“En los mismos ríos entramos y no entramos, somos y no somos”– Heráclito
Heráclito decía que todo fluye. Parménides, que nada cambia. Uno veía el devenir constante; el otro, la permanencia eterna. Dos filósofos enfrentados, dicen. Pero, ¿y si no eran tan distintos?
En el mundo de las empresas también vivimos atrapados entre esas dos miradas. La de los que dicen que “todo cambió”, que hay que reinventarse, que ya no sirven los modelos antiguos. Y la de los que creen que, en el fondo, nada cambia: que la esencia del negocio es la misma, que liderar es liderar, que lo que importa es ejecutar bien lo de siempre.
Vivimos, sin darnos cuenta, en una tensión constante entre Heráclito y Parménides. Y no está mal. Porque quizás esa tensión es justo lo que necesitamos.
En mi formación en historia de la filosofía, estudié a fondo estos dos pensadores. La versión más conocida los pone en extremos irreconciliables. Pero al leer con más detalle (y con lentes contemporáneos), descubrí algo distinto: ambos estaban buscando lo mismo. Querían entender el cambio. Pero no desde lo que parece, sino desde lo que es.
Heráclito no celebraba el caos: creía que ese cambio aparente seguía una lógica. Un orden invisible, el logos, que organizaba todo lo que fluye. Parménides no era un negador del mundo: simplemente decía que el cambio, tal como lo percibimos, no podía ser el fundamento último de lo real. Que detrás de todo hay algo que permanece.
Parece filosófico —y lo es—, pero también es profundamente útil para el management. ¿Cuántas veces confundimos el cambio con la moda? ¿Cuántas veces creemos que “innovar” es tirar todo por la borda y empezar de cero, como si el pasado fuera una carga? ¿Y cuántas otras veces nos resistimos a cualquier transformación, con la excusa de “así siempre funcionó”?
Vivimos bombardeados por nuevas metodologías, modelos, frameworks y palabras que se ponen de moda: liderazgo ágil, CX, OKRs, Scrum, Design Thinking, IA. Algunos se aferran a todo eso como si fueran recetas mágicas. Otros los desprecian por considerarlos humo. Y entre esos extremos, se pierde el verdadero sentido del cambio: entender cuándo cambiar, qué cambiar, y sobre todo, por qué.
Heráclito y Parménides no se ignoraban mutuamente: se necesitaban. Uno sin el otro no completa el cuadro.
Como líderes, necesitamos esa doble mirada. La que se anima a cuestionar lo que damos por hecho y ver nuevas formas de hacer, pero también la que sostiene lo esencial, lo que da sentido a lo que hacemos.
Cambiar no es girar sin rumbo. Es tener un norte claro, y ajustar el camino. No es reemplazar lo viejo por lo nuevo, sino integrar lo aprendido. Y sobre todo, no es adaptarse porque sí, sino transformarse con propósito.
Leé también De la carga de liderar a hacernos cargo del liderazgo
Hoy que todo parece moverse más rápido que nunca, Heráclito y Parménides todavía tienen algo que decirnos. Tal vez no eran tan distintos. Y tal vez nosotros, en las empresas, tampoco deberíamos elegir entre cambio o permanencia.
Quizás el mayor secreto no está en elegir un bando, sino en aprender a pensar el cambio.
Alejandro Lang es Lic en Administración y MBA. Consultor y profesor especializado en estrategia, innovación y habilidades de gestión. alejandro.lang@hulknegocios.com
Este contenido es posible gracias al apoyo de nuestros lectores y auspiciantes. Compartí esta nota, opiná, y publicitá en nuestra web, para promover un periodismo distinto en la región: Contacto y Publicidad. La Pampa Noticias, un medio distinto.