Después de la gloria en el Mundial de Qatar 2022, el regreso de Alexis Mac Allister a La Pampa era uno de los momentos más esperados para todos los pampeanos porque es el primero y el único nacido en la provincia en ganar la Copa del Mundo y por la forma en que logró estampar su sello en esta conquista con la Selección Argentina.
El santarroseño fue una de las partes fundamentales de este certamen ecuménico que fue de menos a más, tanto para él como para la albiceleste. Tras ser suplente en la derrota contra Arabia Saudita, el volante comenzó desde el inicio en el segundo encuentro y a partir de ahí jamás volvió a abandonar el once inicial. Generó juego, fue un socio clave de Lionel Messi en las jugadas de ataque y rubricó su buen rendimiento con un gol y una asistencia.
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La oportunidad de estar presente cuando Alexis volviera a casa, ya consagrado y con la medalla dorada colgándole del cuello, era algo que un periodista deportivo como yo, con mi juventud, mi inexperiencia y mi escueto transitar en esta vida, no me lo podía perder.
Hasta este domingo 18 de diciembre, personas de mi generación jamás habían podido sentir en carne propia la inmensa alegría de observar la bandera argentina en lo más alto de un Mundial. Solo lo habíamos visto en tantas reproducciones de videos y más videos de las hazañas del 78’ o del 86’, como quien saborea un plato recalentado de algo que solo algunas personas supieron paladear recién sacado del horno.
Entonces, en cuanto recibí la propuesta para realizar la cobertura de la llegada de Alexis la acepté sin dudarlo y empecé a planear la jornada. El viernes 23, mi día comenzó a las 5 de la mañana. Vivo en Rolón, un tranquilo pueblo de aproximadamente 700 habitantes, ubicado en el centro-este de La Pampa y a 150 km de Santa Rosa. Me desperté con tiempo para desayunar tranquilo antes de tomar la combi que luego me trasladó a la capital pampeana.
A las 8:30 am llegaba a la capital pampeana y, como aún faltaba para la llegada del ex Argentinos Juniors y Boca, me senté en un banco fuera de la terminal de ómnibus. Desde el banco miraba cómo, muy de a poco, las calles se iban llenando de autos que se dirigían hacia el aeropuerto, a los niños y niñas que pasaban con las camisetas de Argentina y a transeúntes que cada tanto se detenían al lado de unos policías que custodiaban un cajero automático para preguntar: «¿Ya llegó Mac Allister?».
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Todas estas situaciones aumentaban en frecuencia a medida que se acercaba la hora de la llegada del campeón del Mundo. A las 10:30 mi compañera de #LPN, Melina Vivalda, me fue a buscar en su auto y entusiasmados emprendimos marcha hacia el encuentro con el futbolista.
Antes de las 11 una multitud de gente de todas partes de la provincia lo esperábamos abajo de la intensa lluvia. Todos estábamos por lo mismo, todos con el mismo deseo de aclamar al héroe con cariño y agradecimiento. Alexis nos regaló una de las alegrías más grandes que puede haber: ser campeón mundial. A pesar del frío, del viento y de la lluvia, los presentes saltaban, cantaban y gritaban las canciones más populares que se reprodujeron en todo el país y, por supuesto, en Qatar.
Luego de media hora de «muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar, quiero ganar la tercera, quiero ser campeón mundial» y del siempre presente «dale campeón, dale campeón», aterrizó en suelos pampeanos Alexis. Lo vimos a lo lejos, vestido de celeste y blanco, acompañado por su familia, lo vimos subir en la parte trasera de un camión y todos empezamos a gritar su nombre: «Alexis, Alexis, Alexis». Ya no sentía el frío, algo especial estaba por ocurrir.
La espera de esos escasos minutos se me hizo eterna, hasta que los portones externos del aeropuerto se abrieron para dar paso al vehículo custodiado por la policía, y de entrada, ya nos encontramos con la sorpresa de ver al famoso «Colo» Mac Allister de copiloto. Carlos Javier, papá del joven campeón, iba adentro de la cabina, mientras que a su hijo, ubicado en la caja del camión, le llovían camisetas, regalos y no paraban de brillar los flashes de los celulares. Con una sonrisa de oreja a oreja, Alexis saludaba con su mano a la multitud que pronto comenzó a acompañar el lento avance del transporte.
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La gente se agolpaba a los costados del camión, algunos con los celulares en alto en el intento de estar lo más cerca posible del jugador, otros para aventar su casaca de Argentina con la esperanza de recibirla de vuelta con la firma del campeón. Solo algunos afortunados lograron cumplir con su objetivo, otros tantos jamás la recibieron de regreso ya que los que lo acompañaban dentro de la caja a veces las lanzaban a la gente de manera aleatoria.
Un par de jóvenes intrépidos se colgaron del espacio que separa la cabina de la parte trasera del vehículo para sacarse una selfie de lujo con Alexis. La seguridad se encargó de repelerlos, pero la sonrisa en sus caras eran señal de que habían logrado su cometido. La caravana continuó su camino y luego de unos minutos, cuando ya se encontraba a metros de la «rotonda del avión», decidimos volver al auto de Melina para trasladarnos a la Casa de Gobierno.
El avance por la por la Spinetto fue frustrado, estaba colapsada de autos, de motos, de personas, de banderas y hasta de perros que escoltaban el camión. Tuvimos que desviarnos hacia una de las calles paralelas donde el tráfico fluía mejor y logramos acelerar el paso. Al llegar nos encontramos con una pantalla gigante, parlantes inmensos y otra muchedumbre que esperaba vitoreando al jugador.
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Después de realizar algunas tomas más con mi celular, me presenté en el sitio por donde tenía que ingresar la prensa y allí nos dividimos con mi compañera. Mientras la gente cantaba y pedía por Mac Allister, todavía pensaba si en verdad iba a tener la oportunidad de preguntarle algo al campeón.
En mi cabeza sacaba cuentas, me parecía muy loco que cinco días antes lo había visto por la tele jugar la final, en las remotas tierras qataríes y ante la selección francesa de Kylian Mbappé. Ahora yo estaba a solo unos minutos de sentarme a pocos metros de él, en una conferencia de prensa, la primera de mi corta carrera como periodista. La manos paraban de temblarme, no sé si de frío o de nervios o todo junto. Lo que me estaba pasando era doblemente especial e inolvidable.
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Estaba como en un limbo hasta que vi al camión que transportaba al santarroseño acercarse. Arrastraba toda una horda albiceleste que se fundió con la que esperaba expectante en Casa de Gobierno. Cuando nos hicieron ingresar a la sala de prensa bajé a la tierra. Aflojaba la incredulidad y daba paso a la adrenalina. Se me estaba dando, no era un sueño, era todo verdad.
Por algún extraño motivo, la organización no contempló a los fotógrafos que estaban presentes para capturar la imagen del futbolista en el balcón del establecimiento público y, mientras Alexis se encontraba altivo, mostrando sonriente una réplica de la Copa del Mundo a la efervescente multitud, los camarógrafos discutían con los guardias para que los dejaran acercarse y poder sacar las fotos que venían a buscar.
«¡Pero vos no entendés, me van a echar del laburo si no saco esa foto«, exclamó con desesperación el fotógrafo que encabezaba la protesta. Del otro lado, el gesto adusto de la seguridad mostraba una negativa rotunda al ruego de los profesionales que no les quedó más que resignarse y aguardar para fotografiar al jugador ya sentado ante los periodistas.
Por fin llegó el momento. Se abrieran las puertas y fui de los primeros en ingresar. Me ubiqué lo más adelante posible. Ya con todos los colegas en sus lugares, con cámaras, micrófonos y grabadoras listas, una puerta lateral se abrió y de ella emergió solo por un instante la figura de Carlos Javier Mac Allister, que parecía estar allí para escanear el entorno antes de indicarle con un gesto a Alexis que era momento de hablar ante la prensa.
Entró a la habitación ovacionado por los presentes y se sentó frente a un escritorio decorado con la bandera argentina. Sobre ella se encontraba la Copa del Mundo y el reconocimiento como Ciudadano Ilustre de Santa Rosa. De fondo, otra bandera celeste y blanca le cuidaba las espaldas.
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Comenzó la rueda de prensa y mentiría si dijera que en ese instante no estaba hecho un manojo de nervios. Para colmo, el que le entregaba el micrófono a los corresponsales me había indicado con un gesto que yo era el tercero en preguntar. Sin embargo, a medida que se acercaba mi turno el hombre le daba prioridad a otros que iban después de mí. Todo aumentaba mi ansiedad. La actitud era clara, era el periodista más joven de toda la sala y tenía que pagar derecho de piso.
El tiempo corría, las preguntas volaban y yo seguía sin poder dirigirme hacia el ya histórico jugador pampeano. En un momento anunciaron que quedaban los últimos diez minutos de conferencia y ahí comencé a sentir temor por la posibilidad de irme sin poder preguntarle nada. Ya molesto, con los dientes apretados, el ceño fruncido y con las manos abiertas hice un gesto para dar a entender de que era mí momento. De una vez por todas, tenían que cederme el micrófono y dejarme hacer mi trabajo.
“…era el periodista más joven de toda la sala y tenía que pagar derecho de piso”
Por fortuna, casi sobre el final llegó mi oportunidad de preguntar. Respiré hondo, tenía miedo de que no me saliera la voz y después de una larga exhalación de alivio, le hice mi pregunta al 10 del Brighton. En ese momento, ambos teníamos 23 años (Alexis iba a cumplir los 24 al día siguiente), pero ahí tuve la sensación de que tenía en frente a alguien mucho más grande que yo.
Quizás era por la vertiginosidad de la vida de un futbolista que debuta desde muy joven, quizás porque desde hace tiempo era una de las promesas del país, quizás porque hasta hace unos días la rompió en Qatar y vivió miles de historias que lo llenan experiencia. Yo estaba ahí, haciendo mi pregunta y me sentía muy chiquito cerca suyo.
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Como la mayoría de las cuestiones más urgentes habían sido respondidas, se me ocurrió pedirle que describiera la «locura» que vivió junto al plantel de la Scaloneta, cómo fue avanzar a paso de hombre en ese micro descapotado entre cinco millones de argentinos que los acompañaron por la autopista Ricchieri y también qué fue lo que sintió al aterrizar en sus tierras y recibir el cariño de miles de pampeanos que lo fueron a esperar a pesar de las inclemencias climáticas.
«Son momentos que no me voy a olvidar jamás. Poder disfrutar con tanta gente en Buenos Aires fue una locura. Hacía 32 grados y no les importaba, ellos estaban disfrutando. Vi esas caras de alegría, gente que lloraba de la emoción. Quizá fue con más gente que acá, porque es lo normal, pero fueron dos cosas muy parecidas, muy hermosas y como dije antes, soy muy agradecido de ellos y nos pusimos muy contentos cuando decidimos que íbamos a disfrutarlo con ellos«.
Alexis Mac Allister – Campeón Mundial con la Selección Argentina
Cuando solté el micrófono sentí que mi cuerpo se relajaba por completo. Disfruté de la respuesta del jugador y con el placer de haber sido yo uno de los periodistas ahí presentes. Cada palabra que expresaba era debido a mí pregunta, a la pregunta del reportero novato que soy, pero que ya con la prueba de fuego superada. Espero, a partir de ahora, poder afrontar mis próximos desafíos periodísticos con mayor soltura. Al fin y al cabo me pude dirigir a un campeón del mundo, una chapa que tal vez muchos no tuvieron la suerte y que yo sí tuve el privilegio de lograr.
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Este va a ser un momento que voy a recordar por el resto de mi vida, con el agradecimiento en particular a La Pampa Noticias por ser el medio que me abrió sus puertas y me brindó esta inmejorable oportunidad que todo trabajador de medios deportivos sueña con tener. También le agradezco a mi familia, amigos y personas especiales que estuvieron para apoyarme de manera incondicional en cada paso que di y que doy en esta profesión. Gracias Alexis por este sueño cumplido, gracias por hacernos campeones del mundo.
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