El viernes 7 de marzo una tragedia sacudió a Bahía Blanca: una inundación como no se había vivido jamas dejó 16 muertos, dos niñas desaparecidas, innumerables pérdidas económicas y una ciudad devastada. El desastre conmovió a toda el país y desató una ola de solidaridad que unió a los argentinos.
Para los pampeanos, Bahía Blanca no es sólo una ciudad portuaria. La cercanía geográfica -391 kilómetros de distancia- nos hace casi vecinos. Y los lazos humanos y sentimentales nos atraviesan: todos conocemos a algún bahiense, o a alguien que conoce a alguien de allá, o que estudió, o hicimos un trámite en Bahía, o simplemente pasamos por ahí rumbo a la Costa Atlántica. Es la ciudad más grande cercana a Santa Rosa.
Las imágenes de la tragedia nos conmovieron desde el primer día: las enfermeras evacuando bebés de Neonatología del hospital, cuidadores rescatando abuelos de los geriátricos, autos arrastrados por la corriente, la búsqueda angustiante de las dos niñas y el pampeano que perdió su vida intentando salvarlas, familias enteras refugiadas en los techos, y hogares inundados por un metro y medio de agua. Escenas que jamás podremos olvidar.
La Pampa respondió inmediatamente: amigos, clubes, asociaciones, psicólogos, médicos, voluntarios y vecinos se unieron, e iniciaron campañas queriendo ayudar de alguna manera. Las colectas solidarias brotaron por doquier.
Mariana Espíndola, fue una de ellas, promotora de la iniciativa #LaPampaconBahía , una propuesta de amigos, que llegó hasta el corazón de la zona afectada.
«La ciudad está devastada, parece una zona de guerra», contó Mariana a #LPN una semana después la tragedia, cuando viajó a llevar las donaciones.
Su testimonio refleja la magnitud de la respuesta solidaria: «La campaña fue un éxito rotundo. La gente donó generosamente en los centros de acopio. Decenas de voluntarios clasificaron alimentos, ropa y productos de limpieza. Un camión totalmente cargado partió hacia Bahía Blanca, en donde la Comisión de Fomento del Barrio Bella Vista y vecinos esperaban ansiosos las donaciones. Asistentes sociales coordinaban allá la entrega, llegando incluso a los hogares de quienes no podían salir por temor o imposibilidad. En la Capilla del Barrio San Lucas, niños, jóvenes y adultos nos recibieron con abrazos. ¡Hasta estaban contentos! Fue un mimo para todos los que colaboramos. No sólo con nosotros, con todo el país«.

Kevin Coronel, barbero de Santa Rosa (Alfa Barbería), fue otro de los que se sumó a la ola de solidaridad inmediatamente: «junto a mi novia sentimos la necesidad de hacer algo. Mis amigos bahienses me contaban la situación y la urgencia de la ayuda».
El lunes siguiente a la tragedia, puso un cartel en la vereda de la barbería que invitaba a donar para Bahía Blanca.

La respuesta fue abrumadora: «La colecta explotó, fue impresionante», nos contó. Una familia incluso ofreció su transporte para que pudiéramos llevar las donaciones personalmente, asegurando que llegaran a manos de quienes más lo necesitaban. Y allá fueron, a entregar en mano la ayuda a cada uno.
Hoy el escenario es distinto. El agua pasó, la ayuda se organizó, los fondos estatales e internacionales llegaron, y la esperanza de reconstrucción está en marcha. Aún hay dos niñas desaparecidas y una ciudad destruida.
Pero en el corazón de cada pampeano y bahiense queda el recuerdo de la solidaridad espontánea, del gesto inmediato que llevó un puñado de ropa seca, calzado, lavandina, colchones y alimentos a quienes lo necesitaban y con urgencia, y sobre toda la esperanza de que la salida es unidos y entre todos.
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