El reloj marca las 10.30. Es un día de otoño en La Pampa, hay sol y una brisa suave que hace que ésta estación sea la mejor época del año en este lugar. Abril, época de brama, donde los machos bravíos en el universo de los ciervos salen a buscar como armar su harén. Época donde recorren los montes junto a las hojas que caen y viajan al impulso del viento y los olores de las hembras.
María baja de un taxi con una maleta que marca el paso de los años:
rectangular, armada, con fajas de cuero que ajustan y ojales abiertos por el uso, presillas de latón oxidadas…
Todo indica que dentro de ella lleva ropas, enceres, pero sobre todo: historias, sueños encerrados, con ganas de salir, volar, como las hojas….
Pide una habitación, se registra, y pregunta si ya llegó «El Conde». El recepcionista pregunta a quien se refiere y María contesta con firmeza: el «Conde Tanuf». Con un suave movimiento de cabeza hacia izquierda y derecha y mirando la planilla de ingreso, el empleado que hace el check-in, contesta que no ha llegado y que no registra a nadie con ese nombre y menos aún –piensa- con ese título de nobleza.
María ingresa, deja su nombre, documento, orgullosa de su identidad: será quien compa la suite del Conde a quien siempre espera, año tras año, cuando llega la brama y el Conde corre tras los machos bravíos y hasta esta hembra en celo…
Llega al cuarto número 20, una amplia suite alfombrada con vistas a un gran parque cubierto de caldenes. Desde allí y en pequeños
intervalos llama a recepción preguntando por el ingreso del Conde.
Insiste pero no llega, nadie pregunta. Oscurece y María, sólo pide un té y galletitas en la habitación. Desde el bar alcanzan su pedido y el mozo al abrir se sorprende por las luces tenues de una velas encendidas y el olor a sahumerios recién prendidos.
Un nuevo día y la misma pregunta del día anterior. María desayuna en el bar del Hotel y solicita en Recepción un pequeño préstamo, un adelanto de lo que el Conde se hará cargo cuando llegue y devolverá sin problemas económicos.
Va al centro de la ciudad y compra la mejor lencería que encuentra, pequeños antojos reprimidos, grandes sueños incumplidos.
Hay que limpiar el cuarto y la mucama deberá ordenar, observa detalles que llaman la atención. Las velas continúan encendidas en los rincones de la suite, sahumerios, fetiches… fotos, alfileres con gruesas puntas que se clavan en las paredes. Avisa a la gerencia del Hotel y comienza la investigación.
¿Quién es María? ¿Quién es el Conde?
El Conde es aquel que llega a cazar cada año y se lleva a su lejano país no sólo las cabezas de los ciervos en brama, sino los sueños de una chica de pueblo que en noches repletas de alcohol y erotismo entrega su cuerpo, su alma, su pasión, sus sueños creyendo que con todo esto, llegará el día que ella será la presa añorada y como un trofeo, levará, según promesas, a aquella patria lejana y deseada…
Orfelia Beascochea de De Giovanni es empresaria hotelera, testigo de las mil y una historias, y adora escribir. En esta oportunidad nos compartió esta historia que sucedió hace mucho tiempo, y no puede olvidar.
Lo Cuento. Todos tenemos una historia que merece ser contada. Momentos, situaciones, relaciones, que dejan marcas, y que hasta podrían convertirse en una serie de Netflix. En La Pampa Noticias amamos compartir vivencias y despertar emociones. Si te gusta escribir, te invitamos a enviarnos tu historia, en primera persona, para esta sección a la que denominamos “Lo Cuento”. Bienvenidos a este nuevo espacio en #LPN.
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