El 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres y Disidencias es un evento anual único en el mundo. Nacido en Argentina, se originó por el reclamo feminista de mujeres que abogaban por la igualdad de género en el país bajo nombre “Encuentro Nacional de Mujeres”. El 36° Encuentro Plurinacional de Mujeres, Lesbianas, Travestis, Trans, Bisexuales, Intersexuales y No Binaries, tuvo lugar el fin de semana pasado en Bariloche. Actualmente también tiene una fuerte impronta en la lucha de lo pueblos originarios.
La idea del encuentro consiste en reunirse en una ciudad y la mayor cantidad de personas interesadas, hacer una marcha para visibilizar la lucha y realizar talleres grupales de intercambio de ideas en base a temáticas de interés. También se incorporan ferias, shows, venta de comida vegana, vegetariana y local, entre otras actividades culturales.
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En los 112 talleres que se realizaron la agenda fue armada en base a 15 ejes que abarcaron temáticas como la desocupación, la violencia, la trata de personas o el arte, los deportes, la educación, la ciencia y la atención a las niñeces, la salud, la economía actual, religión o justicia. Cada eje contó con varios talleres que se desarrollaron en tres instancias por lo que se contó con gran variedad de temáticas que se trataron y discutieron.
Algunas leyes actuales fueron resultado de las conclusiones redactadas en talleres del encuentro anual, por lo que su importancia a nivel nacional es indiscutible. Además el carácter federal une personas de todas las provincias e, incluso de otros países, lo que posibilita formar redes de comunicación e intercambio de ideas, información o debates a nivel nacional.

Desde Santa Rosa participaron 42 mujeres y disidencias que se organizaron de forma autogestiva para recaudar fondos y asistir al evento. El colectivo de la Universidad Nacional de La Pampa (UNLPam) que usualmente se utiliza para acercar a los estudiantes al Campo de Enseñanza y Producción de la facultad de Agronomía, partió el viernes a las 18 hs. desde la terminal.
Hubo varias paradas en estaciones de servicio y a la vera de la ruta que estaba totalmente colapsadas por el evento masivo, pero después de casi 20 hs. de recorrido el colectivo pampeano arribó el sábado durante el almuerzo en Bariloche. Como era de esperarse las calles de la ciudad estaban totalmente desbordadas de vehículos y el ingreso de los colectivos era de a dos o de a tres unidades para evitar accidentes. El paisaje se conformaba de montañas nevadas, el emblemático lago Nahuel Huapi, calles pedregosas y mujeres a pie cargando con su equipaje por las escaleras dispuestas en las veredas.
Algunas mujeres consiguieron alojarse en cabañas, hoteles o casas de familia. Otras se instalaron con bolsas de dormir y en el mejor de los casos colchones inflables propios en escuelas públicas que estuvieron dispuestas a abrir sus puertas para que se usaran como alojamiento masivo colectivo. Las escuelas se convirtieron por un fin de semana en departamentos con dormitorios, cocinas y baños compartidos por decenas o centenas de mujeres.



Los pisos de las aulas, escenarios, pasillos y salones se vieron totalmente cubiertos de mantas, colchonetas, colchones inflables, bolsas de dormir o cualquier cosa que sirviera para poder pasar la noche. Las separaciones entre grupos de diferentes provincias, agrupaciones o amistades se materializaron en bancos y sillas de las escuelas, se forma un laberinto de objetos y caminos enredados para trasladarse dentro del espacio.
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Las escuelas que no corrieron con esa suerte se vieron utilizadas como los lugares de encuentro para los talleres, uno en cada aula, hall, patio, pasillo, laboratorio, cocina o cualquier otro espacio disponible donde pudiera entrar un grupo de personas. También se usaron centros comunitarios, salas de bomberos, jardines de infantes, casas de deportes e incluso el hospital zonal.
Sábado 14
El primer día se hizo la apertura del evento con una ceremonia ancestral mapuche a orillas del Lago Nahuel Huapi. Luego todos los y las asistentes debían acreditarse en el Velódromo de la ciudad, una pista de cemento de bicicletas bordeada de pasto que estaba invadida por un gran escenario principal, una amplia variedad de carpas organizativas, vendedores de comida, artesanos, banderas o merchandising del evento y 100 mil personas cantando: «Qué momento, qué momento, a pesar de todo, les hicimos el encuentro. ¡Qué momento!«.
Se iniciaron los talleres, las actividades culturales, se realizó la marcha contra travesticidios y se culminó el día con una fiesta en el escenario principal.



Domingo 15
El cronograma comienza con la segunda y tercera reunión de los talleres y varias actividades culturales. Pero la energía de la ciudad está puesta en el verdadero objetivo de la reunión nacional y lo que todos, todas y todes estábamos esperando: la marcha. Se fijó para comenzar a las 18:30 en una esquina de la ciudad, pero la realidad es que apenas se encendieron las luces de la escuela a las 6 de la mañana ya comenzaban los preparativos.
Abrir los ojos en este escenario es entre cómico y esperanzador: entre el laberinto de mesas, bolsas de dormir, cabezas somniolientas, mujeres en pijama que intercambiaban maquillajes, otras esquivaban a las personas sentadas haciendo carteles, otras se retorcían para pasar por el pequeño espacio que dejaba la enorme bandera de una organización barrial que estaban colocando en los 10 palos en los que se iban a alzar en las calles horas más tarde.
La energía no solo se ve, se siente y se palpita. Todos y todas comparten, sonríen y charlan entre risas que se escapan en la vorágine de miradas fugaces y acciones que parecen dispersas y hechas por personas que nada tienen en común. Pero no hay nada más lejos de la realidad: estas son todas mujeres que se acompañan para luchar en Bariloche.
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Grupos de activistas en toda la ciudad se reúnen para sumarse a la marcha. Se ven las clásicas banderas de arcoíris LGBT+, otras banderas de tres colores que representan otras identidades, instrumentos musicales, artistas haciendo malabares con fuego, se escucha la música, el murmullo no cesa. La marea está esperando ansiosa poder explotar al unísono.
Entre abrigos, bufandas, caras rojas, pelo al viento, capuchas, polainas, camperas infladas y gorros de lana sobresalen las banderas ondeantes que el viento quiere arrancar de los mástiles improvisados para dejarlas en libertad en el hermoso paisaje de montañas y lagos.



Empiezan los cantos, primero se escuchan suaves para calentar la voz, pero de a poco suenan cada vez más rítmicos, más fuertes. Salen de las mochilas los altoparlantes eléctricos y ya no hay vuelta atrás. La masa de cuerpos empieza a avanzar y las voces tímidas ya son gritos clamando al viento: “¡Alerta! ¡Alerta! Alerta que camina, la lucha feminista por América Latina”, “no están perdidas, son desaparecidas para ser prostituidas”, “nos tienen miedo porque no tenemos miedo” entre otras varias opciones del cancionero disponible. El evento que recién empezaba el recorrido se extendía por varios kilómetros y horas.
Los tambores golpean al ritmo de la murga y los cuerpos bailan al compás de la música mientras los altoparlantes cambian de mano cuando la voz ya es un hilo imposible de forzar. Después de tres horas de cantos, bailes y caminatas la marea llega a la costanera del Lago Nahuel Huapi. Es una fiesta y todos están invitados a participar.
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Pero antes de llegar a la Catedral comienza el pánico: fuego, gritos, voces anunciando a todo volumen un cambio de rumbo de último minuto. Hay corridas. Hay gritos, gritos y más gritos. Nombres propios vociferados entre el ruido, entre compañeras se tironean para ayudarse a moverse en la pronunciada pendiente de subidas y bajadas de tierra. Todas corren para llegar lejos del caos.
Ruido de piedrazos y vidrios rotos. Discusiones. Miradas y bocas llenas de preguntas. Algunas mujeres corren con celulares y cámaras directo al foco del conflicto, desesperadas por retratar las acciones que al otro día nadie externo va a creer si no son inmortalizadas en alguna tarjeta de memoria digital.
Muchas saben lo está pasando. No es la primera vez, aunque todas queremos que sea la última. En nuestra fiesta popular hay infiltrados. O infiltradas. Se escuchan los gritos de “¡son varones!”, pero hay otros cuerpos de caras tapadas, máscaras improvisadas y ropa abultada no dejan ver ningún rasgo de la identidad cuidadosamente escondida para hacer el mal.
Con las manos repletas de piedras y aerosoles rompen y manchan todo lo que alcanzan, los vidrios de la Catedral, sus puertas, sus paredes. Cuando terminan se repliegan. Desaparecen entre la multitud de gente y la oscuridad. Vuelven a aparecer en la sede del Poder Judicial, donde rompen ventanales y pintan símbolos mapuches en las paredes con aerosol.
De todo eso hay que alejarse. Desligarse de los actos con lo que no se acuerda, dejarlos a la vista para intentar identificarlos, alejarse de la zona de posible represión: no sería la primera vez que una marcha termina con balas de goma o gas lacrimógeno. En las mochilas hay agua con bicarbonato de sodio y vinagre por si llega el caso, pero nadie quiere tener que usarlos. Algunas voces se alzan con miedo y plantean irse de la zona, intentar alejarse de la congregación y abandonar la lucha. Nadie las culpa, el miedo se siente en el cuerpo. El miedo es real.



Pero este gran grupo de mujeres no se rinde, la marcha sigue su curso y la lucha también. Se retoman los cantos, con voces cada vez más desgastadas y se emprende la subida de regreso al lugar donde todo comenzó: el velódromo.
Ahí ya esperan bandas, murgas, comida y shows para festejar a lo grande una nueva edición del encuentro que tanto esfuerzo lleva. En cántico infaltable: «Ahora que estamos todas, ahora que si nos ven. Abajo el patriarcado que va a caer, va a caer. Arriba el feminismo que va a vencer, que va a vencer«. La fiesta sigue y sigue hasta que el cuerpo no puede más, reclama calor, comida y piedad.
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Lunes 16
El último día llega con el acto de cierre la lectura de las conclusiones de los talleres y la elección de la nueva sede para el próximo año. Con el aplauso popular se definió para que el próximo encuentro sea en Jujuy. Las razones del lugar son los conflictos docentes, la brutal represión y el extractivismo del litio, un mineral cuya extracción preocupa a los ambientalistas. Será una lucha contra estas injusticias y una nueva fiesta para pelear por los derechos adquiridos. .
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