el escenario de la plaza había colgadas banderas de distintas organizaciones y adelante presentaciones de baile. Pero fue inútil tratar de escabullirme por entre los cuerpos para verlas o para filmar alguna bailarina. Era tanto el tumulto de gente que no alcancé a captar más que algunos mechones, manos en el aire y las cabezas de las mujeres que disfrutaban del espectáculo.
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En el resto del espacio verde había algunas mujeres que tomaban mate esperando la hora de marchar, a lado, una joven buscaba a sus amigas, mientras otro grupo estaba sentado en ronda en el piso escribiendo carteles. Una pareja se estaba ayudando mutuamente a colocarse maquillaje verde de glitter alrededor de los ojos.
De pronto, antes de lo previsto y como si hubiera habido un mudo aviso colectivo, todas las mujeres empezaron a avanzar hacia la avenida San Martín, todas firmes frente a la Municipalidad de Santa Rosa. Al ver el avance, todas las que estaban sentadas a lo largo y ancho de la plaza se sumaron a la partida.
Eran las 19.30 cuando comenzó la marcha. Precedida por grandes pancartas llevadas colectivamente, un ejército de mujeres mostraba sus carteles, filmaba y avanzaba por el asfalto, cubriendo cuadras y cuadras de la avenida.
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Había quien sacaba fotos desde arriba del boulevard, mujeres bailando al ritmo de los tambores, desde adentro de los locales trabajadores y clientes salían a la calle a ver la marcha, y otras personas detenían su camino para mirar y filmar el tumulto de gente congregada.
Al levantar la vista muchos espectadores miraban por las ventanas y salían a los balcones para ver todo el movimiento. Algunos, o quizás algunas, colgaban banderas de las barandas, aplaudían y gesticulaban hacia la masa de personas.
Al pasar por enfrente de la Clínica Modelo, como ya es costumbre en todas las marchas feministas, se hace un silencio sepulcral. Nadie canta, habla, ni toca instrumentos para no molestar a los ingresados y trabajadores de la salud.
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Al llegar al Centro Cívico la marea de gente giró en la rotonda y emprendimos la vuelta hacía la plaza San Martín. En otras ocasiones allí se hacen murgas e improvisados shows musicales de percusión, pero esta vez fueron todos reservados para el inicio y el momento de la concentración inicial.
Ya en este momento comenzó a bajar el sol y a descender un poco la temperatura, pero el ambiente era cada vez más festivo. Empezaron las canciones y los cánticos tan clásicos de las marchas, como “Alerta, alerta, alerta que camina, la lucha feminista por América Latina”, “Señor, señora, no sea indiferente si matan a las chicas en la cara de la gente” y “Mujer, escucha, unete a la lucha”.
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Finalmente se llegó a la plaza, y de muy lenta y pausada comenzó la desconcentración. Se siente en el aire que todavía quedan ganas de seguir, los bombos y tambores no dejan de tocar, las mujeres no dejan de bailar y todavía hay cánticos que se van escuchando cada vez menos. Terminó la concentración del #8M, pero la lucha continúa. Hay mucho por cambiar y lo de esta marcha es un ejemplo de que se puede, pero siempre juntas.
Si sos víctima o conocés a alguien que sufra violencia de género llamá al 144, disponible las 24 horas. También podés comunicarte al 137 por casos de violencia sexual, familiar y de grooming las 24 hs.
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