En el management solemos hablar de «creatividad» como si fuera un destello que aparece de la nada. Sin embargo, los filósofos empiristas ya nos dejaron lecciones muy concretas sobre cómo nacen las ideas, y entenderlas hoy nos ayuda a pensar distinto en un mundo donde también entra en juego la inteligencia artificial.
Locke: vivir y reflexionar
John Locke decía que la mente es como una hoja en blanco, la famosa tabula rasa. Todo lo que pensamos surge de la experiencia. Primero, lo que captamos con los sentidos: colores, sonidos, sabores, formas. Después, lo que la mente hace consigo misma: reflexiona, compara, decide.
Las ideas simples que recibimos (el sabor del café, el calor del sol) son la materia prima. No podemos inventarlas de cero. Lo creativo aparece cuando combinamos esas piezas en ideas complejas. Como un unicornio, que no es más que caballo + cuerno.
En las empresas pasa igual, ya que, para que un equipo sea creativo necesita exponerse a nuevas vivencias y también detenerse a pensar sobre lo que hace. Sin insumos, no hay creación.
Hume: la recombinación y la incertidumbre
David Hume fue todavía más tajante, dado que, la imaginación no crea desde cero, solo mezcla lo que ya hemos percibido. Todo pensamiento complejo se puede desarmar en piezas más simples tomadas de experiencias pasadas.
Y, además, nos advierte de algo incómodo, en razón de que nunca percibimos con certeza la conexión entre causa y efecto. Lo que llamamos “necesario” es solo costumbre. Una jugada que funcionó ayer puede fallar mañana.
Este es un recordatorio clave para el management, y este es, innovar es recombinar lo que ya existe (una gran técnica en esto es la caja morfológica muy utilizada como técnica de creatividad) y aceptar que no hay fórmulas infalibles. Airbnb nació de unir turismo con economía colaborativa. Tesla es la idea de combinar auto eléctrico con software y diseño aspiracional. Pero ninguno podía saber con certeza cómo iba a reaccionar el mercado, eso lo aprendieron probando.
¿Y qué hace la IA?
La IA, en particular los grandes modelos de lenguaje, tampoco crea ideas “puras”. Lo que hace es predecir probabilísticamente qué palabra sigue a otra. No comprende, pero genera combinaciones plausibles a gran velocidad.
Eso no la vuelve inútil, sino al contrario, la convierte en una máquina de recombinación. Nos sirve como espejo para iterar más rápido, para variar hipótesis, para explorar alternativas que solos no habríamos imaginado. Pero el sentido y la validación siguen siendo humanos.
Leé también «Yo lo viví»: la trampa de la experiencia como verdad absoluta
Entonces, ¿qué hacemos?
Locke nos recuerda que la creatividad necesita experiencias y reflexión. Hume, que no hay certezas absolutas, solo recombinaciones y hábitos. Y la IA, que puede acelerar esas mezclas, pero sin reemplazar lo que solo nosotros aportamos: vivir, sentir y decidir. Nosotros vivimos, y la IA correlaciona. La diferencia está en lo que hacemos con eso en nuestras organizaciones.
Claves para managers y creativos:
Exponerse a experiencias (Locke): más viajes, lecturas, conversaciones y pruebas reales. Recombinar más (Hume): conectar lo que ya existe de formas nuevas (ejemplo: Tesla). Aceptar la incertidumbre: dejar atrás la ilusión de control total y trabajar con hipótesis y experimentos. Usar la IA como espejo, no como oráculo: explorar y variar más rápido, pero validar siempre con criterio humano.
Alejandro Lang es Lic en Administración y MBA. Consultor y profesor especializado en estrategia, innovación y habilidades de gestión. alejandro.lang@hulknegocios.com
Este contenido es posible gracias al apoyo de nuestros lectores y auspiciantes. Compartí esta nota, opiná, y publicitá en nuestra web, para promover un periodismo distinto en la región: Contacto y Publicidad. La Pampa Noticias, un medio distinto.


La Pampa 2025







