¿Puede un filósofo romano de hace más de dos mil años enseñarnos algo sobre cómo liderar equipos hoy? La respuesta más honesta que puedo darte es: depende. Y ese “depende” dice mucho más de lo que parece.
En los últimos años, el estoicismo volvió con fuerza. Cuentas de Instagram con frases estoicas, libros de autoayuda que prometen serenidad y éxito si seguís a Marco Aurelio y Séneca, y hasta cursos de “liderazgo estoico” en empresas. La filosofía, al parecer, se volvió tendencia. Pero, ¿esto es profundidad o es marketing con toga?
Como consultor, me encuentro seguido con gerentes que citan a Séneca en reuniones, como si la frase “no nos falta tiempo, sino que lo desperdiciamos” pudiera resolver por sí sola la falta de foco en los equipos. Y, sin embargo, entiendo por qué pasa. Vivimos una época sin brújula moral clara, sin grandes relatos, con demasiada ansiedad. ¿Qué hay más atractivo que una filosofía que promete control, fortaleza interior y claridad?
El problema -y acá retomo la discusión entre dos autores que publicaron papers de investigación sobre la temática de la vuelta del estoicismo durante 2024 y 2025: Alejandra Orozco Reyes y Francisco Arenas Dolz– es qué hacemos con esa filosofía.
¿Usamos la filosofía estoica como manual de frases lindas para LinkedIn, o realmente nos tomamos el trabajo de entender lo que implicaba vivir como un estoico?
Orozco defiende a Séneca como una guía potente para el presente: una filosofía práctica, basada en el dominio de uno mismo, la aceptación de la muerte y el desapego como vía a la libertad.
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En tiempos de estrés crónico, hiperconectividad y búsqueda de validación constante, esa propuesta no puede ser más oportuna.
Pero Arenas Dolz lanza una advertencia incómoda: reducir a Séneca a una especie de “coach vintage” es empobrecerlo. Porque el estoicismo no es simplemente “ser fuerte” o “tener temple”: es una forma de vida exigente, que implica disciplina, autoconocimiento, y sobre todo, una ética que no busca agradar sino transformarte.
Como lo aplicamos a la vida real
Entonces, ¿qué hacemos como líderes con Séneca? ¿Lo usamos para justificar que los demás “no deben quejarse” y que hay que “aguantar” en silencio? ¿O nos lo aplicamos a nosotros mismos, para revisar nuestras propias pasiones, apegos, miedos, egos?
Ahí es donde creo que está el verdadero aporte: no en predicarlo, sino en encarnarlo. Séneca no nos dice que el mundo externo no importa. Nos dice que lo que hagas con eso que te pasa es lo que realmente importa. Y en eso, sí, hay una lección actualísima para cualquier líder.
Un líder que cultiva la serenidad no es uno que “no siente”, sino uno que no se deja arrastrar por cada emoción que aparece. Un líder que acepta lo inevitable, no es uno que se resigna, sino uno que libera energía para lo que sí puede transformar. Un líder estoico no es frío. Es lúcido. Y esa lucidez hoy vale oro.
¿Hay riesgo de banalizar a Séneca? Claro que sí. ¿Pero deberíamos dejar de leerlo por miedo a malinterpretarlo? Claro que no. La clave, creo, es animarnos a una lectura con compromiso. Ni superficial ni snob. Ni autoayuda edulcorada ni academicismo encerrado en bibliotecas. Tal vez la pregunta no es si Séneca sirve para liderar mejor.
La pregunta es si nosotros estamos dispuestos a dejar que una filosofía nos cuestione de verdad. Y eso, como bien sabía Séneca, no se responde con likes, sino con coraje interior.
Alejandro Lang es Lic en Administración y MBA. Consultor y profesor especializado en estrategia, innovación y habilidades de gestión. alejandro.lang@hulknegocios.com
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