Hace años que doy clases en carreras de administración en materias finales de práctica profesional. Cada cuatrimestre entrego dos textos, uno de Borges y otro de Baudelaire. Son lecturas breves, de no más de seis páginas en total. Cuentos que hace años los estudiantes leían sin dificultad y hoy se vuelven ininteligibles para muchos de ellos.
Algunos no logran comprender el sentido, otros no pueden articular una idea que vaya más allá de la anécdota. Les cuesta comprender cuál es el sentido de una historia, cuál es el eje central, qué ideas están por debajo y sustentan el edificio conceptual.
Podría pensar que me volví ese profe viejo que repite la típica queja de que los chicos de ahora no saben leer. Pero la observación trasciende mi aula. Colegas de distintas disciplinas ven lo mismo.
Cuesta leer, cuesta pensar, cuesta escribir. Y, sobre todo, cuesta sostener una idea con argumentos propios.
No es simple nostalgia. Es un signo de época. Estamos atravesando una mutación cognitiva profunda, una era cyborg en la que el conocimiento ya no se construye tanto leyendo o discutiendo, sino pidiendo a un algoritmo que lo formule por nosotros.
Un fenómeno inquietante
El fenómeno tiene un costado inquietante. Muchos docentes lo notan. Estudiantes que hablan mal, que no logran hilar una frase con sentido, pero luego entregan trabajos impecables, con una prosa casi profesional.
La explicación es sencilla. Los escribió la inteligencia artificial. Vivimos rodeados de herramientas que amplifican nuestras capacidades intelectuales, aunque al mismo tiempo nos invitan a dejar de pensar por cuenta propia. Es la era de la cognición artificial, en la que las personas parecen saber, pero no saben. Jóvenes que escriben como expertos, aunque no puedan defender lo que dicen.
En 2021, Emily Bender y Timnit Gebru publicaron un artículo que marcó un antes y un después. Allí describieron a los stochastic parrots, los “loros estocásticos” (estadísticos de manera resumida) que imitan el lenguaje humano sin comprenderlo. No piensan. Solo repiten combinaciones probables de palabras. A esto llaman a los LLMs (Large Language Models) o en criollo “las inteligencias artificiales conversacionales” y la marca más conocida actualmente ChatGPT.
Hoy, en las aulas y en las empresas, ya no convivimos solo con esos loros algorítmicos. Estamos formando loros cyborg, humanos que mezclan sus habilidades limitadas con una inteligencia artificial que completa, traduce, reescribe y hasta piensa por ellos.
El riesgo no es la herramienta. Es la ilusión. Creemos que somos más capaces, más productivos, más sabios. Pero cuando debemos explicar, crear o decidir con criterio, la fachada se desmorona. En el management esto se ve con claridad: presentaciones brillantes, planes de negocio de apariencia impecable, pero vacíos de comprensión real.
El síntoma es la sobrevaloración de la forma sobre el pensamiento. Lo que parece senior, pero no lo es. Lo que suena innovador, pero carece de fundamento.
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No se trata de oponerse a la inteligencia artificial. Todo lo contrario. Es una invitación a usarla con responsabilidad. Estas tecnologías pueden ser aliadas poderosas, siempre que se apoyen en una base humana sólida, con análisis, pensamiento crítico y reflexión.
Como profesores, líderes o pensadores, necesitamos volver a lo esencial. Conversar, discutir, dudar. Recuperar el espíritu del liceo aristotélico y de la academia platónica.
No hay aprendizaje real sin diálogo, sin error, sin tiempo.
Podemos y debemos usar las nuevas herramientas, pero sin renunciar a nuestra parte humana. La que se equivoca, la que pregunta, la que aprende con otros. Si no lo hacemos, lo que viene no será una generación más inteligente, sino una legión de loros cyborg, humanos, con voz de máquina, que suenan sabios, pero no comprenden lo que dicen.
Alejandro Lang es Lic en Administración y MBA. Consultor y profesor especializado en estrategia, innovación y habilidades de gestión. alejandro.lang@hulknegocios.com
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