Cada año aparece un nuevo libro sobre liderazgo con fórmulas y métodos que prometen ser la clave definitiva: «Las 10 formas de liderar hoy», «Liderazgo consciente», «Liderazgo ágil»… La lista sigue y sigue. Pero, ¿realmente hay un modelo universal de liderazgo?
El liderazgo es más parecido a la paternidad o maternidad: no existe un «santo manual» ni una «ley suprema» que defina exactamente cómo ser un gran líder, del mismo modo que no hay una receta única para ser un gran padre o madre. Lo que funciona en un contexto puede no hacerlo en otro.
En lugar de copiar ciegamente el estilo de liderazgo de figuras de otros países o industrias, es más útil entender el propio entorno, la cultura y los valores de las personas a las que se lidera. Cada organización, equipo o comunidad tiene una identidad única, con desafíos y oportunidades particulares.
Un líder efectivo no imita, sino que adapta y modela su liderazgo según su realidad, analizando las necesidades de su gente, comprendiendo sus expectativas y ajustando su forma de guiar según el contexto.
Liderar no es imponer un molde preestablecido, sino desarrollar la capacidad de interpretar el entorno, leer las emociones y motivaciones del equipo, y generar confianza a través de acciones coherentes y alineadas con la situación específica.

Algunos se motivan con más dinero, y, lamentablemente o positivamente, el mercado capitalista no nos permite pagar con sonrisas en el supermercado, sino con dinero. Por ende, todos buscan un mínimo de estabilidad financiera, pero hay quienes evalúan todo en términos monetarios y toman decisiones laborales exclusivamente con base en la remuneración.
Otros encuentran motivación en el reconocimiento y en escalar posiciones dentro de la organización, valorando la influencia y el poder que puedan alcanzar en su entorno.
Algunos priorizan la seguridad y la previsibilidad por encima de todo: prefieren un ambiente de trabajo estructurado, con reglas claras y procedimientos establecidos que les brinden tranquilidad. Para ellos, la estabilidad es clave, y cualquier cambio brusco puede percibirse como una amenaza.
En contraste, hay quienes se sienten más motivados en entornos dinámicos y desafiantes, donde la incertidumbre es constante y cada día puede traer nuevas oportunidades.
Además, no podemos olvidar que hay colaboradores que valoran el entorno físico y los pequeños detalles: un escritorio más amplio, una mejor silla, un espacio luminoso o incluso la posibilidad de personalizar su área de trabajo pueden hacer una gran diferencia en su motivación.
También están aquellos que se inspiran en un buen clima laboral, donde las relaciones interpersonales sean positivas, haya confianza y puedan compartir momentos de calidad con sus compañeros.
Finalmente, otros encuentran su mayor fuente de satisfacción en la flexibilidad laboral y la posibilidad de viajar, conocer nuevas culturas y trabajar en distintos lugares del mundo.
Entender estas diferencias nos permite diseñar estrategias de liderazgo más efectivas, alineadas con las verdaderas necesidades y deseos de nuestros equipos, en lugar de aplicar soluciones genéricas que pueden no generar impacto real.
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Un buen ejemplo de liderazgo situacional y adaptativo es el de Lionel Scaloni, director técnico de la Selección Argentina. En una entrevista, el jugador Rodrigo De Paul contó cómo Scaloni lo llamó a una reunión y, en lugar de hablar estrictamente de fútbol, se preocupó por cómo se sentía, compartieron mates y escucharon música. Su liderazgo no se basa en «yo mando y vos obedecés», sino en entender a cada jugador, conectar con ellos y adaptar su enfoque según las circunstancias.
Este ejemplo se alinea con la perspectiva de Ronald Heifetz, violinista y autor reconocido en el mundo del liderazgo, quien plantea que el liderazgo efectivo no es seguir una receta, sino tener la sensibilidad para entender qué motiva a los demás y guiarlos hacia un objetivo en común.
Vivimos en un mundo complejo, donde la información fluye rápido y los colaboradores tienen acceso a más conocimiento que nunca. El mercado laboral ya no está limitado por la geografía, y el concepto de tiempo y espacio en el trabajo ha cambiado radicalmente con la irrupción de modelos híbridos y remotos.
Como líderes, debemos adaptarnos a estos cambios, comprendiendo que las recetas del pasado no garantizan soluciones para el futuro.
La capacidad de reinventarse y aprender constantemente será la verdadera clave del liderazgo en los próximos años.
Alejandro Lang es Lic en Administración y MBA. Consultor y profesor especializado en estrategia, innovación y habilidades de gestión. alejandro.lang@hulknegocios.com
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