El impacto del trabajo en la calidad de vida de las personas es una realidad y la vigilancia de la salud debe ser una prioridad. Desde esta columna continuamos planteando desafíos para la salud laboral desde diversos ángulos. En esta oportunidad: la brecha de género.
La necesidad de desarrollar programas de promoción y prevención de salud en ámbitos laborales está ampliamente justificada y tiene múltiples beneficios.
Podemos mencionar:
• Reducción de accidentes laborales y enfermedades profesionales
• Aumento de la productividad, el bienestar y la motivación laboral
• Disminución del ausentismo laboral
• Mayor interés y participación para generar entornoslaborales seguros
En esta oportunidad destacamos la necesidad de detectar sesgos de género y analizar riesgos laborales específicos.
Sin dudas, es fundamental el empoderamiento de la mujer, para construir economías fuertes y sociedades inclusivas, pero previamente es necesario visibilizar la realidad actual.
¿La equidad laboral es real?
La igualdad y equidad de género en el mercado laboral es obstaculizada por una marcada brecha en la definición de roles y por la alta resistencia al cambio.
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Las mujeres tienen mayor presencia como empleadoras o en tareas de organización, con destacada eficiencia y en actividades relacionadas al cuidado de terceros (labores domésticas, atención de la salud, enseñanza, servicios de comidas y hotelería)
Los hombres tienen mayor presencia en construcción, minería, suministro de servicios, área comunicaciones y actividades relacionadas a supuestas habilidades físicas.
Para hablar de inclusión laboral, es necesario visualizar estas marcadas diferencias y abordar el riesgo laboral, la seguridad, la salud en el trabajo, con distintos enfoques.
Por ejemplo, incluir el concepto del rendimiento humano, analizando aspectos psíquicos, físicos, capacidades adquiridas y predisposición para la actividad.
También, evaluar la exigencia de la jornada laboral, en términos de duración, horarios y descansos, que influye directamente en el balance entre el trabajo y el descanso.
En la mujer y en su mayoría, la doble jornada que se genera a partir de la actividad doméstica, implica más esfuerzo.
Otro aspecto es la adaptación a la demanda física, que debe ser acorde a la condición física y la persona debe estar preparada para la tarea.
Si el rendimiento físico es altamente demandante, también lo es la exposición al riego laboral.
La demanda adaptada a la condición física, independiente del género, aporta beneficios psicológicos y seguridad a la hora de afrontar la tarea.
Para promover y prevenir la salud laboral, según el género se necesita:
• Formación y capacitación en ámbitos laborales con temática de género y sexo, transversal a toda la nómina de personal
• Análisis del rendimiento laboral individual de la mujer, para favorecer la igualdad de oportunidades y combatir el sesgo de género.
• Determinar pautas de prevención de riesgos laborales, incluyendo las diferencias entre hombres y mujeres.
• Difundir recomendaciones sobre hábitos saludables, cuidado de la salud y del medio ambiente en el trabajo.
Una línea de acción que a la fecha tiene buenos resultado y transformándose en una herramienta valiosa es la creación de un Comité de higiene, seguridad y salud con integración de diferentes sectores. Empleadores, directores, jefes de área, especialistas en prevención, representantes sindicales y personal, trabajando por el mismo objetivo.
La identificación de los factores de riesgo puede ser una tarea compartida al igual que la adopción de medidas preventivas y generación de puestos de trabajo saludables.
En definitiva, es necesario desarrollar programas de vigilancia epidemiológica, control de factores de riesgo, favoreciendo un medio ambiente laboral saludable y calidad de vida para los trabajadores en general y para la mujer en particular.
Lic. Gustavo Gheller es Fisioterapeuta, Lic. en Kinesiología y Fisiatría, especialista en Kinefisiatría Crítica, diplomado en Kinesiología del Trabajo, Ocupacional y Laboral g.gheller@hotmail.com
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