Guadalupe Vega juega en el equipo Powerchair football Los Pampas, lamentablemente este año no van a poder empezar por falta de jugadores y de equipamientos.
Se trata de un deporte muy caro, que se juega con silla motorizada y el equipo solo tiene 2 sillas profesionales -se llaman strike force- y son carísimas a precio dólar. Si se rompen o no cuentan con ese equipamiento tienen que practicar el deporte con sus sillas y muchos no están dispuestos porque si se les llegan a romper pierden movilidad. Las sillas de ruedas son sus piernas.
En esta nota para #LoCuento nos cuenta su historia, y las peripecias en el deporte y en la vida. Una historia de superación, aceptación y lucha.
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El año pasado, una vez por mes, viajaba a Doblas para practicar. A veces éramos 2 o 3 jugadores y nos turnábamos para jugar en las sillas profesionales. Este año me invitaron a unirme al equipo de Chivilcoy, pero no tengo un espacio para entrenar y poder dejar guardada la silla.
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Este año no seguiré con el fútbol y veremos si más adelante podemos volver a empezar. Cuando arrancamos en 2017 con el fútbol nos acercamos a los clubes de nuestra ciudad, pero no les interesó darnos un espacio. En el club Belgrano nos dejaron entrenar tres veces y en All Boys una sola vez y en Estudiantes nunca.
Por eso creo que cuando existe duda o percepción si una persona con discapacidad debe ser excluida, la respuesta siempre debe ser que no. Es necesario eliminar las barreras que le impone el entorno social y entonces no será necesaria la inclusión. Desde el minuto cero debe existir igualdad de condiciones con los demás.
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Las personas con discapacidad pierden el derecho a vivir en sociedad con igualdad de condiciones. Es necesario generar políticas con medidas de nivelación, de igualdad, respetando las diferencias y la aceptación de las personas con discapacidad como parte de la diversidad de la condición humana y no recurrir a una ley para ponderar un derecho adquirido.
«Hubiera sido más fácil encontrarme con un ambiente ya adaptado y no ser yo la que me tenga que adaptar a él».
Es una condición natural. Es necesario establecer el diseño universal de accesibilidad para personas con discapacidad, en términos de la legislación aplicable. Además del diseño universal, se deberá dotar a las instalaciones que ofrezcan formatos accesibles.
No se debe negar o restringir el acceso a la educación, a actividades recreativas, deportivas, lúdicas o culturales en instituciones públicas, privadas y sociales. Es necesario sensibilizar a la sociedad, para que se tome conciencia con respecto a la discapacidad.
Fomentar el respeto a su dignidad, así como combatir los estereotipos y prejuicios respecto de su discapacidad, reconocer y aceptar la existencia de la discapacidad, a efecto de prevenir la ocultación, abandono, negligencia y segregación.
Mi silla de ruedas y yo. Cuando una rampa se convierte en “poder» es una «oportunidad”. La accesibilidad e igualdad de oportunidades no existe, ni en instituciones públicas ni en privadas ya que muchas por ejemplo a pesar de que lo exige la ley no cuentan siquiera con rampas y en caso de que las tengan la mayoría están mal diseñadas.
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Una discapacidad no te hace ni mejor ni peor que nadie. Para mí adaptarme a una silla de ruedas fue un proceso, un proceso largo, pero pienso que hubiera sido más fácil encontrarme con un ambiente ya adaptado y no ser yo la que me tenga que adaptar a él.
Todo hubiera sido más fácil si la “discapacidad“ no fuese un tabú o una mala palabra. Si la sociedad y el Estado supieran que estar en un silla de ruedas no tiene nada de malo, si poder conseguir un trabajo, ser prioridad en la cola del banco y supermercado o subirme a un colectivo no tendría que ser un privilegio, todo sería más fácil.
Para mí la accesibilidad literalmente significa una “oportunidad”, “libertad”, “pertenecer”. Que haya o no haya una rampa en la vereda de enfrente o en un lugar significa que yo pueda o no ingresar a un lugar o que cruzar de vereda sea todo un desafío. Pero a veces vivimos en un mundo indiferente que no da muchas de estas oportunidades.
“Si educamos para la diversidad como algo normal, no será necesario hablar de inclusión sino de convivencia”.
Anónimo.
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